viernes, 18 de noviembre de 2011

Epílogo: Gracias

En un hospital bastante carente de recursos pero preparado ante una emergencia como la que aquella noche atendió.Una mujer desesperada y su esposo, detrás de ambos cuatro niños y un tío tan asustado como los más pequeños. El hombre fue retirado de la sala de urgencias a la fuerza por dos enfermeros. Allan jamás fue de dejar a su esposa sola, pero al parecer estaba alterado. Ember lo abrazó apenas y le murmuró:

— Tus hijos Al, sé fuerte por ellos.

Entonces reaccionó a lo dicho y sentándose en una de las sillas miró a sus hijos, los cuatro frente él, todos con la misma cara de preocupación y miedo. Apenas sonrió pero con duda en sus ojos siempre transparente ante todo. Los gemelos se le acercaron, él los subió en sus piernas y abrazó. Luego les dijo con una voz seria pero con sinceridad.

— No se asusten, su madre es muy fuerte y estará bien. —acoda a sus niños sobre él.

— Papá tiene razón, mamá estará bien no se preocupen. —dice el mayor de los hermanos pero pronto acota— Ya vuelvo, me siento mareado voy a tomar aire.

Sale rápido, la pequeña Emma sabía mejor que nadie que Brian jamás se mostraba mal frente a ellos decidiendo darle espacio fue y se sentó al lado de su padre apoyándose sobre su hombro y sosteniendo su amuleto comenzó a pedir por el bien de su madre. Erin se había marchado por un tiempo a buscar algunas cosas, algo que llevarle a los niños, sabía que sería inútil intentar hacer que fueran a casa. Mientras el tiempo pasaba. La joven y sus hermanos menores se había dormido de la tensión del momento que los había desanimado mucho. Allan notó que su hijo aún no volvía y en un amague a levantarse siente la mano compañera del han'gô sobre él.

— Iré con él, sera mejor que los dejes descansar, además Lawliet suele tener pesadillas. —dijo el rubio mientras despeinaba a su viejo amigo— Tu hijo es muy parecido a como era Aiperus, bueno Daisuke en realidad. Déjamelo a mi.

Al hombre le preocupó un poco aquello comparación, inclusive su esposa se lo había dicho una vez pero nunca supo si tomarlo como cumplido o no.
El rubio fue afuera del hospital pero no lo encontró en la calle. Alzó la vista mientras afinaba la vista y justo encima de un árbol bien escondido pudo verlo. No había nadie por esas horas así que sacó sus alas y sigiloso fue acercándose. Quedó detrás de él, entonces lo tomó por sorpresa rodeando su cuello con sus brazos y tirándolo hacia atrás para que se acostara sobre él. El joven se dio cuenta que era él por su olor, no opuso resistencia y solo colocó una de sus mano sobre las de él como forma de corresponderle. Después de un tiempo el mayor dijo:

— ¿Listo para volver? Erin traerá algo para comer y es lindo recibir buenas noticias con el estómgao vacío. Vamos, deja de preocuparte Amuria es el ser más persistente que conozco, en menos de media hora te apuesto nos dejarán verla y todo estará bien.

— Tío Ember, me gustaría ser tan optimista pero, ¿y si fueran malas noticias?¿si pasó algo malo con ella o con el bebé?

— Eres el hermano mayor es normal que te asusten esas cosas, no dejes que el miedo te domine, es complicado explicar que se siente ver a tu madre asustada...créeme que lo sé. Te necesita para que cuides de tus hermanos, y de tu padre. Ven. —lo levanta y lo obliga a mirarlo— Debo ir por alguien, promete que te quedarás aquí, entrarás y me harás sentir un tío orgulloso.

— Lo prometo, Ember eres raro. —dijo mientras sacaba sus propias alas y bajaba— Siempre lo has sido.—pensó.

El joven entró al edificio, el llamado "raro" miró al horizonte, debía buscarlo. Era el único que podría traerle paz a la mujer que seguramente estaba sufriendo. Se convirtió en la sombra de su ser aún presente y comenzó su viaje.

Erin llegó al tiempo de regresar Brian y todos juntos comenzaron a comer; un médico sale de la sala y pide hablar con el esposo. Este fue rápido mientras sus niños habían dejado de hablar ante el llamado a su padre. Estuvo un rato mientras le decían una que otra cosa, todos se morían por escuchar o leer los labios, igual no alcanzaron a saber nada hasta que se separaron. Allan tenía un rostro serio, eso daba a pensar, al regresara su hermano menor lo bombardeo de preguntas sólo una fue respondida.

— Están bien, los dos. —abrazó repentinamente a su hermano y dejó escapar un par de lágrimas mientras sentía el miedo irse.

— ¿Cuando la podemos ver? —se apresuró a preguntar Emma.

— Ya en unas horas, está dormida por la operación pero estará bien. —le respondió algo torpe el padre mientras se separaba de Erin volviendo a tener su calma encima— Aunque sería mejor que ustedes vayan a casa a descansar, si estuviera Ember le pediría que los cuidara pero..

— Tranquilo, yo me encargo, mañana no trabajo. Además tienes razón debemos estar bien, además sería buena para Amuria que descansara un poco.

Todos quedaron de acuerdo, a excepción de Brian quien deseaba quedarse pero como sabía que su tío no tenía humor con los más pequeños decidió ir para cuidarlos. Además de la promesa que le había hecho a Ember.

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Sintió un sabor familiar y amargo en sus labios, entonces despertó algo desesperada por la sensación de estar tragando algo cuando al hacerlo siente que su enorme panza ya no le molesta. Su panza no estaba y su bebé tampoco, comenzó a gritar cuando siente que alguien le cubre la boca y la abraza. Amuria no entendía nada hasta que esta persona toma espacio para verla mejor.

— Tranquila, la niña está bien, está aquí a tu lado. No te alteres, no quise despertarte lo siento. —dijo el hombre como si nada y le ofreció de nuevo el elipsis que le estaba dando para que se recuperara más rápido.

— No puede ser...—ella apenas si pudo tomar la botella que intentó levantarse para tocarlo y saber si era real. Sintió las suturas en su abdomen y emitió un pequeño quejido de dolor.

Él al verla la tomó de los hombros y la recostó mientras permitía que tomara uno de sus manos para evitar que se levanta. No iría a ningún lado. Entonces se miraron un buen tiempo,  lucía claramente más grande, viejo casi, su edad sería de unos cincuenta largos ya. Sus ojos se veían triste como Amuria siempre creyó de volver a verlo. La mujer se emocionó pero pronto recordó a su pequeña y le pidió que se la llevara a su lado. El hombre aceptó y recogiendo a la beba en sus brazos de una forma muy dulce la llevo donde su madre. Ésta le contó los dedos, le miró el rostro y al tiempo de verla parpadear supo que tenía los bellos ojos esmeralda. Mientras sonreía ampliamente su acompañante le hizo una pregunta:

— Siempre estuve cerca cuando tuviste tus hijos Amuria, he visto a cada uno de ellos. Brian, Emma, Lawliet y Kento...¿cómo le pondrán a esta princesa? —estiró su mano y la niña tomó uno de sus dedos con fuerza, un gesto tan dulce que logró sonrojarlo.

— No lo sé, fue una sorpresa, al igual que tu Frank. Ha pasado mucho tiempo. — hubiera llorado en ese mismo momento de no ser por tener a la beba en sus brazos.

— Si...mucho tiempo. — hizo una pequeña pausa y luego volvió al tema principal— Uno de mis hermanos también nació prematuramente, aunque le fue bien como a esta hermosura. Luego vivió toda su vida ansioso...no te sorprendas si sale así.

— Jajaja...si vieras a mis dos ositos, ellos si son problemáticos. —refiriéndose a sus gemelos, entonces con miedo pero mirando a otro lado le pregunta— ¿Te irás?

— Si, no tengo más motivo para quedarme que asegurarme que estés bien y como ya te veo mejor quisiera irme. Aunque no sé porque me encantaría quedarme si me lo permites. Hacía años no tomaba a un bebé en mis brazos.

— Ten sostenla. —le dijo sonriendo la mujer antes su respuesta y le dio a la niña. Luego de un rato de conversación la madre recordó algo.— Creo que sé que nombre ponerle...me acordé de uno que quería para Emma antes...

— ¿Cuál Amuria? —dice bastante perdido en la carita dormilona de la niña.

— Arleen.

El hombre se quedó helado ante ese nombre, tan significativo para él. Amuria se percató de ello y sólo se volteó para tomar su rostro un segundo y confesarle.

— Lucía me dijo alguna vez, que si tenía un hijo, era lindo nombre porque...

—...era el nombre de nuestro hijo. —completó él con melancolía y entonces mientras acariciaba la mano de la beba agregó— ¿Arleen te gustaría tener un tío más?

— Créeme que a todos nos gustaría. —Amuria apenas si intentaba mantenerse despierta.— Frank ya no puedo seguir despierta, seguirás aquí ¿verdad? Si quieres sólo está con los niños, pero siempre quise que te conocieran.

— Duerme tranquila, yo me encargaré. —apenas sonríe meintras se paraba para mecer a la niña en sus brazos— Prometo estar cuando despiertes.

— Cuida de Arleen....y gracias. —dijo ella antes de recostarse, estaba cansada y aún adolorida, pero su corazón estaba alegre de volver a verlo y lograr que se quedara.

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A la mañana siguiente el ya más aliviado padre fue a comprar unas flores para su esposa, además que tendría un asunto que tratar, pero lo importante era que todo había salido bien. Sus hijos se habían arreglado, su pequeña lo acompañó a la tienda. Lo tomaba de la mano como siempre pero su carita estaba algo triste a su parecer. Su padre terminó de comprar las rosas y entonces sin aviso de nada la levantó y la llevó encima de él. Hacía tiempo no pasaban tiempo juntos, además que siendo su única niña no sabía muchos juegos para compartir con ella como con los demás.

— No tengas miedo Emma. Todo está bien. —dijo Allan mientras le sonreía, era la que había sacado sus ojos de agua y sabía por ello que era la más protectora— Mi princesa, te diré que haremos, no esperaremos porque tus hermanos lleguen. Apenas estemos en el hospital vamos directo a ver a mamá ¿si?

— Bueno...Pero espero que no se enojen Kento y Lawliet. —se sostiene de su pecho y apenas cierra sus ojos tratando de calmarse.

— Claro que no, Emma emma emma...—comenzó a cantar mientras pensaba, que esa tonta canción era lo más feliz lo ponía. Entonces recordó, aún no tenía nombre para su hijo más pequeño.

Llegaron y fueron directo a la habitación que les indicó la enfermera. Mientras el hombre bajaba a su niña y le acomodaba su vestido. Luego le dio un beso en la frente y abrió con cuidado la puerta. Entonces las flores se le cayeron de las manos, su hija las tomó algo confundida también. El dragón sintió su mismo olor en aquella persona. Estaba dormido y miraba hacía donde estaba el bebé. Allan se le acercó, casi lo toca cuando Erin salta de atrás de ellos y gritando junto a  los otros tres niños exclaman:

— ¡Hola! ¡Cómo está la paciente! —dijeron en tono alegre mientras entraban un tanto a los empujones. Cuando al ver también al extraño y sentirlo se quedaron callados mientras la mencionada apenas si despertaba del ruido.

El hombre, ya bastante mayor por lo visto ni se inmutó a los gritos de los pequeños, parecía estar por demás cansado. Amuria apenas lo vio con esa de sorprendidos miró a su niña y dulcemente dijo como si nada:

— ¿Son para mi cariño?

— Si mamá. —respondió la pequeña de ojos celestes— ¿Quién es él?

— Un amigo Emma, despiértalo por mi quieres. —le sonrió como afirmando que nada pasaría.

La niña de sólo diez años se acercó y sin titubear posó su mano en una de las mejillas del hombre. También sonrió al sentirlo tan cálido como su padre. Entonces con más ansias le tiraba de los cachetes hasta que logró despertarlo. Aquellos ojos verdes viejos y llenos de sabiduría lo delataron. Le costó reconocer a esos dos hombres como sus hermanos, casi hubiera corrido a abrazarlos de no tener a la pequeña a su lado. Pronto la subió en brazos y con una seguridad ganada con años de pensamientos dijo a sus hermanos:

— Sé que estoy viejo pero ¿aún así no me reconocen? Vaya que no han cambiado nada. —ese tono de voz tan cínico era claro del antiguo Frank, la niña apenas si salió de su asombro no tuvo objeción alguna a tenerlo así de cerca.

Una vez que los otros dos despertaron poco más se le tiraron encima, abrazándolo, golpeándolo, un poco de todo por la emoción. Entonces después del momento cursi Allan lo miró y con lágrimas en los ojos admitió:

— Temía no volver a verte.

— Siempre fuiste muy impaciente, sólo necesitaba tiempo y...un dulce gesto de parte de tu esposa.

El dragón miró a la misma y ella sonrió, se levantó con esfuerzo pero mejor por el descanso y fue hacía donde descansaba su pequeña. Sus hijos se acercaron con curiosidad y la miraron con miedo de despertarla.

— Es una niña, ¿ven que chiquita es? —dijo mientras se sentaba y miraba como las manitos suaves de Ken le acariciaban una mano.

— ¿Cómo se llama? —preguntó Brian mientras le rozó la nariz con su dedo índice, no importa cuántos viera, los bebés siempre le parecieron tan frágiles como el cristal.

— Arleen, significa promesa. ¿les gusta?

— A-r-l-ee-n...—deletrearon los mellizos.

— Es muy lindo. —dijo Emma mientras se apoyaba en su hermano mayor— ¿Brian?

— Me gusta, aunque de nombres no se mucho...como ¿cuál es el nombre de este hombre? —fue directo mientras sus ojos verdes apuntaron a los del extraño.

— Es igual que tú, ¿lo notaste? —expresó riendo Erin mientras miraba a su hermano mayor— Él es Frank, es...su tío más grande. Tú sacaste sus ojos Brian.

— ¿Otro tío más? —dijeron juntos los cuatro hermanos a lo que la beba se despertó abriendo sus grandes ojos verdes, como diciendo "yo también".

Todos miraron a la niña y rieron juntos...

