lunes, 24 de enero de 2011

Capítulo siete: La entrega

La tarde caía, la ansiedad disminuía, intentaba mantenerme calma. Quería que todo pasara rápido y así poder ser libre finalmente.
Ya era de noche, Utena-sama nos ordenó ponernos los yukatas, obedecimos sin objetar nada. Ambos notamos lo fina y delicada que era la tela, Aiperus vestía de blanco, yo de rojo. Después de unos años pude entender el significado de aquellos colores.
Fuimos con nuestra sensei, no habíamos hablado con nadie en todo el día, pero si había alguien allí para desearnos suerte. Onix y Nana nos esperaban afuera, mi maestro de ojos verdes no emitió palabra alguna, dejando a la pequeña darnos un discurso de apoyo. Una vez que listos, Utena-sama abrió el portal al infierno, era diferente a cómo la hacía la yuki-onna de hacía tanto tiempo. Mi hermano tomó mi mano y cruzamos sin mirar atrás. El calor, el sentimiento de pertenencia a ese averno, la inseguridad...todo era igual a la primera vez que entramos a ese mundo. Los íncubos, súcubos, arpías, onis, todos, nos observaban con detenimiento y perversión en sus ojos. Sabían lo que pasaría y le causaba satisfacción, nos convertiríamos en uno de ellos.
Nuestra maestra iba seria, si kimono plateado reflejaba el orgullo por haber logrado nuevamente crear dos demonios dignos de su aprobación. Al llegar al gran palacio de Abalan se detuvo y nos dijo:

_ Desde aquí deben valerse por sí mismos. Pasen este último desafío y serán independientes de él. -tomó a Aiperus de los hombros y la abrazó, hizo lo mismo conmigo. Ese fue el primer y único gesto amable que había tenido hacía nosotros, tan efímero pero en parte grato- Comenzarán su vida como han'gôs reales, no me hagan quedar mal.

Dio media vuelvas y se retiró. Sentí la mano de mi hermano temblar, lo sostuve aún con más fuerzas. Pusimos una mano en la puerta y sin más la empujamos para entrar. Miramos el interior, la misma decoración extravagante, el mismo trono de sombras, el terrible deseo de desaparecer de ese espacio tan pesado y lúgubre. La puerta de cerró a nuestras espaldas, las antorchas se encendieron y una sombra enorme apareció en el medio de la habitación. De esta la figura de Abalan se hizo presente, sentí como un escalofrío me recorría por completo. Aiperus se puso enfrente mio y le dijo al gran íncubo:

_ Utena-sama nos ha...-sintió como la presencia del demonio lo obligaba a callarse-.

_ Ya hablé con Utena, y será mejor que no osen refutar nada de lo que diga, aún me pertenecen. -sus ojos brillaban contrastando con su blanca cabellera, seguía igual de cautivador.- No se preocupen, eso cambiará esta noche. - chasqueó los dedos y una súcubo salió de la oscuridad de su trono-.

_ Hacía tiempo que no llamabas -dijo la mujer con una voz seductora y dirigiéndose a él lo besó por un instante-.

_ Verás querida, tengo que pedirte un favor.-la sostiene del mentón sin importarle nuestra presencia, le desvía  el rostro hacía Aiperus, ella sonríe maliciosa- Conozcan a Baleru, mi concubina predilecta.

La miramos con detenimiento, tenían los mismo rasgos, el mismo color de pelo aunque ella tenía el rojo de sus ojos levemente más claros. Bien podrías ser parientes, abrimos los ojos, parecían....hermanos...Los dos se rieron de nuestra reacción, pero pronto volvieron a sus expresiones frías y serias. Abalan hizo aparecer el manuscrito que llevaba de nuestro trato y fingió que lo leía, pese a saber de memoria cada palabra impresa.

_ ¿Están preparados para convertirse en demonios? - evaporó el papel y se acercó a nosotros, Baleru también lo hizo-.

_ Si. -contestó Aiperus con voz firme-

_ ¿Amuria? -exclamó la súcubo, no se porqué pero escuchar mi nombre en su boca me causó repugnancia-.

