sábado, 5 de febrero de 2011

Capítulo ocho: La carta negra

Estábamos viviendo, como anteriormente dije, en Osaka. Con la encrucijada de quedarnos o no en japón, con 66 años se pensarán que ya habríamos madurado un poco para tomar una decisión de ese tipo pero se equivocan. Nuestras mentes se mantiene jóvenes, deben tardar en envejecer, sino moriríamos antes de poder llegar a la etapa de adultos. Los demonios son complejos, los han'gôs aún más.
Ember se había hecho a un lado, Amon estaba confundida porque su demonio padre le había ofrecido un trabajo. No entiendo como podía hablarle, parecía no haberle afectarle en nada lo que había pasado, a diferencia de mi que estuve mucho tiempo fingiendo eso cuando en mi interior me seguía retorciendo de dolor. Era extraño, pero Nana, también parecía estar bien, aún siendo la más pequeña era más fuerte que yo. Aunque nadie notaba mi tristeza, yo la oculté, la negué y finalmente la deje enterrada. No se puede vivir el presente con los temores del pasado.
Onix, quería ir al conocido EE.UU. el problema fue que justo en ese año se desató la Segunda Guerra Mundial. No era para menos ya que era totalmente peligroso que uno grupo de japoneses ingrese a América sin ser vistos con malas intenciones. Postergamos un poco la decisión.
En aquel tiempo, ya todos ejercíamos nuestros principios como tales, pese a lo mucho que me costó intentarlo sin tener miedo. Fue gracias al íncubo de ojos verdes que tomé confianza de nuevo, digamos que Onix y yo teníamos algo. Estaba segura que sentía algo por mí, pero yo en cambio solo lo utilicé para hacerme más fuerte y por fin lograr lo que quería que era convertirme en una súcubo.
En medio de toda la caótica situación, resultó curioso que al cruzarme con un mensajero este tuviera una carta para mi. Al decirle mi nombre, conste que usaba mi nombre anterior para no revelar mi identidad, me miró serio y sacó un sobre muy antiguo de su bolsa de envíos.
Leí la carta con atención, era de..de..mi madre. La escondí en mi yukata y salí corriendo a nuestra pequeña casa y me encerré en mi habitación. Abrí el papel con cuidado, y en silencio con un nudo en la garganta comencé a leerla.
¿Por qué la había dirigido solo a mi? Etsuko Himemiya.
Sus palabras, el trazo, todo denotaba esfuerzo para escribirla. Casi podía escuchar su débil voz relatándome lo que decía, sus disculpas, sus faltas, su culpa...todo expresado en un pedazo de pergamino. Aún después de mi desprecio, fue ella quien me pedía perdón.
En un momento tuvo que detenerse porque una gran tristeza la invadió, el frío de la noche la rodeaba, sentía angustia. Usó sus poderes y se ocultó en ellos, continuó sin importar lo que podría descubrir. Al terminar de leer, no había nada, solo un "sayonara" que la dejaba con dudas. Ryoko jamás les decía así, nunca se despedía, ¿Qué quería decir esa palabra?

--------------------------------------------------------------------------------------------

Pasaron un par de días, Amuria seguía pensando en ello, pese a haber quemado la carta su esencia la tenía algo perturbada. Una noche mientras se alimentaba de un joven demasiado ingenuo sintió un escalofrío al ver sus ojos, su parte humana estaba molestándola, sería mejor que lo arreglara antes de que volviera a resurgir.
En cuanto terminó con su víctima, lo tiró por un barranco a una plantación de arroz y en cuanto vio que ya había dejado de respirar bajo el agua decidió irse de allí. La mayoría de los hombres con los que estaba no vivían para contarlo o quedaban muy traumados para recordarlo. Ya no le importaba matarlos, porque en cada uno de ellos podía ver un reflejo que la llenaba de ira, el estar con una mujer por gusto...eso no le gustaba para nada. De allí su apodo del infierno, "hebi-onna", quien llevaba a los varones a su destrucción.

Al llegar a su casa, espió a Aiperus dormir y optó por hacer un pequeño viaje antes de que saliera el sol. Se encaminó a la puerta cuando sintió a alguien detrás de ella. Se volteó con cautela y al ver el reflejo de su oscura cabellera bajó la guardia.

_ Onix-kun, deberías estar durmiendo. -le dijo y le dio la espalda pero al la sostuvo del brazo-.