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Después de muchas luchas, temores, caídas y pérdidas la felicidad no es más que un par de ojos verdes abiertos. Algo inusual y efímero, pero por lo cuál vale la pena esforzarse.

Porque el amor es eterno.

Uno puede sufrir, culpar, engañar y perderse...pero si se tiene buenas almas a su alrededor, como Amuria siempre tuvo a su lado podrá tomar su camino y salir adelante para dejar algo bueno y durable  nacido del cariño y esfuerzo como lo han sido sus hijos.

Esta es una historia de amor, lo admito, y por eso se la dedicaré a uno de mis más grandes amores. Quien me apoya cuando ando mal y sin decir mucho me saca una simple sonrisa, a ella que me ha leído...yo dedicaré esta, mi mayor obra hasta hoy, a mi querida Nee-chan, mi Caro.

Gracias por todo, y que este final sea la reflexión necesaria para que su voluntad crezca a hacer y dar lo mejor de ustedes para dejar siempre cosas buenas a su alrededor.

Paz y Amor. Sara.

~Fin~



viernes, 4 de noviembre de 2011

Capítulo Cuarenta y uno: Un Lento Despertar

Después de la noche un nuevo sol nació en el horizonte. Dos personas se levantaron, ya sin lágrimas en los rostros sólo caminaban abrazados como sin querer soltarse nunca. En un momento la mujer se sintió mal y tuvo que sentarse unos minutos antes de continuar, aún estaba demasiado shockeada como para estar firme como siempre. El hombre a su lado la levantó con cuidado para besarle la frente con cuidado.

— Amuria mírame, yo aún quiero pensar que nos queda algo bueno.

— Lo sé. —lo mira aún con una expresión triste y le dice aferrándose a su pecho— Yo también creo que hay algo bueno, nosotros.

Regresaron a la casa de donde había salido, en busca de otros dos que había muerto, una física y el restante mentalmente. Ninguno quiso admitir su pérdida como algo en vano, ambos sabían que en parte debía aprovechar en tiempo que tenían juntos, eso hubieran querido. En cuanto Erin se enteró se largó a llorar como el niño que aún era, pero su hermano supo consolarlo de la mejor manera.
La despedida de aquel lugar, tan significativo en la vida de mucho fue algo triste pero necesario. Lo peor tendría que venir, y sería una madre llorando.

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Quince años después.

Había una casa con mucho movimiento, mientras la mujer preparaba la cena con un vientre ya por demás crecido su marido estaba afuera pintando unos muebles más una cuna ya bastante gastada por su uso. Entran a la casa dos pequeños mellizos que se venían corriendo hasta que uno de ellos se cae  por un empujón de su hermano mayor y empieza a llorar.

— Ken no llores, mamá se preocupará. —dice mientras sus ojos marrones comienzan a querer llorar también al ver a su hermano menor así.

— Pe-pe-ro...me duele... —mira a su hermano mientras continúa llorando.

En eso una mujer de largo cabello y lentes los mira al pasar por un pasillo, entonces cuando nota el llanto de su pequeño va con él para levantarlo. Le sacude la ropa intentando mantenerse en equilibrio mientras le limpia las lágrimas. Lo levanta en brazos con esfuerzo y mirando seria, aunque no enojada le dice a su hermano.

— Law te he dicho que tengas cuidado con Ken, sabes que no es bueno que se golpee tanto, ya van tres caídas en una semana. — le ofrece una de sus manos— Ven vamos a curar a tu hermano, luego le pedirás perdón.

— Me caí solo mamá. —su excusa el pequeño de ojos miel.—

— Igual, debe aprender a ser más suave contigo, más aún sabiendo que no eres tan fuerte...pero si lindo. —besa la frente del pequeño que tenía en su pecho y luego la mano del que llevaba a su lado— No me enojo, sólo quiero que se traten bien.

— Si mamá. —dicen al unísono mientras resignados apenas le sonríen, Ken inclinando su sonrisa a la izquierda y Law a la derecha.

La mujer se va con sus hijos al baño cuando se cruza en frente a su cuñado quien al verla con el niño en brazos no puede evitar quitárselo y tomarlo él. Luego la mira como a modo de reto y sólo le besa la mejilla resignado.

 — Amuria deberías cuidarte más, no hagas tanta fuerza, deja yo me ocupo de...—le observó los ojos al niño, aún no los distinguía bien y ya iban dos años. Ambos tenían el pelo negro como su madre y el mismo rostro.— ...del tierno Ken.

— ¡¿Y yo qué?! —reclamó su hermano, con un carácter más fuerte.

— Tu me ayudas en la cocina. —dice su madre y lo empuja hacia el comedor mientras sobándose la espalda del cansancio dice en voz alta— ¿Dónde estarán Brian y Emma? La comida no tarda en estar y aún necesito quien ponga la mesa.

— Lo crucé en el frente, fue a su buscarla quédate tranquila. Por cierto hoy viene Ember, ¿molesta?

— Claro que no, es amigo mío también. Además que a Law le encanta jugar bruto con él y sería un buen descanso para mi moe chiquito.

~En la otra parte de la casa~

En una pequeña habitación, una niña pequeña revisaba entre las miles de cajas que se encontraban a su alrededor. Entonces alza una roja y pequeña y exclama con entusiasmo:

— ¡Aquí estas!

La abre con cuidado y de su interior saca un colgante, una cadena de plata con un talismán blanco, ella sonríe, como también el joven que la espiaba desde la puerta.

— ¿Qué haces? — pregunta él saliendo de su escondite.

Nada. —exclama mientras oculta su descubrimiento aunque pronto su carita nerviosa la delata.

— Vamos Emma, sé que tienes el colgante de papá.

— Ohh..—bufa por lo bajo y entonces se lo da cuando se lleva una sorpresa.

El joven de ojos verdes azulados va hacía ella y le coloca la estrella en su cuello para luego abrazarla con suavidad. Se separa y le ofrece su mano para llevarla a comer.

— Vamos que sino mamá se enojará.

— ¿Por qué me lo diste? —pregunta a la par que le toma la mano algo sonrojada, su hermano era tan cariñoso que siempre le causaba pena hasta cuando nadie los veía.

— Porque es tuyo, papá me dijo que el día que lo encontraras debías usarlo. Tienes suerte, sólo a ti decidió dejarle un regalo así de especial. — Su voz digna del hermano mayor que era estaba cargada de comprensión y serenidad.

— ¿Por qué es especial?

— Ya lo verás hermana, ya lo verás. — la mira de reojo y le sonríe con amabilidad.

Mientras salían del cuarto se topan con el padre de ambos que al ver su estrella en el cuello de su única hija sonríe, al igual que Brian y les dice:

—Al fin lo encontró. Bueno chicos, será mejor que ayuden a su madre, al parecer Ken se golpeó de nuevo. —apenas nervioso con la última parte tan frecuente.

— ¡Otra vez! —dicen los hermanos mientras se miraban cansados de escuchar el mismo cuento.

Una vez todos en la mesa la niña dio las gracias por la comida y mientras comían su madre al notar que llevaba el collar que alguna vez fue suyo no pudo sino emocionarse, teniendo que pedir un momento para ir a revisar si habían guardado las vendas con las que curaron a su hijo menor como excusa para que no la vieran así. Entonces mientras estaba intentando secas sus lágrimas aparece Allan y la abraza apoyando su mentón sobre el hombro de ella. La siente llorar cayendo algunas de sus lágrimas sobre las manos de él sobre el pecho de la mujer. 

— Hoy se cumplen quinces años Allan.

— Lo sé, feliz aniversario, por décima vez. Te hice un regalo pero quizás no llegue con el tiempo.

— No te preocupes, yo tampoco te compré nada por falta de tiempo, pero está mejor así sólo quiero que estemos juntos. ¿No existen las coincidencias verdad? Que justo este día...—se calla de repente y toma la mano de su esposo con fuerza.

— ¿Amuria?¿Amuria? ¿cariño?¿Sucede algo?

— Allan se dejó de mover...—exclamó con un hilo de voz cuando sus manos comenzaron a temblar.

— ¿¿Qué?? Amuria no...

La mujer se volteó, estaba pálida del susto. Tomó la mano de su esposo y mientras subía su mirada se notaba el miedo en sus ojos. Luego esperó, como si esperara algo pero no había nada...

— No querrás decir... 

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Bueno, es corto pero es lo que quiero...próximo capítulo...

EPILOGO 

Gracias por leer xD 

sábado, 22 de octubre de 2011

Capítulo Cuarenta: El Canto de las Estrellas

Una mujer de cabello blanco de encontraba bajo el manto de sus hermanas. Todas le mandaban mensajes, aún las que sabían que no le serían gratas sus visiones. Entonces un impulso, una corriente de energía dominó el cuerpo de la estrella terrenal para entonces dar camino a lo que su naturaleza le dictaba.

— Lari nara, sumi deo. Ya ii no ii, baqui noademi nu, yami no kotoni, dame dame dame lumino. Lin rin cho... —su canto era tan extraño, por su lengua natal, como melodioso. Lo malo de ello eran las lágrimas que caían de sus ojos al cantar, el significado de aquel impulso era muy cruento para un ser como ella.

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En el bosque se sentía el rugir de una bestia, un ser lleno de odio y temor. En su cuello brillaba una cadena dorada, su amor, y otra invisible que marcaba su esclavitud. A su lado, sólo un demonio o descendiente de los mismos podría ver la sombra de su ama que reía ansiosa por ver el espectáculo que había estado preparando. Entonces el primer golpe es dado, luego el segundo, la mujer seguía intentando despertarlo. A ese mismo lugar llegan dos personas más, el hombre se transforma en su figura de poder y entonces trata de detener a su hermano poseído por su misma oscuridad. La joven restante acoge a la mujer lastimada aunque esta no podía despegar su mirada de la pelea entre aquellas enormes criaturas. Sentía que era su culpa y quería evitar que Allan saliera lastimado aún así era retenida por su compañera quien no la comprendía.
Los rugidos de los dragones, los fieros golpes y rasguños, ambos tenía poder y ninguno se rendiría sin dar pelea. Pero entonces el de escamas negras y fuego azul se detiene para oír el llamado de su ama. Se aleja en las sombras para regresa en todo su esplendor un bella figura, el demonio más poderoso que jamás verían. Si habían pensado que Aiperus fue difícil, nadie tendría noción de la capacidad de Juliett.
Su aura era tan grande, tan insoportable para resistir que Amuria y Lucía cayeron al suelo, ambas débiles por su nueva naturaleza. Allan resistió pero con un gran esfuerzo, pudo entonces observar como alimentaba a Frank con su esencia, esa noche no podría olvidarla nunca.
El dragón tenía sus ojos color rojo por completo, su cuerpo negro como la noche misma y en su interior brillaban las llamas del infierno. Por un instante, todos, creyeron que lo habían perdido. La mirada fría y la sonrisa cínica de la diablesa les invocó temor, un momento en que las voces del alma se callaron para esconderse de ser robadas. Sólo una no temía.

— ¡Déjalo! ¡Él no te pertenece es de Aiperus! —la desafía su hermana mientras se levanta sobre sus rodillas y sin dar importancia a sus heridas— ¡Déjalo Juliett!

— ¿Aún te atreves a hablar? Eres fuerte Lucía, eso me gusta de ti, pero esta vez estoy en todo mi derecho. Frank asesinó a Aiperus, su alma es mía y haré lo que quiera con ella. —los mira a todos— Fueron tan fáciles de controlar, todos estos años jamás vieron las señales, excepto tu...—señala a Amuria.

Se le acerca pero Allan se interpone, la diablesa la mira con fijación. Entonces su cabeza empieza a dolor, la mujer empieza a gritar de dolor. Juliett le dice seria al dragón.

— Puedo hacerle daño aún sin tocarla, apártate o seguiré y aún si me atacas ella sufrirá.—al salir de su camino toma a la muchacha para subirla y mirarle el rostro— Tu debiste haber caído igual que la idiota de mi hermana, pero no lo hiciste...tu eres más inteligente, y por tanto más valiosa.

Entonces Lucía se levanta con toda su voluntad y se interpone ocultando a la más joven detrás de su cuerpo. La diablesa la atacó con sus poderes esperando porque cediera. Entonces un rugiso, pero no de Allan, se escucha ante aquel acto un lamento de la misma criatura. La diablesa apareció al lado de lo consideraría una "mascota" y con un tono falso de enojo le masculló:

— Tan grande y poderoso, pero tan tonto y sentimental. Pudiste hacer grandes cosas de tu vida pero por enamorarte perdiste todo. Inclusive a la mujer por la que tanto peleaste, la abandonaste como a un pero molesto, ¿ya no soportabas que llorara?¿que te preguntara?¿que te dijera "lo extraño"? Díselo Francisco, dile a tu amada lo que piensas de ella.

El dragón bajó la cabeza mientras se veía en su cuello un hilo de sangre oscura caer, Juliett la tomó en sus manos y se acercó al dragón menor. Entonce le ofreció su mano para enseñarle lo que era su hermano.

— Tú lo sabes, la sangre de un dragón es el reflejo de su alma. Mira, sangre tan oscura como la noche, tu hermano es un desgraciado, ahora un esclavo, por eso Allan. No te enamores.

— ¡Cállate Juliett! ¡Tu no puedes decir eso! ¡No lo digas! —faltó en furia tratando de hacerle frente con todas sus fuerza, al ver los ojos brillosos de Allan supo que le había creído, Lucía sabía que esa vez probaban los dragones su lealtad a su raza.

— ¡¿Qué no diga qué?! —la desafió mirándola a pleno con su ojos tan iguales, le permitió que se levantara, eran el reflejo, una joven otra mayor. Ninguna de las dos contenía esa pasión tan profunda de su ser.

— ¡Tu sabes a qué me refiero! —le dijo pero entonces le dio una seña con la mano a Amuria, entonces Lucía se tira encima de Juliett, ninguna podría hacerse más daño, sólo que la mujer sentía el dolor de su traición al acercarse. Comenzó a gritar pero la detendría con tal de que Amuria escapara.