_ Si. -dije con voz segura, debía ser fuerte, como lo odiaba.-

_ Entonces..-dijeron los demonios al unísonos- Ven conmigo. -Abalan me ofreció la mano y Baleru a mi hermano.-

Yo lo acepté y empujé a Aiperus. Él me miró con preocupación, no quería separarse de mí. Apenas le sonreí para relajarlo y le solté la mano. Ahora debía concentrarme en el íncubo que me llevaba a su lado. Tenía que afrontarlo sola, tenía un tomo de ilusión de poder ilesa de esa situación, y como dije...fui ilusa.
Vi a la mujer alejarse con mi hermano y entrar por una de las miles de puertas que nos rodeaba. Me quedé sola con Abalan y este sin consideración me condujo hasta la puerta contraria, abrió la puerta y me tiró dentro.
Dentro había unas velas en el piso, una sábana blanca a un costado y el aire tenía un olor particular, te estremecía y fascinaba en mismo tiempo. El temor se apoderó de mi, fue cuando vi el escenario que caí en cuenta de lo pasaría. Sentí al íncubo desatar el obi de mi yukata, me di vuelta y como reflejo lo tiré lejos de mí. Me dedicó una sonrisa torcida y se acercó sereno hacía donde estaba, comencé a evadirlo, no había entrenado para nada.

_ Lo podemos hacer de la forma fácil o...de la forma dolorosa. -su voz era de ultratumba y sin sacar ninguno de sus rasgos se teletransportó a la espalda de ella.-

Amuria reaccionó a tiempo y se volteó, pero no logró detenerlo y la aprisionó en la pared, la besaba con lujuria y brutalidad. La joven le mordió ferozmente el labio y sacó sus alas para sacarlo de su cuerpo. Notó como su vestimenta se abría dejando al descubierto lo que intentaba ocultar. Como torpeza hizo un movimiento para intentar cubrirse y Abalan aprovechando esto se le acercó y tomándola de los hombros comenzó a dominarla con su esencia pura, ese poder para hacer caer a cualquiera en la lujuria y el adulterio. La chica se asustó y emitió un pequeño grito de temor, intentó levantarse pero no pudo, algo parecía controlar su cuerpo, haciéndola vulnerable y dispuesta a hacer todo lo que su amo le ordenara. Lo peor de todo era que su mente seguía consciente y estaba aterrada, pensó en que no era tan fuerte y su corazón comenzó a latir con intensidad por la impotencia.
Abalan disfrutaba cada gesto y emoción de la joven debajo suyo, pasó su larga lengua por sus labios, la deseaba con pasión. Con una manos sostuvo sus brazos encima de él, tenía que esperar a tenerla completamente bajo su voluntad, la besó sobre los labios mientras no dejaba de mirarla. Amuria tuvo ganas de llorar, era tan cruel, se sentía sometida y no podía defenderse.... Oniz decía la verdad...

_ Eres un monstruo. -un hilo de voz, unas palabras que rozaron contra los labios de su amo. Se sentía cada vez menos fuerte y con menos control. Él en cambio tenía una gran ansiedad, el dulce olor de su inocencia lo excitaba cada vez más y más...entonces lo sintió. Sintió que ya la podía soltar.-

Liberó sus brazos, ella no podía moverse, el calor del cuerpo de él la ponía nerviosa y entonces se quebró. Una lágrima se deslizó por su rostro, era de color claro, y entonces sintió como él la saboreaba pasando la lengua de una forma agresiva. La sostuvo un momento del rostro y le susurró en el oido.

_ Llora y será más placer para mí, escoria. -Al escuchar esto, Amuria se puso lo más seria que pudo, no, no podía dejarlo ganar de esa forma. Juró que no lloraría, que no caería tan bajo.-

Abalan desvió su boca hacía el cuello de ella, sentía los latidos de su corazón, le temía. La besaba y mordía sin recelo, su piel era tan pura y delicada, él debía arreglar eso. La joven, a la fuerza, comenzó a emitir pequeños gemidos, aquellas duras caricias le causan sensaciones desagradables y confusas. Sintió una mano deslizarse por su ropa, le abría la yukata y la acariciaba de forma tosca, sus aún precoces senos, su suave abdomen. Era diferente a otras, ella, realmente parecía humana en su cuerpo. El cabello sobre su cara solo le permitía verlo a él, no tenía salida alguna, al verle la expresión...ya no tenía ilusiones de salvarse de aquel castigo.
Ella se desespera por dentro, se sentía invadida, desprotegida y con un calor que la estaba perturbando. Unos pocos minutos después al no oírla, el demonio decidió hacer las cosas más "interesantes".