_ Tu también, Amuria-san, ¿A dónde vas? -le dice con tono serio-

_ Tengo que hacer un trabajo para un oni , nada serio, terminaré antes de que despierten todos. -dijo fría y le quitó el brazo con brusquedad-

_ Ya es tarde, sería mejor por la mañana. -le dijo ya más suave e intentó tocarle el hombro pero ella lo evitó-

_ No necesito que me cuides, se bien lo que hago, solo será esta noche. -sonaba enojada- No te preocupes por mi, me he cansado de decírtelo.

Salió sin más, había cambiado, desde aquella noche ya no cabía en su mente la compasión o empatía humana de antes. Ni siquiera Onix era capaz de atravesar ese muro que ella misma había creado para evitar sentir, él sabía que era así, pero aún en su interior confiaba el hacerla cambiar...él quería que ella lo viera.
La súcubo se escondió detrás de una casa abandonaba y comenzó a concentrarse, el camino que debía hacer no era nada fácil. Respiró profundo y creó la imagen más clara de su antiguo Jozankei, la nieve, las hojas. Su energía era suficiente para teletransportarse y volver solo le bastaba decidirse.
Una sombra detrás de ella, se asustó y terminó por hacerlo sin terminar de pensar.
Nana miró como desaparecía...

_ ¿En qué estará  metida onee-chan ahora? -dijo muy natural pero no le pareció importante y salió a buscar a algún joven para alimentarse-

---------------------------------------------------------------------------

Era otoño, las hojas tenían el mismo color que siempre, bellos a la luz de la luna. Sintió que una sonrisa se formaba al volver a ese lugar pero pronto se borró tras sus últimos recuerdos. Usando sus poderes, se cambió un poco los rasgos de la cara para que no le reconocieran y avanzó hacía el pueblo. Una mujer la detuvo y le preguntó si podía ayudarla, ya que le parecía extraño que un viajante anduviera a esas horas de la noche.

_ He viajado todo el día y busco a una persona, ¿Sabe de una tal Ryoko Himemiya? -dice con una voz dulce y amable capaz de engañar a cualquiera-

_ ¿Qué desea con ella? -pregunta algo confundida- Hace años que nadie, ni siquiera los del pueblo le dirigen palabra alguna.

_ Solo soy una mensajera, traigo conmigo una carta. -dijo con tono de ingenua, en su interior sintió angustia al escuchar aquello-.

_ Bien, si es así, le diré. -señaló a la lejanía- Siga el camino hasta el final, allí está su casa, toque muy fuerte porque creo que está sorda.

_ Arigato gosaimasu. -dijo y emprendió camino-

A cada paso que se acercaba más sentía un peso crecer en su interior. Hacía años que no la veía, debía ser una anciana ya, ¿La reconocería?¿Podría perdonarla? Tenía muchos pensamientos en su cabeza, pero todos se esfumaron al ver la casa donde estaba. Pequeña, sucia, casi cayéndose...ese era su destino por haber traicionado al pueblo. Que injusto pensó por un instante y luego tocó la puerta con fuerza, quería terminar lo más pronto posible con ello.
A los pocos minutos, y muchos golpes más, nadie se dignó a responderle. Había sido una locura viajar hasta allí, debería irse y dejar a su madre tranquila, ya demasiados problemas le había causado. Estuvo a punto de irse cuando una voz le susurró:

_ Entra Amuria, y verás la verdad. -no lograba distinguir si alguien lo había dicho o lo había pensado pero era claro que no se quedaría así-.

Pusó su mano en la puerta y ejerciendo presión logró romperla sin hacer mucho ruido. Sacó la traba interior y la abrió, pasó con cautela.

_ ¿Konbawa? ¿Hay alguien aquí? -dijo por lo bajo, nada, ni un suspiro-.

Observó con atención, telas de araña, polvo, todo parecía abandonado. Caminó a la cocina nada, ni siquiera comida había, entonces percibe un olor perturbante. Lo sigue hasta la puerta de una habitación pequeña, sentía algo extraño, un ambiente diferente. Abre la puerta con cuidado y al ver lo que había dentro tuvo que taparse la boca con la mano para no gritar.
Los restos de lo que antes era una mujer yacían muertos sobre la cama, su carne pudriéndose, su ropa demacrada por el tiempo y los miles de insectos que la devoraban de a poco. La joven solo intentó acercarse y se alumbró con una pequeña llama que había emergido de su mano. Miró el rostro de la mujer, era ella sin duda...Una cara de espanto, las manos le temblaban y en su mente todo era confuso. Culpa, tristeza, impotencia, nada parecía ser tan fuerte como para dominarla. Cayó al piso de rodillas y comenzó a golpear el piso con las manos hasta lastimarse ella misma. No podía llorar...¿Qué le ocurría?