La joven así lo hizo mientras su dragón la observaba con cuidado dando aprobación con el leve gesto. Allan estaba confundido, no podía atacar a Juliett y sin embargo si era detenida por una simple humana como Lucía. En cuando a Frank, ya no se podía confiar al ver su sangre, tendría que tratarlo como lo que era, un demonio.
Entonces la diablesa al ver amenazada su mayor ganancia llamó a su mascota y le ordenó:

— Frank, ataca a Allan.

Se quitó a su hermana se encima convirtiéndose en niebla y luego reapareció encima suyo. Colocó su pie sobre la cabeza de ella, chasqueó sus dedos y el dragón se dirigió a cumplir con los deseos de su ama.
El dragón menor sintió el peso de sus ataques, nunca había logrado competir con su hermano y ahora debía afrontarlo a como de lugar. Ambos inspirados y llenos de poder, ninguno quería poder. La joven aunque quisiera irse no podía al ver la lucha entre ambos, Allan no estaba dando todo de sí, ella comprendía que aún no lo podía dejar de lado, su hermano. Lucía apenas podía moverse, comenzó a llorar del dolor e impotencia.

— Siempre es igual contigo hermanita, mira. gracias a ti he logrado esto.

Amuria no podía quedar sin hacer nada, salió de su escondite y comenzó a gritar. Gritar era lo único que podría, debía alentar a Allan a usar su fuerza, como aquella vez cuando ella perdió el control.

— ¡¡Allan!! ¡Ataca! No es tu hermano, es por Juliett. ¡¡Debes detenerlo!! —no sabía que hacer, cuando al ver los ojos de Allan sobre ella le dijo— ¡Si no lo haces él seguirá así para siempre!

Juliett aplasta bien a su hermana en el suelo para entonces ir con la pequeña y someterla a sus poderes. Lucía sofocada entre tanto dolor lo sintió, esa sensación en su pecho...era hora.

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La estrella danzante comenzó a hacer de su canto un lamento melodioso, sus ojos se llenaron de lágrimas al poder ver con detenimiento quien sería la víctima.

— No... — musitó antes se ser invadida por su impulso nuevamente, quería dejar de cantar, porque si no alguien moriría. Ese era su destino esa noche humana.

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Frank atacaba sin tener compasión, su oponente no soportaría más ni aún usando toda su fuerza había logrado moverlo apenas. Un hilo rojo se veía pender de su boca, lo había golpeado demasiado, no pudo mantenerse en pie y cayó sin poder hacer nada más. Su cuerpo volvió a ser el de siempre, un humano con sus rasgos principales, sus alar aún intentado cubrirlo mientras intentaba mitigar el dolor de sus heridas. Se desmayaría en cualquier momento de no ser que aprovechó las pocas fuerzas que le quedaban para correr hacía Amuria para sacarla de las garras de esa arpía.
El dragón negro lo observa y va en su caza con su cola filosa y lista para perforarlo como si fuera sólo un insecto.
Entonces alguien intervino, salvando a Allan y a Amuria. Una sonrisa se marcó en los labios de Juliett cuya mirada no tenía precio. Soltó a la pequeña y observó con deleite el escenario.

El interior, el corazón de Frank despertó al sentir la tibia sangre de quien acaba de atravesar. Toda la oscuridad de su ser se desvaneció dejando ver su verdadera forma. Un dragón blanco y lleno de luz renació mientras en sus ojos se podía ver miedo. Se fue transformando mas su cola no le respondía y no podía alejarse de ella. Una vez como hombre, tal cual era su naturaleza dijo con un hilo de voz.

— Lucia...L-lu-cía...—la tomó en su brazos y la miró a los ojos— ¡Estás loca!¡Qué hiciste! Porque...tu...Lucía...Lu..

— No te culpes, yo sabía que esto iba a pasar. — mira hacía su hermana— Decidió cambiar a Amuria por mi, soy más pura aún que ella. Pero no podía darle mi alma sin luchar...—se acurrucó en el pecho de él mientras intentaba seguir hablando. Podía ver su collar aún colgando del cuello de su amado.

El dragón por fin pudo quitar su cola, e intentó cubrirla para intentar sanarla pero ella no se movía de su pecho, sabía que iba a morir así. Lo sabía desde el primer momento en que vio a Frankn en su mente se habían cantado las palabras "Él me matará". Lo miró con sus ojos vidriosos mientras le sostenía la mano con la que intentaba contener su herida.

— ¿Recuerdas cuando te conté que todos teníamos alas?¿Que...—dio un corto respiro—...yo sería capaz de darte las mías?

— Lucía tu...—abrió sus ojos de par en par mientras una luz blanca aparecía en la espalda de ella, él fue relatando la historia que ella le confió mientras sus lágrimas caían una por una al verla morir— To-todos tenemos alas, con ellas...con ellas podemos volar con el alma al cielo cuando dejamos el cuerpo. Cu-cuando un ser se vende, vende sus alas y las ata, por eso...no ...no...

— Yo corté mis propias alas para dártelas a ti... úsalas. —dijo acariciando su mejilla, a medida que su luz se volvía la de Frank, la vida la abandonaba como un flor que se deshoja en el viento— Vive mucho, se muy feliz, Frank...yo te amo más que a nada, aún más que a mí misma...perdón.

— Yo también te amo, más de lo que puedo decir o hacer, pero no debiste...

— ¿Me darías un beso?

El hombre no salía de su asombro, de verdad era la criatura más bella que jamás había visto. No pudo evitar llorar, aún cuando no quería, se acercó y la besó sosteniéndola con fuerza para no separarla más de él. Pero el destino cumplió su deber y el cuerpo de la mujer se desvaneció en una luz que terminó por irse con su propietaria. Frank quedó solo, golpeó sus manos contra el piso mientras se sentía cada vez más vacío.
Amuria y Allan estaban atónitos, había sidos usados para lograr que eso ocurriera, Lucía...

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— Lucía... mi primer encomendada, has muerto en tu propia ley...amor. —su canto se detuvo y sólo se dedicó a llorar en silencio.

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La nipona comenzó a llorar encima de su amado, Allan no sabía a quién debía consolar. Pero pronto aquello se haría claro. El ojiverde miró al cielo tomando su collar en una de sus manos mientras lloraba, luego los miró para decirles:

— Gracias por cuidarla Amuria, tienen suerte, podrían haber terminado como nosotros...yo...no quiero llorar más. Tengo que buscar a alguien.

Fue lo único que dijo. Se transformó en dragón, lleno de luz voló lejos...esa sería la última vez que lo verían.
Allan buscó su ropa y a pesar de estar triste no derramó una lágrima, sólo intentó calmar a Amuria quien parecía no se podía levantar de su lugar. Seguramente creería que era su culpa, pero ambos sabían que lo había hecho para salvar el alma de él. El dragón la miró bien, la tomó en sus brazos aún con sus heridas y se quedó con ella toda la noche.
Al amanecer ambos serían libres y podrían comenzar con su vida...

*Desde ese día se escucha el rumor, que en los bosques de Rusia existe un ser de luz que llora entre los árboles, tratando de olvidar...lo que fue su único amor.*


sábado, 8 de octubre de 2011

Capítulo Treinta y nueve: Pernicioso

Sus ojos estaban rojos, no había nadie en la habitación. Con cuidado de no hacer ruido se levantó y salió por la ventana. Abrió sus alas y comenzó a volar...

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Una casa antigua, estaba en muy buen estado, lucía normal casi aburrida ante sus ojos. Suspiró esperando que fuera lo que buscaba y como todo pensador positivo intentó con lo más lógico y tocó el timbre. Una pasos acelerados se escucharon detrás de la puerta, el joven sólo esperó, no tenía más que esperar lo mejor o lo peor. El aroma de su hermano era muy intenso en ese lugar.
Al abrirse la puerta su expresión de chico serio se pierde para asomar a un asombro.

— Amuria.

— ¿Allan? ¿Qué haces por aquí? —exclama sonriendo mientras se hace a un lado— ¿Quieres pasar?

— Emm...claro..—responde aún idiotizado al verla tan espléndida como sólo sus ojos podían verla.

Al entrar su nariz se invadió de varios olores, el de su hermano era evidente pero no coincidía con la presencia de Amuria allí. Pasaron a una sala donde se sentaron, notó lo apenada que se había puesto, sonrió ante esto al pensar que detrás del orgullo de su demonio descansaba una criatura así de dulce. Mientras observaba cada detalle con cuidado. Era toda un mujer, obvio él con veintinueve y ella sólo con un año menos no podía pedir volver a encontrarse con aquella apariencia juvenil con la cual se conocieron. Cruzó por su mente lo de la noche anterior, cómo había recordado a Frank y no a él, ¿podría ser que su hermano la hubiera visto antes? Pero de ser así le hubiera dicho, le hubiera avisado que seguía viva. La mujer de cabello negro lo saca de sus pensamientos.

— ¿Cómo me encontraste Allan? —dice extrañamente no le sorprendía, es más le agradaba verlo de nuevo.

— Este, yo...buscaba otra cosa y bueno, te encontré. —contestó algo dudoso pero era la verdad.

— ¿Otra cosa? Quizás buscas a Lucía entonces, ella es más conocida por esta zona, aunque...me hubiese gustado que estuvieras aquí por mi. —al principio pensó que lo había pensado al darse cuenta que lo había dicho en voz alta sólo bajó la mirada apenada.

— Vine por ti Amuria, sólo por ti. —le dice mientras le levanta el rostro y le sonríe amigable como siempre. Notó en los ojos de ella algo familiar, era lo mismo que cuando le sonreía antes, lograba evocar un alivio en su interior.

Sus ojos se encontraron, entonce una sonrisa atrevida apareció en el rostro de la joven. Allan se quedó helado, por un segundo todo volvió a como era antes. Ella lo sostuvo de los hombros, desde la otra vez tenía esa necesidad de probar un beso suyo, de los hombres que había besado después de ser humana ninguno le provocó tanto deseo como aquel de ojos celestes. Se le acercó y cerró sus ojos, el dragón hizo lo mismo ansioso y cuando estaban apunto de unir sus labios un grito los exalta a los dos y hace que se pierda el momento. Corren hacía dónde se escuchó el grito.
Entonces Amuria abre la puerta de una habitación y seguida por el dragón encuentras el cuarto dado vuelta, mientras la mujer en su interior revolvía aún más y más sobre lo tirado.

— ¿Dónde está?¿Dónde está? —repetía constantemente mientras buscaba entre sus cosas.

Al verla ambos jóvenes se quedan sin entender, aunque su angustia lucía de verdad alarmante. La chica va hacía ella y la sostiene de los hombros intentando calmarla. Luego al notar esta al joven de ojos celestes no consigue ocultar su asombro y se le acerca mirándolo de arriba a abajo sin poder disimular.

— Estás muy cambiado, ¿tu hermano sigue en la ciudad?

— Si está en donde nos hospedamos. —contestó rápido antes su mirada tan fija— ¿La conozco?

— Eras muy pequeño cuando te conocí, debo hablar con Francisco, después pásame su dirección....lo voy a matar...—dijo por lo bajo pero en un tono que no se sabía si era enojo o broma.

— Este, okey, pero...—de pronto la imagen de ella vestida de negro, era la misma mujer que había bailado con él la noche anterior— ¡Eres tu! ¡Tu fuiste quien golpeó a mi hermano! —dice sorprendido antes su despiste pero sin olvidar preguntarse ¿Qué hacía Amuria con esa mujer?¿De dónde conocía a su hermano?¿Y a él?

— Se lo merece por imbécil, y por cierto sólo fue una cachetada, todo hombre recibe una en su vida. —dice fríamente mientras se le acerca imponiendo sus años sobre él— Más respeto Allan que si tu hermano me quitó lo que creo créeme que será más que eso lo que le daré.

— Lucía...—dice Amuria sorprendida de verla así, se le resbalan los lentes de la nariz.

— ¿Qué tienes contra él? Nunca le ha hecho nada a nadie, en realidad nunca ha hecho mucho con nadie que digamos...—esto algo desanimado cuando siente el dedo de ella empujarlo hasta la pared, lo pone nervioso en parte, no tenía idea...pero tenía el mismo aroma que su hermano.

— Pues sí hizo algo conmigo y me hizo algo, tan sólo te diré que le digas que me devuelva lo que se llevó.

— ¿Estuvo aquí?

— No sé, ¿cómo crees sino que pudo robarme algo? —totalmente sarcástica y sacada.

— ¿¿Cuándo?? —pregunta Amuria mirando sin entender, cuando piensa en los gritos que creyó escuchar a la noche.

— Anoche querida, pero eso ya no importa, debo encontrarlo así que Allan dime ¿dónde está? —su expresión era muy efusiva, parecía que también se desquitaba con el joven.

— Espere yo no pienso decirle nada, ¿qué le hizo mi hermano para que lo trate de ladrón ahora?—se cruza de brazos mientras se apoyaba en la puerta.

La mujer estaba colérica en su desesperación, tanto que su amiga tuvo que ayudarla a sentarse para que no se volviera loca de los nervios. Allan observó todo, Amuria era tan atenta y la trataba con tal cuidado que era obvio que eran amigas. La mujer suspiró mientras se tomaba la cabeza y en un tono de desistencia total le dijo ya con un tono normal:

— Tantos años y aún no lo contado a nadie, qué idiota...—levantó el rostro, ahora más humano lleno de angustia por su pérdida— No puedo decírtelo, debe ser él quién lo haga sólo quiero lo que se llevó...porque a nadie más le interesa lo que perdí y jamás me lo quito del cuello...anoche él se quedó y al despertar estaba sola...

Lucía estaba al borde del llanto cuando un sonido los distrae a todos y Allan se queda mirando hasta que se da cuenta que era su celular. Lo toma y en cuanto atiende no puede sino salir corriendo. Las dos mujeres lo siguen y preguntan a unísono.

— ¿¿Qué sucede Allan??

— Frank escapó del hotel, debo encontrarlo no está en condiciones para andar solo.

— ¡Espera! —lo detiene Lucía y entonces lo toma desprevenido, se le posa encima y lo besa cuando este intenta sacársela de encima cae dormido al piso.

— ¿¡Qué le hiciste!? —dice entre enojada y preocupada, más que todo por el hecho y no el efecto.