_ ¿Eres muda? Yo te haré hablar. -la besó, jugando insaciable con su lengua, asfixiándola. No resistió mucho y rozó su pecho con él en un intento por separarlo y lo sintió poner una de sus piernas entre las de ella. Su respiración era agitada y violenta. Al notar su nerviosismo abrió su propio kimono para ella viera lo que la esperaba, se sonrojó por completo, nunca había visto a nadie desnudo fuera de su hermano.- Abre tus piernas un poco más. -le ordenó clavando sus rojos de fuego sobre ella-

Amuria estaba esforzándose por no hacerlo, y por un momento lo logró, esbozó una leve sonrisa...lo que enfureció a su aún amo. La sostuvo con fuerza y la incitó aún más, en cuanto tuvo un pequeño espacio, sin aviso ni nada, apenas vio el pánico de su rostro no dudó en nada se puso sobre ella y lo hizo...si...lo hizo.
De la joven con el corazón partido lágrimas de dolor surgieron de sus ojos que se volvían rojos conforme el despiadado tomaba todo lo que ella tenía. Gritaba pidiendo por que se detenga, pero solo lograba que lo hiciera de forma más abrupta y agresiva. Se sostuvo de las sábanas con fuerza mientras las lágrimas salían de ella, sentía algo rompiéndose y fluir por sus piernas, un dolor agudo en el abdomen y mucha vergüenza por no sostener su juramento. Había perdido todo y se sentía devastada.
La cara de él reflejaba satisfacción y placer al probarla de esa forma tan cruel, al escucharla pedirle compasión, era lo que quería. Prosiguió así, malvado y pervertido, hiriéndola hasta sacar el último grito que podría darle. Amuria lo miraba con furia, sentía que se desmayaría en cualquier momento, no le importaba, solo quería que se acabara ese suplicio. Lo sentía dentro suyo, sin consideración, sin misericordia, golpear contra su piel y sonreír siniestro en su interior. No había placer alguno en el cuerpo de ella, solo dolor y humillación.

(...)

Una vez que él termino, la dejó tiraba mientras se levantaba para salir de allí. Los ojos de Amuria parecían ocultar su sufrida alma, el brillo de sus lágrimas secas y la transpiración en su piel, parecía haberse ido a otro mundo para evitar ser más lastimada. Abalan la miró con desprecio y la levantó, apenas podía sostenerse, aunque ya no le importaba al demonio. La sacó de allí y la tiró contra el piso de la habitación principal, ella levantó la vista y con algo de dificultad sintió que su cuerpo volvía a obedecerle. Un mechón de pelo blanco se posó a su costado, el aliento seco del íncubo le dijo:

_ Ahora eres una súcubo, disfrútalo. -le tiró la cabeza para abajo y posó una de sus manos en su cuello mientras le dejaba su marca en su piel. Ella hizo una pequeña mueca de dolor pero ya no le quedaba voz alguna.- Cada vez que te alimentes, te acordarás de mí.

Un pentáculo invertido en su cuello brilló con un resplandor oscuro, él se alejó y desapareció en las sombras. Ella se abrazó con sus brazos, quería ver a su hermano. Se limpió el rostro con sus manos y se arrodilló con cuidado. Se comenzó a cubrir con los lazos y el obi que tenía cerca y una vez lista, tomó un listón que había puesto en interior de su manga y se ató el cabello. Le había dicho a Onix que si lo lograba, esa sería la señal de su libertad. Entonces una de las puertas se abrió, Aiperus la miró y corrió hacia ella, la sostuvo. Amuria lo miró, su apariencia no era para nada similar a la de ella, claro, él era un hombre.
Se aferró a su pecho y al borde de hablar cuando él al interrumpió.

_ Lo siento, por favor, perdóname. -su voz era quebradiza, comprendía lo sucedido, pero no pude notar el egoísmo de sus palabras y terminé por ser yo quien lo consolara-.

_ Te perdono, estoy bien. -con la piernas temblorosas me levanté y le dediqué una sonrisa mientras sentía su calor, igual al mio.- Quiero irme de aquí. -susurré ya más seria-

Me ayudó a salir, volvimos al mundo de los humanos, aún era de noche. Caminamos bajo la luz de la luna, en un momento me tropecé con una piedra y caí, mi hermano me levantó y notó un hilo de sangre que manchaba mis piernas, yo lo miré y no dijo palabra alguna.
Al llegar a la residencia de Utena-sama, me despegué de él, ya me sentía capaz de seguir por mi cuenta y no permitiría que me vieran mal.
Todos dormían, Aiperus abrió la puerta y entró pero yo en cambio me dirigí a otro lugar. Iba a paso lento y mirando la tierra bajo mis pies.
Una vez en el río, entré a la helada agua sin siquiera desvestirme, me sentía sucia de una forma particular. Deje que el agua se llevara todo, el dolor, mis emociones, las manchas de aquella noche persistieron...porque no estaban en mi cuerpo, sino dentro mio. Pasado un largo tiempo, vi una sombra detrás mio, no me inmute creyendo que era mi hermano pero al oir la voz quedé sorprendida.