— Nada, no es bueno que se acerque a Frank, yo sé donde debe estar, iré a buscarlo y lo traeré. De paso le pediré lo que es mío. —la mira y ve sus ojos brillar de una forma familiar al ver al dragón, entonces con su mejor voz le ordena— Llama a su hermano menor, dile que venga aquí, cuida de Allan y te prometo que pronto regresaré con Frank. Ese idiota verá quién soy.

Se la veía tan decidida, cuando en realidad temblaba de sólo imaginar cómo debía verse cada vez más consumido por esa semilla que llevaba en su interior. Estaba en serios problemas, aunque el hecho de saber que se había llevado su foto le hizo dar ilusión de que aún tuviera control de sus emociones. Sin pensarlo más salió por la puerta, dejando a los jóvenes solos y confundidos.
Amuria hace lo que le pide y pone a Allan en un sillón, se pone a mirarlo remarcando cada una de sus fracciones con su dedo índice. Era tan familiar a su vista, se sentía tan bien escucharlo respirar y apoyándose sobre su pecho sintió su corazón latir con fuerza. Ella sonrió, jamás se había sentido tan feliz con solo sentir algo así, lo abrazó apenas como si fuera un peluche quedándose cerca para cuidarlo y compartir su calor con él.

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En medio del bosque ya lejano a la reciente ciudad una mujer de cabello enrulado buscaba con desesperación señal de un dragón. Uno creería que sería fácil por el notable tamaño de los mismos, pero en medio de los árbol eran hábiles para ocultarse y más aún para uno invadido por las sombras. Lucía no tenía miedo, porque aceptaría cualquier golpe, mas no así el hecho de abandonarlo. Sabía que su mente estaba siendo atrapada por la maldad creciente en él, aunque lo negara Frank ya tenía demasiados años lidiando con ello y pronto se quebraría. Un rugido a un lado del camino que transitaba la hizo ponerse alerta, miró entre los árboles y las altas piedras de aquel lugar para hallarlo de una forma tan penosa que tuvo que cubrirse la boca para no gritar de la impresión. Él mismo en un intento por detenerse, se había encadenado a una roca, sus escamas sangraban de tanto luchar por dominar su cuerpo, sus ojos lucías tristes y desolados.
La mujer se le acercó, pero el dragón sólo gruñó mientras movía su cuello en señal de distanciamiento. Su antes roja vestidura de fuego ahora era carcomida por marcas de obscuridad y desesperación ante sus repentinos impulsos. En su collar se podía lucir una cadena dorada más fina, tan larga que llegaba a colgar sin romperse. Lucía tuvo que insistir un buen tiempo hasta que consiguió tocarlo y acariciar su cabeza sin miedo a ser atacada. Ya había vuelto a ser él.

— Vamos, debemos regresar, no tengas miedo. —le musitó mientras pegaba su rostro a la frente de él— Conviértete y salgamos de este lugar, tus hermanos y mi compañera están preocupados. Vamos...por favor...regresa Frank.

El dragón obedeció y poco a poco recuperó su forma humana. Se quedó arrodillado en el suelo mientras esperaba por recuperar el aliento que tanto le costaba aceptar. Miró a Lucía y tomó su mano, estaba temblando.

— Lo siento...lo siento...—su voz también temblaba, no se atrevía a mirarla.

La mujer se pone a su altura, le alza el rostro y al ver esos ojos tan frágiles, abiertos, sinceros, supo que ése era el hombre perdido en sus sueños. Lo abrazó con fuerza, refugiándose en su pecho mientras pedía a Dios porque no se detuviera nunca su voluntad de continuar. Sintió como él la abrazaba pero se separaba de ella mientras intentaba contener sus lágrimas de vergüenza ante su trato. Le tomó el rostro aún temblando, como si fuera lo más delicado del mundo.

— Lo siento, lo siento mucho, fui un cobarde...yo no soporté sentir...—el dedo de ella interrumpe sus palabras y lo deja tan apenado que se sonroja con intensidad, aún con cuarenta años se seguía sonrojando, quién lo diría.

— Te perdonaré mil veces, siempre, aún si me arrancaras el corazón...yo te seguiré perdonando y ama...aman....amando Frank. Yo aún te amo. —la lágrimas fáciles de ella no tardaron en mostrarse, ya no se ocultaba bajo su manto de seguridad y rencor.

Tomó el rostro de él de la misma manera y aún con todas sus dudas y temores se acercaron hasta terminar un beso apasionado, lleno de tristeza. Lucía lloró todo lo que Frank no pudo.

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Mientras en la antigua casa, Amuria sintió un tirón en su pelo que la hizo despertarse con un mala expresión. Ve un par de ojos verdes justo frente a los suyos, se levanta de golpe olvidándose que estaba encima de Allan y le oprime el pecho de una forma que le quita el aire. Para cuando se da cuenta ya lo tenía tosiendo de la impresión.

— Allan ¡perdón! ¡me olvidé que estabas debajo! ¡por favor perdóname no lo hice apropósito! —se lamentaba mientras se levantaba y lo sostenía de los hombros para ayudarlo a levantarse.

Tardó un poco pero se recuperó, miró a su hermano riéndose en un sillón y entonces bastante molesto sacando su tono de "te voy a matar" le dice a la par que se levanta.

— ¡Erin que demonios! ¡Entre que te debo ayudar siempre borracho o consciente ahora me vienes con tonterías de niños! ¡Casi me muero del susto!

— ¡Pero qué demonios te sucede! ¡No te enseñaron que las personas dormidas no deben ser molestadas! ¡Se supone que eres adulto! —también Amuria saltó contra el joven a la par que se vieron como antes, peleando pero con otro, el dragón se sorprendió tanto que se quedó mudo. Al notarlo la joven le pregunta— ¿no debí meterme verdad?

— Está bien, yo te doy permiso, sólo que pensé que esa actitud que da miedo se te había ido...veo que no. —entonces reflexionando dice— ¿Te dormiste encima mio verdad?

— Perdón. —llegó a decir muy avergonzada y se sentó a un lado.

— No importa, siempre lo hacías. —dice confiado y se sienta a su lado.

Entonces se miran sonriendo como tontos, eran tan volátiles sus temperamentos que podían entenderse sin problemas, pero para la gente normal...

— Ustedes están igual de locos. —comenta Erin mientras va a la cocina, impetuoso como siempre— Tengo hambre ¿tiene algo para comer?

— ¡Erin! —lo regaña mientras se golpea la frente con la mano, siempre tan poco sutil su hermano.

Amuria le quita la mano de la frente y entonces le dice sonriendo:

— No molesta, Lucía era igual conmigo, además nos vendrá bien comer algo. —se levanta y va a la cocina mientras intentaba soportar la curiosidad de Erin.

Allan se queda embelesado con su actitud, jamás la pensó tan dulce de esa forma, sólo lograba que fuera así pocas veces. Realmente aún sin conocerla, como humana se hubiera enamorado  sin dudarlo de ella.
Ruidos de ollas y bolsas, miles de preguntas y miles de respuesta. La paciencia de la joven parecía flexible ante el curioso dragón menor. Allan sólo intentó pensar con fe que su hermano estuviera bien, en especial con esa extraña mujer amiga de su querida. Erin vuelve a la sala y entonces se sienta y contento exclama.

— Ya ayudé a Amuria a hacer unos fideos, ¿de dónde la conoces Allan? ¿es la chica por la cual dejaste a Johana?

Sin darse cuenta la japonesa los escucha y mira al hombre con cuidado, pensando en quién era la nombrada. Sus celos se reflejaban en sus ojos, como siempre, ese sentimiento nunca se borró de su ser.

— Si, yo me separé de ella porque nunca pude enamorarme de otra mujer. Sigo enamorado de Amuria, aún cuando me casé supe que no la olvidaría, sólo lamento no haberme dado cuenta, quise borrar su recuerdo con Johana. No se merecía esa mentira de mi parte, pero...tu sabes como quedé después de perderla...

— Parecías un ente. —admite sin medirse como siempre— No le veo nada especial.

— Es muy especial, créeme hermano, ella es —hace una pausa y su voz vuelve a ser tan entusiasta como siempre— alguien a quien podría querer por siempre, aún con peleas y su carácter tan similar al mio, yo la amaré eternamente...sólo con ella hice el amor y con ninguna otra.

La joven que lo escuchó se sonroja tan fuertemente al oír aquello que casi se quema con la estufa de no ser porque se le empañaron los lentes y tuvo que alejarse para limpiarlos. Se sentía tan alagada y avergonzada, ¿cómo podría haber olvidado a alguien así?¿a alguien que la amaba  tanto como se podía sentir al escucharlo? Se sintió mal consigo misma, de verdad habría sido una tonta para huir de alguien como él. Se colocó los lentes y con su mirada de confianza sirvió la pasta en unos platos y los colocó en la mesa. Los llamó apenas, pero al verlo a Allan después de lo que confesó, no pudo sino salir de pronto y dejar un simple:

— Ya regreso...

Erin sin darle importancia comenzó a comer, mientras que su hermano mayor se quedó esperando por su amiga, por ahora amiga, para poder compartir la cena. Esta se había ido a su cuarto, su corazón latía tan rápido que se sentía desfallecer en cualquier momento, sin poder ocultar su pánico. Respiró profundo y tomando la cruz que Lucía le había regalado se dijo muy firme frente a su espejo.

— Debes recordarlo Amuria, no sólo por ti por él también.

Volvió a la cocina y notó que Erin no estaba, más su plato estaba vacío. Allan la esperó, ya estaba fría la comida pero no le importó, le dedicó una sonrisa compañera y comieron en silencio. En cada mirada furtiva entre ambos la joven se sonrojaba. En cuanto terminaron, Allan con su eterna sonrisa se le acercó con la silla, como un niño. Y le preguntó:

— Estás muy callada ¿ocurre algo? Si te molestó Erin, en serio lamento que sea así pero es el más malcriado porque es el más pequeño de todos y yo...

Fue detenido por unos leves quejidos que sintió de ella, miró lo bajo buscando sus ojos traviesos pero sólo encontró lágrimas sobre sus manos tan tímidamente escondidas sobre sus piernas. Se había sorprendido, no era por su hermano que estaba así, debía ser algo más. Pensó entonces en que Lucía y Frank aún no regresaban. La abrazó apenas, con toda esa inocencia que tenían entre ellos y le dijo tan reconfortante como pudo.

— Tranquila, se que tu amiga volverá, no llores Amuria.

— No es por eso. Lucía está bien, lo sé. —intenta limpiarse las lágrimas pero queda sin poder evitarlo— Yo...lo siento Allan, quiero recordarte, en verdad que quiero, pero no sé porque no puedo.

— Ohh, Amuria. —hace una pausa pero luego más animado le dice a la par que le frota la espalda por descuido— No import..

— ¡¡Ayy!! ¡No me toques! —dice mientras le quita el brazo y la siente respirar agitada a lo que se asusta.

— ¿Aún tienes las heridas?

— Si...—ya no valía explicar, sabía que él recordaba mejor que ella.

— Yo sé como curarlas, me gustaría ayudarte si me lo permites.

Ella lo miró y con plena confianza le asintió. Se fueron a uno de los cuartos mientras Erin tomaba su siesta para la digestión. El cuarto de Amuria era muy el estilo que siempre tuvo, colores opacos y del tono del rojo y rosa, entonces ella sólo lo miró y esperó.

— La saliva de los dragones es curativa, antes te sanaste así, me pediste que te curara porque...sufriste mucho... —la mira y entonces le dice calmo— Aunque entendería que no confiaras en mí como para dejarme acercarme como antes, en realidad tuvimos que conocernos mucho para que lograras eso...

El dragón se sorprende porque sólo le bastó decir aquello para que Amuria comenzara a desvestirse. Se le notaba un leve sonrojo, pensó en que quizás le daba vergüenza pero esa confianza y a la vez seguridad de su expresión lograba ponerlo nervioso. Se recostó mientras se cubría con sus manos, él se puso cerca de ella y le retiró los vendajes. Aún estaban abiertas, tal vez en su transformación a humana se volvieron a abrir. Entonces acarició apenas con la punta de sus dedos su piel, ella se estremeció pero de dolor. Allan apenas se acercó a su oído y le susurró.

— Tranquila, te sentirás mejor.

En lugar de quitar la saliva de su boca con su mano como debería haber hecho optó por algo distinto. Sintió el aroma de su piel, la esencia de su sangre coagulada, abrió su boca y con una delicadeza extrahumana comenzó a deslizar su lengua sobre cada herida en su espalda. Era una prueba de devoción y deseo absoluto. La joven no supo dónde ocultar su escalofrío, sólo se dejó hacer por aquel trato, no sentía dolor alguno y en parte sentía que ese cariño sólo podría aceptarlo de él.
Al terminar la vendó de nuevo y entonces ella se voltea para tomarlo de los hombros.

— Gracias. —entonces se muerde el labio y le confiesa— Te siento más familiar que nadie pero aún así no logró recordar nada sobre nosotros.

Entonces siente algo en su pecho, el amuleto, lo saca con apuro y se lo muestra. Sabía que por algo se lo había dejado. Le dice muy cerca pero dando lugar a la estrella.

— Tu me dejaste eso, no sé porque, pero cada vez que brilló fue porque estabas cerca. Fue mi señal para encontrarte y ahora pienso...que podría ser la clave para que me encuentres también.

Ella toma el amuleto y al mirarlo su reflejo, su color, tenía una parte de ella. Lo toma en sus manos aún Allan encima, al rozar con su piel siente lo que había guardado dentro...

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Amuria la han'gô, Amuria la humana, frente a frente. La joven le sonríe como nunca y la abraza fuerte.

— Al fin me encontró, yo sabía que vendría por mi, ahora si estamos completas.

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La mujer vuelve a la realidad y al ver al dragón tan cerca de ella sonríe muy ampliamente mientras sus ojos brillan a lo que sólo llega a gritar con emoción:

— ¡¡¡Allan!!! ¡Sabía que te darías cuenta! ¡Que no eres un tonto como siempre pensé! -lo abraza hundiendo todo su rostro en su pecho, escuchando aquella respiración calma y su fuerte corazón latir sólo por ella. Estuvo varios minutos así. Ya pasada su emoción, intentando mantener su orgullo dice apenas- Eres un tonto, un tonto con suerte.


— Me recuerdas, Amuria, ¡¡me recuerdas!! —dijo a la par que la contiene con gran alegría.

Parecían dos niños pequeños reencontrándose después de las vacaciones, sólo que en su caso habían sido años pero sus risas no podían distinguir el tiempo una vez que se veían de nuevo. En un momento pudieron volver a sentir ese amor entre ellos y con todo aquella escena sólo para ellos sus rostro se fueron acercando cuando un ruido muy molesto los detiene...una risa, una risa de pura burla..

— Aww que dulce dos tortolitos enamorados, me dan asco y me recuerdan a otros dos que deben estar en problemas en este mismo instante...

Al mirar hacia la puerta vieron a un demonio, Amuria la reconoció pero no pronunció palabra alguna.  Se levantaron dispuestos a pelear pero entonces ven algo detrás de ella que los deja congelados. La diablesa levanta el mentón de su víctima y llena de malicia exclama:

— Fue tan fácil poseerlo, es tan ingenuo, al igual que sus hermanos. —lo toma con fuerza y lo tira en la habitación— Cuiden de este mientras elimino al otro.

Allan y Amuria llevaron al pequeño a la cama, era claro en lo pálido que se veía que aquella arpía le había quitado mucha energía, era por eso que se comportaba de esa forma tan hostil antes. El dragón se sintió culpable, debió haberlo notado, su compañera sólo se aseguró de dejarlo bien acostado hasta que se recuperara. Entonces pensaron, al mismo tiempo, en las última palabras de Juliett; "...elimino al otro."; ambos se levantaron asustados y gritaron:

— ¡¡Frank!!

Se levantaron, antes de irse Amuria le dejó su cruz puesta a Erin con la esperanza que lo protegiera, debían ir con Frank y Lucía algo debía estar pasando....hacía horas que no habían regresado.

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La mujer de cabellos enrulados sostenía a su amado mientras caminaban por el intenso bosque. De pronto él hombre cae al suelo, su alrededor se oscurecía, Lucía lo ignoraba y entonces lo abraza.

— No puedo...

— Claro que sí, sólo un poco más y estaremos cerca de la iglesia, estarás bien. —lo consolaba mientras lo tenían en sus brazos más allá de la gran energía maligna que sentía en su cuerpo.

— Vete...po-or favo-or....yo...no sé cuanto...—entonces convierte sus manos y las hunde en la tierra— ¡Sal de aquí! ¡Rápido antes de que te lastime!

Su voz se oía más profunda, era claro que estaba por transformarse de nuevo, una sombra a su espalda, aún después de eliminarlo la esencia del íncubo que lo había infectado con la misma semilla de la cual nacen los demonios seguía presente en el mundo físico. Su contrato se había adelantado en cuando su alma había sido purificada, ahora bastaba purificar también aquello que había dejado en la tierra. Sin saberlo Frank estaba consumiéndose por su propio pecado, al matar a Aiperus, el demonio al cual servía, se había condenado a sí mismo. O se convertía en un demonio o tendría en mismo destino que su amo. Sintió esa entidad, la maldad en su interior comenzar a dominarlo, como en esos pequeños momentos que su mente divagaba y era tomada por su lado oscuro.

— Vete...Lucía...no quiero...—su voz se detuvo repentinamente.

La mujer sólo intentó hacer que resistiera un poco más, las garras de él se contrajeron, su cuerpo ya no temblaba y al abrir sus ojos un color rojo intenso casi negro se hizo presente. Lucía no lo pudo ver, no se iría de su lado, no otra vez. Sintió un escalofrío y aún así siguió abrazándolo, él no podría controlarse por mucho...

Mientras en la lejanía dos personas se acercaban...acompañadas por un ser que no se detendría hasta obtener lo que había esperado por tanto tiempo. Un alma pura.

CONTINUARÁ

martes, 27 de septiembre de 2011

Capítulo Treinta y ocho: Odio

En medio de la gran celebración mientras un desesperado buscaba a una despistada, un despistado buscaba a una desesperada y un joven intentaba hablar con una chica bastante mayor la música resonaba tapando todos esos acontecimientos como si fueran una sola acción de un destino común.
Las luces se apagaron de repente y entonces un presentador cubano por su acento dio inició a la secunda parte de la exposición, el baile. En el gran salón se empezaron a juntar las parejas y fue en ese ir y venir de damas y caballeros que sus ojos se encontraron. Al igual que la primera vez, ambos se quedaron mudos dejando a sus cuerpo actuar por instinto.
Se siguieron entre las personas hasta encontrarse en la parte exterior del edificio. Se miraron pero no se atrevían a decir palabra alguna, era como si estuvieran encerrados y no pudieran salir sus voces a flote de ese mar de confusión. En medio del silencio de aquel bello jardín, rodeados por el verde, todo les hacía recordar a las tardes en aquella plaza. Ella con un vestido largo de color negro y él de camiseta y un jean oscuro. Entonces el presentador dio el anuncio de comienzo. Sin poder resistir a su atracción sus manos se juntaron inmediatamente. Sus cuerpos eran llevados por la música uniéndolos de nuevo en aquella pasión. Pronto alguien los vio y otro más y más gente salió a disfrutar de aquel espectáculo. Eran  superiores a todos los bailarines de aquel salón, pues habían seguido bailando por años y al oír la música, aquel tema les era imposible no descargar un poco de tensión en esos compaces.


Cuando Allan y Erin se dieron cuenta que el que estaba maravillando a media muchedumbre era su hermano mayor se tuvieron que contener por disimular su sorpresa. Nunca en la vida se hubieran imaginado que su hermano era capaz de moverse así y expresar tanto aún con sus ojos mudos y crueles. En el otro extremo de la multitud Amuria observaba con atención, sabía que Lucía bailaba y muy bien pero jamás aceptaba invitaciones de ningún hombre a lo sumo le enseñaba a mujeres o la ayudaba a ella.
Todos hipnotizados por la música, pero ese hechizo se rompió por completo para dos de las personas, cuando sus ojos se encontraron. Los ojos celestes de él no pudieron despegarse de ella, quien bajó sus gafas azules para dejar al descubierto su mirada ante el contraste de su oscuro cabello.

— Amuria...—dijo y entonces algo lo detuvo.

En cuanto terminó la música se escuchó un ruido seco y lleno de odio. Al volver su vista al improvisado escenario vio a su hermano sosteniéndose la mejilla mientras su compañera salía con un paso de miedo hacía la salida.
Miró a Erin y este le dijo por lo bajo:

— Si vos entendiste, contame.

— ¿Qué pasó?

— ¿No viste? Tremenda cachetada se tuvo que soportar, pero no entiendo porqué.

— ¿Frank se dejó pegar? ¿Qué le pasa a esa mu...

Intenta volver a ver a esa mujer de lentes azules y nota que ya no estaba. Quizás se lo había imaginado.

Mientras la joven de pelo corto intentaba alcanzar a su amiga hasta que finalmente la voltea del brazo y al verle los ojos brillosos apenas logra preguntar.

— ¿Qué pasó Lucía?¿Por qué lo golpeaste? —pregunta pensando en lo ocurrido.

— Lo siento cariño, se lo merece, tan sólo no me siento bien...será mejor que me vaya, lo lamento Amuria jamás pensé que vendría justo aquí. Es tu noche la arruiné lo siento..lo siento..

La mujer sólo se desliza de su agarre e intenta alejarse, pero Amuria no la dejaría sola, no así. Va a su lado y entonces la abraza aún sin saber el porqué. Siente como le corresponde pero luego la suelta rápidamente y mientras la mira ya seria le dice:

— Tu debes volver y disfrutar, es por ti la presentación. No te preocupes iré a casa y estaré bien, pero por favor regresa. —entonces la besa dejándola paralizada un instante, jamás se sintió tan bien como entonces pero al volver a abrir sus ojos había desaparecido— ...ohh...yo quería que estuvieras conmigo.

Algo cabizbaja hace caso a su pedido y regresa a la fiesta, la cual ya tenía varios chismes sobre los misteriosos bailarines. Frank estaba aún en el jardín, se había puesto a fumar por los nervios del momento y no daba importancia a los comentarios o preguntas a su alrededor. Erin se sienta a su lado y como haciéndose el tonto.

— Esto está muy aburrido, no hay chicas lindas ni nada, ¿quieres que nos vayamos? —era claro que tenía ganas de quedarse ya inclusive había visto alguien interesante pero no quería que su hermano estuviera así, muy deprimido últimamente y más después de ese desprecio.

— Me iré, pero quédate esa chica rubia te está mirando hace rato y créeme es mejor complacer a una mujer antes que verla enojada...y...que te ignore...—casi murmurando lo último.

— Como quieras, me gustaría ir contigo en serio, estás mal lo entiendo aunque no entiendo porqué te golpeó de esa forma y en público encima.

— Digamos que lo merezco y ya. Vete o te sacaré a la fuerza y le diré que bailas como yo. —apenas sonríe irónico mientras lo empuja por la espalda, no quería ponerlo mal.

— Jajajajja claro...—antes de irse le dice— Bailas bien Frank, yo te pensaba un palo vestido nomas.

No le responde, sólo se levanta y antes de salir se cruza con Allan quien caminaba mirando con atención todas las chicas del lugar. Lo toma del hombro y le dice que se irá, luego se verían en el hotel. Este apenas le escucha para luego seguir su búsqueda. Entonces, después de una hora y tanto,  mientras volvía donde estaba el cuadro misterioso se choca con alguien y cae sobre esta a tiempo para no aplastarla se detiene con sus brazos.

— Estuvo cerca. —se escucha la voz deprimida de la mujer que no puede evitar sonrojarse.

— Lo siento, no me fijé. —al levantar la cabeza y verle el rostro se queda congelado, esos ojos, esos finos labios no podía estar tan equivocado. Sintió la mano de ella sobre su pecho, se sonroja como hacía años no lo hacía.

— Levántate. —le ordena casi, con esa voz tan firme como recordaba. Al ver que el hombre no le respondía con un gesto impulsivo le acaricia la mejilla y le pregunta— ¿Estás bien?

Tarda en responder y al sentir en su piel un gran miedo recorrerle el cuerpo, dudo si sería cierto o el destino le jugaba un broma de mal gusto. Pensar en volver a tenerla, en cuando la perdió, todo hizo que sintiera culpa. Fue por él que se había ido, tenerla tan cerca, tan dulce como pocas veces sabía era. Tuvo miedo y rápidamente se levantó y salió apurado hacía cualquier otro lado.
Amuria al verlo, sus ojos, ese color tan familiar, se quedó muda al verlo irse pero entonces lo comenzó a seguir. No sabía porque sintió esa necesidad de hacerlo, de volver a verlo. Entonces ya cansada de correr le grito:

—¡Hey tu! ¡Detente! por favor...—se apoyó sobre sus rodillas y respiró— Esta noche he corrido mucho...—siente un tirón y se endereza rápido para evitar inconvenientes.

Siente ese dolor de nuevo y entonces se toma de la pared con intensión de no marearse pero ya estaba mareada y algo agitada cosa que no ayudó.

— ¡Amuria! —va a su lado y la sostiene contra la pared, tomándola de la cintura con un brazo mientras le sostenía la cabeza con la otra mano— ¿Estás bien?

— Yo pregunté primero. ¿Cómo sabes mi nombre? —dice mientras se aferra a sus hombros y dice mientras cierra los ojos pero sin dejar de estar consciente— Estoy mareada, me estoy recuperando de un accidente, necesito sentarme.

— Claro, ya, este estamos lejos mejor...—se va agachando de a poco mientras la sienta con cuidado en el suelo. Lucía diferente, más delgada y madura, de verdad era como la chica que él conoció. Temía ilusionarse pero al oír que ese era su nombre sólo atinó a  responder— Sólo lo dije, no sabía.

— Gracias, debí haberme ido con Lucía. Qué descortés que eres, me haces caer, no me respondes y ni siquiera te presentas. Al menos podemos decir que eres adivinador. —dijo como reclamo pero sonriendo mientras intentaba que se le pasara el mareo.

— Soy Allan, perdón por lo de antes, no soy bueno en esas circunstancias. Me confundí, creo, dime ¿eres Amuria Himemiya? —no resistió a la emoción, necesitaba saberlo en ese instante, no podía creerlo.

— Ese maldito presentador, ¿dio mi nombre verdad? Yo le dije que no quería que me conocieran, prefiero ser anónima con mis pinturas siempre me avergüenza mostrarlas y la vez que acepto. Ya hablaré con ese tipo.

— No me recuerdas. —dijo él por lo bajo.

— ¿Qué? —abrió los ojos mientras sólo se enfocaba en él— ¿Tu no me conoces por los cuadros?

— No, yo te conozco de antes...te estuve buscando Amuria.

— Me buscaste, pero yo no...—se sintió avergonzada de no recordarlo, podía ver lo triste que se había puesto, no entendía porque ni su nombre se le hacía familiar aunque sus ojos si.— Me gustan tus ojos, pero no hay otra cosa en ti que me haga pensar que te conozco, lo siento...quizás te confundiste.

— Siempre he estado seguro, y tu...—apenas la toma del mentón— desearía no dudar que estoy soñando, pero ha pasado tanto tiempo y verte viva es...

Los ojos de Allan se llenaron de lágrimas, por alguna razón no quería pensar que se había equivocado, sería una fuerte caída de la cual levantarse. Sintió la mano de ella tomar la suya y jugar con sus dedos, finalmente entrelazó sus manos y dijo:

— Si en verdad me conoces, sólo quiero preguntarte algo ¿cuál es el nombre de mi hermano?

— Aiperus como demonio, Daisuke como humano, tu me lo contaste después que te traicionó.

Ella se quedó sorprendida, era cierto, él debía conocerla para saber algo así, ni siquiera Lucía sabía el nombre humano de su hermano. Entonces Allan tomó confianza y tuvo la intensión de besarla cuando siente una presencia detrás de él y al voltearse ve a Erin ya con varias copas encima mirándolo y riéndose de él. El hombre suspira y dedicándole una sonrisa a su dama le dice:

— Espérame, es mi hermano y al parecer no está en las mejores. No te levantes, ya vengo y te ayudo.