_ Vamos Amuria-san, ya es muy tarde y te hará mal. -sonaba deprimido,me voltee, sus ojos de esmeraldas me daban a entender su empatía conmigo. Pero no, él nunca me comprendería, aún así le di una oportunidad-.
_ Ayúdame a salir, aún estoy algo...-"dolida", me voltié y entonces al ver sus ojos me sonrojé, me estaba mirando de forma diferente. Alcé una ceja como esperando por su respuesta.-

_ Por supuesto. -se acercó a la orilla y sin siquiera prestar atención a su ropa mojada la levantó. Se mojó todo pero aún así la sentó en tierra, y le acarició la mejilla.- Te traje una toalla, hace frío para que andes así. -se volteó para no mirarme y vi la tela a un costado-.

Me desvestí y me cubrí sin decir nada y entonces, con la toalla atada a mi torso me acerqué a él y le dije:

_ Gracias, pero...¿Por qué me ayudas? -le pregunté con recelo, no podía creer que hubiera estado esperándome, algo debía querer a cambio.-

_ Porque, yo me preocupo por tí, desde el primer día en que me miraste supe que no eras como las otras.-entonces se volteó y me tomó el rostro con las manos.- Jamás podré aliviar tu dolor, y sería falso decir que sé como te sientes...solo quiero acompañarte si me lo permites.

_ ¿Tu quieres estar conmigo? No quiero que me tengas lastima, pero eres honesto al menos...-lo miraba fija, sabía que mis ojos eran marrones de nuevo pero sentía que debía hacerlo, quería ver más allá de lo Onix mostraba. Él hablaba con sus ojos, pero yo no supe reconocer ese sentimiento-

_ No es lástima. -sonrió a media y me tiró el pelo para atrás- Eres muy hermosa, pero también muy joven aún. -parecía que deseaba besarme, pero no como antes. Estaba exponiendo algo que nunca antes había visto en nadie.-

Me alejé de él y caminé lejos, no sabía porqué, pero me asustó...no quería que sintiera nada por mi. Aunque si pensaba así quería decir que ...¿yo pensaba que sentía algo por mi?

Desde esa noche, me volví fría y aún sigo siéndolo, pero lo más extraño fueron las cosas que cambiaron. Ya no importaba sufrir, ya no me importaba lo que sentía, no quería volver a ser como antes. Tomé mi naturaleza y me aferré a ella, solo sería y actuaría como una súcubo, como humana solo lograba lastimarme.
Me llevó tiempo acostumbrarme a ese estilo de vida, las cosas que ello implica, y en un punto...fue de esa forma que crecí y me perdí al mismo tiempo.

Conforme todos quedamos libres, partimos de aquel lugar, juntos, los seis (Amon nos acompañó por petición de Utena-sama y Onix). Nos situamos en Osaka, una ya ciudad, pasamos allí años, la guerra, las dificultades de valernos solos. Aunque al apoyarnos mutuamente era más llevadero, el "alimento" escaseaba, para tener relaciones como las nuestras era muy complicado, Japón era conservador y discriminaba a ese tipo de cosas. Por mucho tiempo Amon y yo fuimos vistas como prostitutas, Nana era más inocente, y también más discreta con su encanto. Los hombres en cambio nada, era machista la sociedad, y siempre era el varón sobre la mujer. Y fue la razón de porque empecé a aprovecharme de ellos, quería vengarme, tenía tanto odio a la cómoda posición que tenían....años de torturas a víctimas, me sentía mejor...pero era muy efímero la sensación.

"Pasados ya cuarenta y seis años, decidimos que deberíamos abandonar esa isla, no había oportunidades buenas para gente como nosotros. El día que lo pensábamos, nos cruzamos con una anciana, Suzuki, ella nos miró sin reconocernos y solo exclamó unas escasas palabras:


_ Los demonios no viven en manadas, sean sensatos. -sonrió con su calidez y se marchó-.


Eso nos trajo algunas dudas, y como en la mayoría de los casos, Nana y Ember nos dejaron a los demás elegir que hacer. Nadie desafiaba a decir nada, y quizás no lo hubieran hecho...pero una carta me impulsó a abandonar esa tierra, porque ya no había nada por lo cual quedarse. Fui una tonta, nunca debí haber abierto ese sobre, hubiese sido mejor que lo ignorara. "

1 comentario:

Minae dijo...

Pobre Amuria.
Ella vivió algo horrible, y seguramente quedará resentida con eso por mucho tiempo :S
Onix siente algo especial por ella, Amor? :D
Muy buen trabajo Nee-chan..
Seguí así, esta historia es genial, si no la seguis me voy a poner triste :'(...
Está buenisima ;)