Fue a su hermano y entonces mientras lo ayudaba a sostenerse, tenía ganas de matarlo cuando lo siente caer sobre él completamente fundido. Lo maldijo en alemán mientras lo ponía sobre una silla y volvía con Amuria. La levantó y se fueron a ver si Erin estaba en coma o sólo muy borracho. La mujer se le acerca pero se aleja tapándose la nariz.

— Vaya ejemplo, no se puede estar cerca que uno ya sabe que está tomado, ¿Este es Frank? —preguntó sin darse cuenta.

— ¿Recuerdas a Frank?

Se encoge de hombros sin saber porqué.

— Él es Erin, es más chico, por eso el descontrol. —sintió celos al oír que podía recordar a su hermano y no a él.

Amuria lo ayuda a llevarlo hasta afuera y les pide un taxi para poder llevarlo a descansar. Antes de despedirse ella le dejó una dirección.

— Lamento tener que irme pero me necesita al menos hasta que recupere el equilibrio. —la abraza un momento— Ya tendré tiempo de contarte quien soy y cuánto significas para mi.

La suelta y entra al automóvil. Amuria se siente fría al verlo alejarse, él era alguien especial estaba segura. Pero en medio de sus pensamientos y recuerdos sobre su vida pasada siente alguien tomarla de la espalda. no alcanza a voltearse que se siente atrapada contra la pared. Sus manos estaban inmovilizadas y no podía ver con claridad pues sus lentes se habían caído. Siente que esa personas la obliga a besarla y al hacerlo siente mucho dolor hasta que pierde el conocimiento. Al despertarse aún estaba en la fiesta con una enfermera fuera de turno a su lado, según lo que le contaron se había desmayado en la calle y un hombre la llevó para que la atendieran.

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Lucía se desvestía frente a su espejo, intentaba calmar sus nervios de aquel shock al verlo de nuevo luego de veintitrés años. Era tan distinto, pero en el fondo sus ojos eran los mismos de siempre, le causó mucha impresión.
Se quitó el maquillaje y se quedó un rato mirando la foto de su colgante. Un ruido a su espalda, la puerta de su balcón chilló de forma extraña, pensaba que la había cerrado. En cuanto va a cerrarla siente un voz grave y triste desde afuera.

— Lucía.

Era Frank, estaba justo en la parte de afuera de la terraza dónde no llegaba la vista de la mujer, esta se asomó y al verlo supuso que la había seguido. Fue hacía él, sólo se quedó a su lado mientras sostenía su collar. No sabía que decir, un "Hola" no era lo apropiado y menos un "¿cómo estás?" ya que esa pregunta llevaría a una pelea seguro. Sólo lo miraba de reojo mientras la luna llena los iluminaba a ambos. Entonces el dragón se animó a acercarse un poco mientras al mirar la luna sintió un deja vú que su acompañante supo reconocer.

— Fue un noche así, con esta misma luna. —dice ella por lo bajo cuando en un intento por no escuchar su voz le toma la mano con firmeza— No se que hacer aquí, será mejor que te vayas, no quiero verte.

Lo suelta y entra en su cuarto. Pero sin aviso él aparece en frente de ella, al parecer ya lo estaba afectando como a ella el trato de tanto tiempo atrás. Ella siguió caminando cuando escucha una pregunta que logra estremecerla.

— ¿Aún conservas esa foto?

— Siempre está conmigo, ¿qué pasó con la tuya?

— La quemé.

— Ohh...

Al oír esa respuesta no pudo evitar pensar que había sido cruel, insensible y quizás muy débil. Nunca lo podría entender si no le hablaba. Entonces optó por ver si aún tenía un corazón como en sus recuerdos, los buenos.

— Es lo único que tengo para encontrarlo.

— ¿Lo sigues buscando?

— ¿Tu no? —ya estaba al borde del llanto y su respuesta lo sería todo,  un si o un no le darían una visión clara de lo que era ahora.

— Cada día, pero es duro, difícil y a veces pienso en ti.

— Yo también.

Hubo un silencio extraño, incómodo y lleno de melancolía por parte de ambos. Lucía evitaba mirarlo para no quebrarse, él hacía lo mismo. De pronto un ruido en la puerta los sacó de su ensimismamiento.

— ¿Lucía estás despierta? —dice apenas en un tono alto su amiga.

— Si cariño ya voy.

Frank no puede evitar sonreír irónico al oírla así, jamás pensó que volvería a tener cariño por nada después de lo que él le hizo. La vio irse con desdén a su presencia, se sentó en la cama, la esperaría.
En la cocina la mujer ayudó a su niña a desvestirse y la notó muy pálida, al tenerla cerca sintió el olor de alguien conocido y simplemente la ayudó a recostarse para que descansara. Volvió a su cuarto furiosa en su mirar, en cuanto entró no se detuvo ante nada y se abalanzó sobre el dragón mientras sacaba sus uñas clavándolas en los brazos del mismo. Le mostró sus hermosos dientes de demonio y entonces le preguntó:

— ¿Quién te crees que eres?

— Frank.

— ¡No juegues más conmigo! —le arrojó lejos para el lado de su terraza— Si te vuelves a acercar a ella juro que te arrepentirás, no te quiero cerca, ¡largo de mi casa!

— Nuestra.

— ¡Largo!

— La despertarás si sigues gritando y ambos sabemos que es preferible que descanse, digamos que nunca me gustó buscar información de esa forma pero te fuiste muy rápido.

— No te acerques más a mi, eres un mentiroso, un cobarde, un miserable, un tonto.—sus ojos lo miraban desafiante y su furia aumentó al ver su sonrisa asomarse, se estaba convirtiendo en demonio como ella pero le era más evidente que estaba disfrutando de la situación.

— Tu no crees eso de mi, nunca, ni siquiera cuando me fui lo creíste. —su sonrisa se borró como volviendo a su actitud normal— Yo te vi cada día asomada a la puerta, esperando por mi, pero un día ya no saliste y supuse que me olvidaste al igual que a él.

Entonces va hacia él con sus manos echas fuego de sus palabras, intenta golpearlo justo en el rostro. Frank ni siquiera se cubrió o intentó huir, sólo la miraba fijamente, semi sonriendo ya no parecía él mismo. La mujer apenas hizo el intento desvaneció su poder y cayó de rodillas al suele mientras las imágenes de sus últimos días le eran insoportables ante su presencia.

— Tu me dejaste sola, Frank, yo te odio más que a nadie en este mundo. Aún así la tonta soy yo por no poder olvidar, ni a ti, ni a él...ni ninguna de las cosas malas que me pasaron después...todo por tu culpa...

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La joven corría por el bosque, estaba toda mojada y con el cabello cubriéndole la vista le era difícil concentrarse en su camino. Como era previsible se tropezó con un tronco y entonces miró hacía su espalda y lo sintió venir. Se levantó y aún con sus piernas lastimadas siguió con su escape. No tenía velocidad, ya no tenía sus poderes, no podría defenderse si la atacaba de nuevo. Sus lágrimas se derramaban por miedo y desesperación.
Siente unos brazos helados como ella rodearla de la cintura y comienza a gritar, quería no haber elegido ser una humana, espero por oír su voz pero sólo el silencio reinaba en aquella oscuridad. Miró hacía la luna para dar una súplica, jamás fue escuchada por nadie más que su agresor.

— Tráelo de regreso a mi...Frank te necesito.

Su boca fue invadida por una mano y lo siguiente era muy cruento de recordar.

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Lucía se enderezó en su lugar y como en su mente quiso huir de su antiguo amante, aquel que le había fallado cuándo más lo necesito a su lado. Este la detuvo igual que el hombre de aquella noche y su amada intentó gritar pero le cubrió la boca con su mano empeorando su ataque de locura. Varios minutos después cuando se calmó, la soltó y en el suelo ambos la recostó sobre el pecho de él y acarició su larga cabellera ondulada.

— No te culpo por odiarme, pero si me odias es porque me amas, lamento no dar más lugar al Frank que conociste. Como dijiste alguna vez "mis alas me las han arrancado y ya no podré volar como antes, ni aún cuando intente reconstruirlas de buenas acciones..." Lucía estamos condenados y no hay quien nos salve.

— Por ti odio todo, hasta dormir sola.

— ¿Dormir sola?

— Cada vez que despierto sola, sólo logro ver un espacio vacío y en mi mente la sonrisa de aquel infeliz.

— ¿Te hizo mucho daño?

— Me marcó para siempre como suya, tu no lo impediste...tu no estabas. —se estira hasta poder rozar sus labios con el mentón de él— Tu te habías ido esa misma noche y yo estaba indefensa.

— ¿Dónde te marcó?

— No querrás saberlo.

Ella posó una de sus manos en su pecho, la mano de Frank la siguió y mientras las dudas llenaban sus mente sin poder decir más se quedaron dormidos en aquella posición.

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En una habitación de hotel amanecía el sol y junto a él una fuerte resaca logró sacar una gran queja por parte de su víctima.

— ¡¡Dios mi cabeza!! —se cubre los oídos y vuelve a caer en su cama— ¡No grites Erin!

— Si sigues hablando en tercera persona juro que me voy, te dejo borracho y solo y mando porque papá te venga a buscar.

— Erin no hablará más, pero no amenaces con eso, lo asusta. —dice cubriéndose con las sábanas.

— Te costará caro esta hermano, arruinaste un gran descubrimiento. Ahora tómate esto y deja de quejarte, si te gusta beber soporta la resaca también. —mira hacia una cama vacía— Vamos, Frank no regresó, debemos ir a buscarlo.

En lo termina de decir la oración sienten la puerta abrirse, entra un zombie, no más bien su hermano mayor. Tenía un aspecto terrible y sus manos temblaban a la par que se le notaba le costaba mucho caminar. Se acercó unos metros pero antes siquiera de poder buscar una silla o llegar a la cama se sintió sostener contra la pared y cerró los ojos desvaneciéndose por completo. Allan escuchó el ruido al caer, fue rápido a ver qué había pasado era increíble verlo de esa forma. Era de preocuparse, él era el más fuerte de los tres pero desde la pelea con Aiperus algo había cambiado en su interior que lo había vuelto más débil y poco estable. Lo levantó, tuvo que pedir ayuda a Erin, el mayor era el más grande y pesado de todos. Con esfuerzo lo pusieron en una de las camas, estaba pálido, sus labios estaban azules, Erin no pudo evitar cerciorarse que estuviera respirando porque no parecía en toda su condición. Frank se mueve apenas y toma a Erin por la camiseta para susurrarle.

— No me dejen salir más.

— ¿Frank?

Vuelve a caer inconsciente, al decirle a Allan lo dicho este se queda confundido, sentía que su hermano estaba empeorando en lugar de mejorar. Toma su abrigo y se lo pone, con una mirada seria le dedica unas palabras al menor mientras sale con prisa:

— Cuídalo, si algo ocurre llámame, esto no puede ser coincidencia.

Sus ojos celestes jamás de fijaban en alguien en vano, recordaba los rostros perfectamente, debía buscar a esa mujer con la cuál bailó porque no tenía más motivo para ir a ese lugar que no fuera verla, algo tenía su hermano con esa bailarina y lo debía averiguar. Aunque...
Se detuvo en seco, estaba Amuria, si pasaba por el hotel no estaría para recibirla y quizás perdiera la oportunidad de hablar con ella. ¿Por qué no lo recordaba? Inclusive a Frank lo tenía en cuanta y sólo lo conoció unos días, se sentía echado de menos. No podía rendirse, se colocó un gorro para ocultar su identidad y comenzó a caminar, en cuando percibiera el aroma de su hermano sabría dónde había pasado la noche y con algo de suerte qué le había sucedido.

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En una casa alejada del pueblo, apenas con una habitación, dos jóvenes se encontraban con un demonio. Había un contrato en medio, una diablesa y un demonio desconocido esperaban por sus firmas.

— Piensen que es lo mejor, ya no deberán cargar con la culpa por haberlo creado de esa forma. Será feliz y no tendrán que cambiar nada en sus vidas. —por dentro la diablesa sonreía perversa, sabía que en cuanto firmaran lograría separarlos para luego recoger sus almas al tiempo que estuvieran llenas de odio y rencor por lo ocurrido.

— Te convertirás poco a poco, tu serás mi sirviente, ella, sólo será para la colección de Juliette. Plantaré una semilla de maldad en tu interior, es un precio justo, de no ser porque ella me convenció preferiría hacerte mi vasallo ahora mismo. —el íncubo sólo lo miró con decisión— Si no lo aceptas lo más quieres pagará las consecuencias de su descuido, además Juliette tiene razón, nada cambiará además de su partida con los humanos.

— ¿Podremos volver a verlo?

— Claro, pero deberán encontrarlo solos, no podemos decir su paradero. Deberán buscarlo antes de tener que pagar su deuda. ¿Aceptan entonces?

Ambos jóvenes se abrazaron con la criatura entre ambos, sus ojos jamás denotaron tanta tristeza o amargura. Asintieron los dos y entregando el niño a la diablesa hicieron un corte en sus manos y dejaron caer su sangre al piso, despreciando así su lazo con Dios, vendiéndose al mal, de ese elipsis se alimentaron los demonios y cumplieron su parte. Esa noche, nació un humano...

CONTINUARÁ

sábado, 17 de septiembre de 2011

Capítulo Treinta y siete: La Pasión Prohibida

~Ojos verdes a lo lejos~

Mientras aquel bello romance se desenvolvía en las sombras, las personas comenzaron a soltar rumores, miles de ellos sobre la sospechosa sonrisa del rey de piedra, Francisco Nadolph.
Su padre comenzó a sospechar, inclusive una noche hubiera jurado haber detectado el olor de esa demonio en su casa pero nunca la llegaba a encontrar. Para no asustar a su esposa y sus dos hijos más pequeños, no dijo nada sin tener prueba alguna. Los ruidos en el cuarto de su primogénito le eran de desconfiar, jamás lograría hacerlo entrar en razón, al igual que cuando él conocía a Stell, Frank estaba cegado por ese bello hechizo que es el cariño.
Lucía prefería estar con Frank en los callejones, el parque pero últimamente para no caer en la rutina iba a visitarlo una que otra vez a su cuarto. Aún con el riesgo del gran dragón de su padre ella no medía los peligros y siempre se ocultaba bajo su piel humana. Una noche, mientras se besaba apasionadamente encima de la cama del ojiverde un niño pequeño y asustado entra y al verlo en una posición comprometedora se queda mudo y deja caer su osito de felpa al suelo.

— ¿Allan? —dice a la par que se levanta y le cierra la blusa a su compañera mientras la mira y susurra— Es mi hermano menor.

— *Flancisco ¿qué están haciendo? —dice confundido mientras su carita denotaba curiosidad— ¿Quién es ella?

— Este, Allan verás yo...nosotros..sólo estábamos. —titubea mientras intenta inventar algo que no traumara al pequeño.

— Estábamos besándonos. —dice tranquila Lucía mientras le ofrece los brazos y el chiquito tan dulce y confiado va con ella. Lo sienta en la cama en medio de ambos y sonriendo le contesta— Me llamo Lucía.

La joven tiró su rizado cabello hacía atrás y admiró la inocencia del pequeño. Se preguntó si Frank había sido igual de lindo de niño. Sus ojitos celestes le daban a entender que sería alguien muy especial. Le revolvió el cabello a lo que este mira a su hermano y vuelve a poner la cara de susto con la cual había entrado.

— Tuve una pesadilla helmano y no puedo dolmil. —dijo mientras sus ojos se llenaban de lágrimas.

— Aww pobrecito, ven quédate con nosotros un rato hasta que te de sueño. —exclamó conmovida la han'gô mientras lo abrazaba contra ella y se tiraba en la cama. Le tiró de la camisa a Frank para que los acompañara.

Después de un tiempo hablando y contando historias con el pequeño, este finalmente logró dormirse entre ambos mientras abrazaba a su oso son una sonrisa en su rostro. Lucía se levantó y fue hasta la terraza para irse, siente a su novio retenerla y tomarla por la cintura, apoyó su mentón en el hombro de ella y le dijo:

— No creí que fueras así con los niños, Allan suele ser desconfiado pero le has caído bien. —le besó la mejilla, sintió como ella sonreía.

— Es muy dulce como su hermano mayor, sólo por eso fui amable con él. —le responde el beso de la misma manera y luego se esfuma como niebla.

Frank la ve a lo lejos saludarle, siempre debían ocultarse de esa forma, aunque Allan les había cortado el momento les dio una noche bastante calma y relajada a diferencia de las demás llenas de temor y nerviosismo por ser encontrados. Fue al lado de su hermano apenas lo abrazó con un brazo y se quedó dormido a su lado. 

A la mañana siguiente, el dragón se despertó y entonces al mirar a su lado vio que Allan había desaparecido. Se levantó algo asustado y lo buscó por el cuarto, no estaba. Salió por la puerta y entonces escuchó la voz de su madre:

_ Francisco, hijo, el desayuno está listo. Si estás buscando a Allan, ya lo fui a despertar yo.

El dulce aroma del desayuno logró relajarlo,  por un momento se había asustado. Vio a Galf entrar al baño y amenazarlo con su cepillo de dientes.

— Si te levantas tarde, no te quejes si llegas tarde. No molestes. —aún estaba dormido.

Frank hizo una sonrisa torcida, si, llegaría tarde a la escuela, ese chico siempre se tardaba media hora. Su cabello ondulado era indomable y sin contar su perfeccionismo con el mismo para quedar decente.  Se golpeó la frente con la mano, esperó hasta que su hermano por fin liberó el baño y se metió. 
Una vez alistado y listo bajó para encontrarse con la mesa lista y su madre ya sirviendo. Esta sonreía, siempre sonreía mientras le servía a sus tres "hombrecitos". Se sostuvo su vientre ya bastante crecido y se sentó.

— Mamá me hubieras pedido ayuda, como estás no debería hacer tanto tu sola. 

— Tranquilo, ya he pasado tres veces por esto, además este es más tranquilo de lo que fue Allan jajaj —río un poco, tomó su taza y luego de un sorbo le dijo— Galf se levantó hace rato y puso la mesa así que no hice mucho tampoco.

— Claro, yo no duermo hasta las once como otros. —mira a su hermano mayor sonriendo irónico.

— Maldito enano...—murmura por lo bajo cuando a su lado aparece su padre, Frank se pone serio como siempre y sólo toma una tostada para disimular su cansancio.

— Lo siento Flancisco, fue por hacelme companía que se quedó hasta talde. Tuve una pesadilla. —cuenta apenado Allan mientras movía la cuchara de su taza.

— Hubieras venido con mamá, sabes que él debe dormir mucho o si no se pone de mal humor. —apenas le acaricia el hombro a su hijo serio y le sonríe— Me alegra que lo hayas cuidado, ahora sólo me falta ver que pasen un día sin pelear con Galf. 

— Lo siento, al menos no te despelté.

— ¿Cómo aún estaba despierto? —dice el padre mientras mira de reojo a Frank, él siempre revisaba cada uno de los cuartos y estaba dormido cuando pasó por el suyo.

— Sip, él estaba besándose con Lucía pelo no hubo ploblema y me quedé con ellos un lato hasta que me dolmi.

Los padres se quedaron mudos mientras miraba a su hijo tan fijamente que pudieron haberlo atravesado, Galf sólo lo miró un momento mientras pensaba "este se metió en problemas" y entonces se terminó su tostada de una mordida. Allan miraba a todos, quizás había dicho algo malo o pronunciado mal por su problema con las "eres". No se entendía nada. 
En ese momento Frank sintió como el poco té que había tomado le calló como una bomba mientras su corazón casi se sale de su pecho por el nerviosismo. Se levantó lo más rápido que pudo, salió de la cocina e intentó irse por la puerta. Siente la fuerte mano de su padre contiendo su brazo y entonces lo tira hacía él. Su mirada demostraba enojo, decepción, era tal cual se lo esperaba.

— ¿Qué estabas pensando al traer esa cosa a nuestra casa?¿Estás tratando de provocarme verdad? No tienes idea de cuánto lo dude, de cómo intenté contenerme por tu madre como está ahora no debe pasar por un momento como el de recién. ¿Crees que le gusta saber que una chica extraña entró a casa, estuvo a tu cuarto, y no pensar nada malo en cuanto a eso? ¡Francisco contéstame! —lo sacudió y contra la pared esperó por que su esposa no se arrimara por el pasillo y las cosas se pondrían peor.

El joven apenas podía pensar, sabía que no le creería, que pensaría que Lucía lo había hipnotizado o engañado. Sólo lo miró tan frío como siempre y le dijo con la voz más firme que encontró.

— Ella me ayudó con Allan, no pasó nada serio, un beso no es nada malo. Y aunque te lo he tratado de decir no me crees, ¿qué caso tiene hablar contigo cuando ni siquiera me escuchas?

— ¿Y tu me escuchas? ¿Qué hay de tu madre?¿Te parece bien lo que has hecho? 

— Yo siempre te escucho, inclusive dudo mucho por lo que repites mil veces, porque compruebo todo lo contrario en ella. Yo no quise nunca ocultarle nada a mamá pero simplemente no confío en ti y por eso lo escondí, nos escondimos para estar juntos. Yo la amo. —en ese instante lo ojos verdes de él se quebraron un momento.

— Deja de decir tonterías hijo, el daño que le estás haciendo a tu familia y tu diciendo tales cosas. No lo ves aún pero ella es un demonio, en cuanto vea la oportunidad se aprovechará de ti como todos y entonces volverás pidiendo por mi ayuda. Y yo...no te la daré por terco si sigues así. Ahora  inventa algo rápido porque lo único que no voy a aceptar de ningún modo es que pongas mal a tu madre.

— Claro, pero igual...—se libró de su agarre— Nunca te pediré tu ayuda, no te tengo confianza.

Esas palabras fueron como una daña en el alma del viejo, él sólo intentaba proteger a quienes quería, pero nunca tuvo esa sutileza o tacto para el trato. Por eso se casó con Stell, una mujer tan dulce y delicada que logró ver esa carencia de él y confortarlo. Se pasó la mano por la nuca y se quedó pensativo un tiempo. 
En la cocina  Frank volvió y convenció a todos que fue un mal entendido, que estaba viendo una película y que Allan sólo no supo expresarse. Como que hablaba de la película, no de él, algo dudoso se quedó Galf pero su madre ingenua le creyó. Después habló con Allan a solas y le pidió que no volviera a mencionar a esa amiga suya, él como era muy obediente de su hermano mayor lo hizo. En cuanto a su padre se dio cuenta que no podía seguir estando tan cerca de su amada, debían volver a verse en la calle y esta vez tener más cuidado. Ahora lo tendría más vigilado que nunca. 

Dos semanas después, una noche que con suerte de todos los Dioses convenció a su familia de que iría de campamento con unos amigos, logró estar con Lucía tranquilos. Ella tenía una pequeña vivienda en un pueblo cercano. Su hermana no estaría, así que sería todo perfecto, sólo los teletransportó a ambos hacía allí y ya caída la noche comenzaron a desatar su parte más pasional.
Él acariciaba sus piernas con lentitud, ella apenas rozaba su espalda con sus dedos, sus besos ya no eran sólo buenos, si no también llenos de deseo. Entonces él notó un calor en su entrepierna y un tanto asustado se alejó de ella y se sentó un momento. Estaba nervioso ante eso, hacía mucho tiempo que la conocía, que quería estar con ella, pero siempre estaba tan cerca y eran interrumpidos. En ese momento su propio miedo lo detuvo.

— ¿Qué pasa Frank? —dice ella mientras se acerca a él y nota aquella reacción en sus pantalones— ¿No quieres que..

— Si quiero, sólo estoy algo nervioso es todo. —intenta sonar frío como su costumbre pero le era imposible ante ella, se sonroja fuertemente.

— ¿Tu nunca has hecho esto? —se le acerca y le besa un costado del cuello mientras sentía su corazón latir con intensidad.

— Eres la única chica que he besado, creo que basta con decir eso. —él apenas la mira y entonces siente como le desata el pelo y apoya su mano en su nuca haciendo que le diera un escalofrío.

— Yo tampoco he estado con nadie, tengo miedo igual aunque...quiero. —lo mira con sus ojos llorosos, nunca había pensado que pasaría así.

— ¿Tu? —la mira y supo que no mentía, lo había elegido, a él. No lo podía creer, que confiara así. Tomó su rostro con sus dos manos y la besó de forma tierna mientras la volvía a recostar en la cama y al separarse le dijo— Te amo.

Ella le devolvió las palabras con la mirada y apenas sonrió cuando al notar las caricias de Frank sobre su piel empezó a sonrojarse a pedirle dulcemente que siguiera. Él estaba decido a demostrarle su amor, aún cuando él no pudiera disfrutarlo, o estuviera confundido en cuanto lo que sentía, sabía que Lucía lo entendería y aunque sólo disfrutara ella, él sería feliz.
Se amaron toda la noche.

A la mañana siguiente Frank se despertó y miró a su amada dormida sobre su brazo, había sido un noche especial. Le besó la frente y se quedó a su lado mientras la abrazaba. Entonces la siente quejarse apenas, pensó si aún estaba dolida, siente como le tira de un mechón de pelo y abre sus ojos carmesí con sorpresa. Lo ve un segundo y luego sin decir nada se levanta apenas y sube encima de él mientras se acuesta sobre su pecho. Él se queda estático, al sentirla tan cerca como antes, tan cálida y su cuerpo desnudo sobre el suyo. La joven lo abraza con sus brazos y abre sus piernas debajo de él. Siente como se rozaban, le sonríe pícara y entonces ya con una voz confiada y segura le dice:

— Lo peor ya pasó, ahora quiero que te guste también.

— Yo estoy bien, no es que no me haya gustado solo que...—siente como ella se levanta dejando al descubierto todo su cuerpo, él la mira sin recelo y entonces le acaricia la cintura a lo que ella hace un gemido que logra ponerlo nervioso— Lucía no es necesario que...yo no sé si es placer o no por mi condición pero me gus..

Es interrumpido por los labios de ella y entonces al verle los ojos se da cuenta que ya no había temor. Siente sus suaves manos tocarlo, por alguna razón también empezó a sentir que quería más y más de ello. Al notar su impaciencia la joven lo mira y pegando sus frentes le dice:

— Esto es placer Frank, quiero escucharte...dime ¿qué quieres? —su voz lasciva desapareció cuando sintió los labios de él, su lengua invadirla de forma abrupta, luego las manos de él tomaron las suyas y poniéndose sobre ella logró responderle.

— Yo te quiero a ti. 

Ella sonrió al oírlo, porque sabía que siempre estaba pendiente de sus sentimientos, pero ella nunca tuvo oportunidad de retribuirle y quería por lo menos una vez, que pudiera sentir como un persona normal. Que viviera, que deseara estar así tanto como ella la noche anterior. Porque bien sabía que esa noche fue suya, entonces esa mañana sería para él. 

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 Luego se ese día que compartieron juntos, le era una tortura estar separados, así que se veían más seguido que nunca. Se necesitaba, se querían tanto y confiaban tan ciegamente que ni siquiera Frank se molestó en discutir más con su padre y simplemente se escapaba de noche él a costa de la opinión ajena. Sus hermanos comenzaron a notar su ausencia, su madre comenzó a preocuparse, pero pensando que era normal en él decidió no preguntar. Una noche Allan asustado de nuevo fue al cuarto de Frank y se encontró con que estaba vacío, entonces desanimado se fue con Galf. Este lo recibió en su cama sin problema, apenas tenía seis años y a pesar de no entender mucho aún se notaba que el niño de ojos celestes sabía algo. Su hermano mayor solo lo acobijó bien y le tarareó una canción, entonces mientras este se quedaba dormido le sintió decir:

— Flancisco se fue con Lucía ¿verdad?

— Lucía es de una película, no existe Alli. —le contestó su hermano mientras intentaba no quedarse dormido él.

— No le digas a nadie. —le advierte y al ver como le asentía le confiesa— Lucía existe, es una chica de veldad y estaba con Flancisco. Ella lo llamaba Flank y fue muy amable conmigo, pelo él no quiele que diga nada polque si no papá se enojalá con él.

— Allan no te preocupes por eso, no es nada malo, pero no debes meterte en sus problemas. Algún día entenderás que papá sólo nos quiere proteger, aunque Francisco está muy enganchado al parecer. Tú sólo duerme que yo arreglaré todo de alguna forma. —le dice para consolarlo y al sentirlo dormirse encima de él dice por lo bajo— Esto no va a terminar bien.

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Una tarde, al regresar a casa, ya muy tarde el joven con sus ojos aún emocionados se encuentra a una sorpresa esperándolo en el sofá media dormida. Al parecer su madre estaba allí, en medio del invierno,  con un libro sobre su gran panza de embarazada y una seña en su rostro que detonaba preocupación. Claro, su esposo se había ido a sus "peleas" y ella debía asegurarse de cuidar a sus hijos, al ver la ausencia de Frank sólo le sobró quedarse a esperar que regresara para retarlo y ver que estuviera bien. El pelirrojo se le acercó y entonces abrazándola como nunca intenta levantarla. Apenas le susurra al oído.

— Mamá, te hará mal si tomas frío, ven te llevaré a dormir.

Siente entonces los brazos de la mujer abrazarlo con fuerza. La sintió sollozar encima de él. Asustado se separó apenas y viéndola al rostro le pregunta angustiado:

— ¿Pasa algo?¿Te sientes mal?

— Es la primera vez que me abrazas así...

Dice ella emocionada y lo vuelve a abrazar mientras intentaba no apoyarlo sobre su pecho. Frank se sorprende ante esto, ¿sería cierto?¿él nunca la había abrazado? Se sintió algo triste ante esa reacción, de verdad había sido tan cerrado tanto tiempo que nunca pudo decirle cuánto la apreciaba, cuánto...

— Te quiero mamá.

— Ohh mi hijo, lo sé, lo sé pero...hace bien que lo digas de vez en cuando. —se lo saca con delicadeza e intenta secarse las lágrimas, lo miró bien a su niño y besándole la frente le dijo— Veo que estar enamorado te ha hecho más dulce de lo que eres, no sabes cómo me alegra que me hayas abrazado. Te amo.

Lo besó un par de veces más y luego se levantó sosteniendo su cuerpo ya bastante pesado y ayudada por su hijo fue al cuarto para acostarse. Se recostó y Frank la cubrió con las sábanas, se quedó un rato a su lado tomándole la mano para que no se sintiera sola. Siempre lo hacía cuando su padre se iba porque sabía bien lo que ella se preocupaba. Pensó entonces en la molestia que le había ocasionado, al irse así sin avisar, se debió haber asustado. Se recostó apenas a su lado y mientras la miraba pensó que ella, sus hermanos y Lucía eran las únicas personas a las cuales nunca querría lastimar. Sólo le hubiera gustado pensar también en su padre, pero nunca lo sintió así.
Sin darse cuenta, el calor de su madre y la tranquilidad del ambiente fue su mejor aliado para poder conciliar el sueño.

A la mañana siguiente despertado por un fuerte tirón en su coleta. Miró a su derecha cayéndose de la cama, al ver al enano frente de él le reclamo enojado:

— ¿¡Hay mejores formas para hacer que te quiera sabes!?

— Lo sé, pero la cuestión es que últimamente te odio Frank. —dijo serio y con gran énfasis en el apodo.

— ¿Por qué me llamas así? —se sobó la espalda.

— ¿Si esa mujer puede porque yo no?

Abrió sus ojos verdes pálidos y tomándolo del brazo salieron del cuarto. Se arrodilló a su altura y lo miró entre enojado y sorprendido. Vio los ojitos de Allan asomarse por el sofá y entonces bajó la mirada como entregado a saber quién fue su delator.

— Si sabes lo que te conviene, y eres muy inteligente, no dirás ni una palabra.

— Oh claro, escápate con tu noviecita, mientras aquí quien cuida de mamá somos Alli y yo. Además ¿tienes idea de cómo estuvo anoche? No debe estar mal, al menos no por tu culpa, eres un tonto.

— Hablas igual que papá. —respondió casi en queja— Anoche me descuidé pero la convencí que no se preocupara, no entiendes enano, y no asunto tuyo.

Allan estaba a punto de llorar, odiaba verlos discutir, claro entre un adolescente y un niño de trece años siempre había rivalidades por lugar;aunque esa vez se sentía más tenso que de costumbre.

— ¿No es asunto mio? ¿Qué hubiera pasado si le pasaba algo a mamá o a Allan? ¡Yo aún no sé que hacer! y me da miedo pensar en eso...—agregó al último serio mientras lo desafiaba con sus ojos más oscuros.

— No va a pasar nada, sólo no te metas en mis problemas, además yo siempre estaré para cuidarlos. No debes...—intenta tomarle el hombro pero Galf lo evita y sólo se encierra en su cuarto— Galf...

Frank bajó la mirada al suelo, sentía que lo había decepcionado, se sentó en una de las sillas de la sala y entonces se sostuvo la cabeza con la mano. Pensó por un tiempo, cuando sintió un sollozo débil provenir del fondo del cuarto. Se acercó a uno de los muebles y vio a su hermano menor llorando e intentado ocultarlo. Lo toma por la espalda y entonces este se queda callado. Frank se sienta y lo pone encima de su pecho para consolarlo.

— No volveremos a pelear Allan, no frente de ti, todo estará bien. —le repetía una y otra vez mientras sonreía para que no lo viera tan mal,entonces el pequeño se acurrucó en él y por fin dejó de llorar— Te prometo, jamás volverás a escucharme gritar o ponerme mal, sólo cálmate.

— ¿En selio?

— Si.

— ¿Incluso con papá?

— Incluso con papá, sólo deja de llorar.

— Esta bien, ¿Flank?

— ¿Si?

— ¿Me prepalas algo? Tengo hamble.

— Claro, ve a cambiarte. —lo baja al suelo y él se levanta para ir a la cocina, hoy cocinaría él, dejaría a su madre descansar.

Frank a veces olvidaba, lo responsable que debía ser a veces, con Allan le era fácil porque este siempre lo buscaba y le pedía las cosas. Galf era tan distinto, siempre queriendo hacer solo las cosas y casi nunca podían hablar sin pelear. Debería solucionar ese problema con él, tenía razón de no tener que causar más momento de angustia para su madre. Entonces decidió ser honesto con ella, no en todo, pero para que no se asuste.
Le contó que tenía novia, ella al principio pensó que le estaba jugando una broma, claro que sabía que andaba enamorado, se notaba pero una chica debía ser muy especial para alguien como su hijo. Luego de hablarle un poco de ella, quedó en que quería conocerla aunque al joven no le pareció buena idea y sólo intentó evitar esa parte.

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Hubo un alejamiento, ya no lo buscaba, ni siquiera la había visto por el parque. No sabía porque, quizás tenía cosas que hacer o necesitaba arreglar algún asunto pero luego de unos días Frank comenzó a preocuparse por la ausencia de Lucía.

Una tarde de lluvia mientras el joven de ojos verdes hacía un mandado vio entre las sombras de la calle una figura de una chica que entraba en un callejón al instante en que pareció verlo a él. Olfateó el aire y con toda seguridad fue detrás de ella.

— ¡Lucía! ¡Lucía! ¡Soy Frank! —le gritó como mil veces pero esta parecía ignorarlo.

La vio detenerse y apoyarse en una pared, antes de decir nada ella ya estaba arrodillada en el suelo. Frank se apresuró a buscarla y entonces la abrazó contra él para evitar que se cayera. La nota muy delgada a antes, sin dudarlo un segundo la toma y la carga encima de él. Mientras caminaba pensó por un instante, su padre no estaba en casa, podría aprovechar y llevarla allí. Debería ser muy cuidadoso, aunque sin Galf por su reunión en el club de "Star War" sería casi posible que su madre lo dejara ayudarlo sin necesidad de ocultarla. Animado por esa idea se apresuró junto con las compras y su novia en brazos para llegar.

Una vez en casa, al abrirle la puerta la dulce Stell no pudo resistir ayudar a esa pobre niña, sabiendo claro que era la novia de su hijo. No era bueno mintiendo Frank, casi nunca lo era.
La recostaron en el sillón y entonces su madre le tocó la frente con cuidado.

— No tiene fiebre, debe ser que anduvo sin comer o algo así, en cuanto despierte le prepararé algo. — se levanta y entonces sólo mira a su hijo—  Cuídala, estaré en la cocina, mientras llama a Allan, ese niño es una marmota durmiente.

— Claro mamá.

Se quedó al lado de ella y entonces la sintió quejarse y apenas abrir los ojos. Le sonrió al verla bien pero su respuesta no fue la que esperaba. Ella se levantó de golpe y sintió de nuevo esos mareos, se sostuvo de él y notando que estaba en su casa le dijo:

— Debo irme no debería estar aquí...— sintió cierta presión en el estómago.

— Tranquila mi padre no está y mi madre no tiene idea sólo cálmate. Lu...

—  Necesito ir al baño.

—  Ya te llevó.

La ayudó por si se caía y la dejó sola, entonces sintió el agua del lavado abrirse y un ruido extraño. Estaba vomitando era obvio, Frank se asustó, estaría enferma, por eso lo evitaba. Al abrir la puerta notó lo pálida que estaba la abrazó. Entonces se siente un suspiro desde el pasillo y al desviar sus ojos de ellos mismo se encontraron con la mama de Allan mirándolos con un taza en mano.

— ¡¡Mamá!! —se quejó él y entonces sin soltar a Lucía le dice— perdónala, es curiosa por demás.

— ¡Lucía! —dijo Allan desde el cuarto y salió a saludarla pero mientras la abrazaba notó que Frank no la soltaba y entonces se quejó— ¡Ahora me toca a mi abrazalla!

— Allan...—dijo a modo de regaño mientras lo miraba de reojo.

Lucía y Stell rieron a la par por sus actos. La llevaron al sillón donde estaba ante y entonces tomó apenas un poco de té caliente. Eso logró ponerla de mejor aspecto.

— Asi que Lucía, te ves mal niña ¿cómo te sientes? —dijo la mujer mientras le tocaba la mejilla y le daba un pequeña caricia.

— Mejor pero sólo es un pequeño desmayo, ya estaré en condiciones para volver a mi casa. Gracias. —sonrió por lo bajo, al sentir la caricia recordó a su propia madre y por un extraña razón los ojos se le llenaron de lágrimas— Lo siento, ando muy sensible últimamente...no es nada en particular sólo...

Comenzó a llorar por lo bajo mientras intentaba cubrirse. La mujer también se puso sensible y Allan casi llora también, ahí él único que no lucía triste sino sorprendido era el ojiverde. Él la rodeó con sus brazos y sólo la contuvo hasta que estuvo mejor. A su madre se le escapó un segundo suspiro pero luego pasó.
La joven se despidió de la mujer y el niño, agradeció la hospitalidad y con su mejor sonrisa los convenció que estaría mejor al llegar a su hogar. Pero el dragón no se quedó del todo seguro, en cuanto su madre se quedó dormida no resistió y siguiendo el olor de ella consiguió por fin encontrar su casa. Estaba cerca de uno de los pueblos limítrofes, entonces entró y encontró a su hermana. La conocía pero nunca le cayó bien. Esta se levantó y caminó hacia él, le pegó una cachetada y sonriendo maliciosa le dijo:

— Has arruinado tu vida idiota. —se desvaneció en el aire.

—¿Pero qué demonios fue eso? —se quejó mientras se tocaba la mejilla algo roja, le dio con ganas.

Siente ruido desde la habitación de su novia y va a ver, la encuentra en el baño haciendo lo imaginado. Al verlo no puede sino intentar alejarse de él.

— ¿Qué haces aquí? Tu..tu..tu debes irte..—intenta empujarlo pero se sentía lo débil que estaba y ni siquiera logra moverlo de su lugar.— ¡Vete!

— ¿Qué te pasa? ¿Por qué no quieres que esté contigo?

— Porque voy a arruinarte la vida...yo soy una idiota.

Entonces supo en seguida quien le había dicho eso.

— No hagas caso a tu hermana, ella no sabe nada. —intenta besarla pero ella lo impide.

— Me vas a odiar, yo no quiero que estés conmigo porque fue mi culpa.

— ¿De qué hablas?

— Frank yo...

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En una celebración al arte, una presentación especial, un cuadro de una novata. Un gótico paisaje donde una mujer desnuda con marcas en la espalda de sus antiguas cadenas, ahora restos en el piso, ella alzaba su mano al cielo dónde otra la estaba esperando para llevarla consigo a la luz de un nuevo despertar. Algo bello y claro, emocionante para su autora quien lo miraba asombrada mientras era abrazada con orgullo por su amiga.

— Es muy hermoso Amuria.

— Gracias Lucía.

Mientras, alguien había quedado paralizado en la otra parte de la sala, un joven de ojos celestes que al ver el cuadro sintió su corazón salirse de su pecho. Entonces su hermano mayor lo toma de los hombros y un tanto sorprendido también le dice al oído:

— ¿Es lo que creo que es?

— Espero.

— ¿Qué hacen ahí en medio como si nada? Vamos, quiero ver que más hay. —se quejó el más chico mientras los tiraba de sus camisetas a ambos.— Ya después vemos los cuadros, tardamos cuatro horas en llegar y no he comido nada. Exijo comida.

— Yo voy contigo Erin, deja de actuar como un niño. —exclamó el mayor mientras empujaba a Allan hacía el lado contrario— Ve a ver si dicen que quién es.

El dragón aún algo shockeado le levantó el pulgar en señal de afirmación y se acercó a esa pintura. Era tan parecida a las misma marcas que portaba Amuria, no podía ser coincidencia. Siente una mano sobre su hombro se voltea esperanzado y sólo encuentra a una mujer de rulos mirándolo con algo de duda. Le parecía conocida.

— No hallarás la firma, es anónimo. —le sonríe y entonces se retira— Diviértete Allan.

— Claro, gracias.

Tan concentrado estaba en lo de la pintura, que no se percató, que la mujer lo había llamado por su nombre.
La música en el ambiente llamaba a la alegría y el conocimiento, miles de personas estaban de un lado al otro viendo las obras o escuchando a las bandas en el exterior del edificio. Nadie nunca se imaginaría que estaban tan cerca, tan cerca...

Se quemarían.