_ Ella no se merecía esto, no se lo merecía...-empezó a decir por lo bajo hasta gritarlo y entonces una gran ira la invadió, quería matar a cada uno de los malditos que le hicieron eso...pero...- ¿Por qué lo hiciste? ¿Por qué tuviste que.... -su voz se cortó de repente, la única persona que amo, había muerto por su culpa.-

Sus ojos se tornaron rojos como la sangre, se transformó en súcubo para ocultar esas emociones tan molestas, y comenzó a incendiar la casa por completo. Quería borrar toda prueba de ese amor perdido, ya no quería volver a amar...si  no era capaz de proteger ese sentimiento prefería no tenerlo. Entre las llamas a su alrededor miles de recuerdos, su infancia, su inocencia...todo quedaría hecho cenizas...
Al ver lo que había hecho, al volver a ser una han'gô, se sintió mejor, vacía, pero mejor. Como si nada hubiera existido, como si nunca hubiera vivido allí, así debía ser...debía olvidar a Ryoko...
Una sombra a su espalda, un demonio estaba presenciando todo eso, como ella misma manchaba su alma. El íncubo pensaba que su encuentro la despertaría, pero era evidente que aquello lo había logrado, no él. Entonces se le acercó y la tomó del hombro para verla a los ojos.

_ Veo que ya has despertado. -su voz era fría y seductora al mismo tiempo-.

_ Emm? -se volteó y quedó congelada al ver  a Abalan, pero pronto retornó a su posición y solo lo miró con desconfianza- ¿Qué haces aquí?

_ Sentí que estabas cerca y decidí ver que hacías. -la mira con detenimiento pero su sutil sonrisa se desvaneció- Eres resistente, tu lado humano aún es fuerte, pero....aún me temes, eso es bueno.-se acercó a ella con seriedad-.

_ -intentó estar tranquila, pero su corazón no respondía de la misma forma- Este...debo irme...

Fue más fuerte su miedo y terminó por huir, se teletransportó rápido y ya casi sin energía se encontraba en el mismo callejón que antes. Pero en cuanto volvió a respirar vio al demonio detrás suyo con un mirada asesina. Intentó huir pero ya estaba muy baja de energía y él la tomó del brazo. La obligó a mirarlo y le lamió la mejilla como aquella vez...luego le susurró:

_ Si quieres convertirte en demonio, tienes que enfrentar los problemas, no olvidarlos. -la tiró a un lado y desapareció-

Amuria miró el piso, se sentía una idiota, suspiró unas cuantas veces. Esa fue la forma de expresar la tristeza que tomó desde entonces al no poder llorar. La luz del sol se arrimaba por el horizonte, miró sus manos ya habían empezado a curarse pero tardaría. Se dirigió con paso firme a su casa y al entrar ya todos habían despertado. Saludó por lo bajo y se encerró en su cuarto.
A la tarde Onix abrió la puerta y la vio tirada en la cama mirando el techo, estuvo a punto de pensar que era vagancia pero al ver las marcas en su mano no dudó en preguntarle.

_ ¿Qué te pasó? -su voz era amable como cada vez que trataba con ella-

_ No te importa, déjame sola. -le contesta cortante y sin mirarlo-

_ Estas herida, eso no es nada. -se le acerca y se arrodilla para mirarla de frente- Amuria-san, deberías decirme..

_ Tu no eres quien para decir que debo a no hacer, así que sal del cuarto ahora mismo o sino te echaré a patadas. -tenía furia en su mirada, la advertencia era real.-

_ Como quieras. -miró por lo bajo y caminó lento hasta salir-

El demonio de ojos verdes se sintió un poco sorprendido, algo estaba distinto en ella, quizás no debió haberla dejado ir. No sabía que había pasado, pero tenía el presentimiento que Amuria no sería la misma desde entonces. Inclusive Aiperus intentó hablarle pero no, era inútil y algo peligroso con esa mirada perdida.
Ya anochecía y entonces Nana entró al cuarto y se recostó al lado de ella, no decía nada solo se quedó así a su lado. La diablesa tuvo curiosidad, por un momento volvió de su introspección y le dijo:

_ Nana-chan, ¿Qué haces aquí? -apenas la miró seria-

_ Onne-chan, quiero estar contigo, ¿Está bien? -la miró con inocencia, era increíble que aún la tuviera-

_ Claro, como quieras. -estiró su mano y sintió como la joven se la tomaba sin recelo alguno-

_ ¿Recuerdas cuando era mi turno para ir con el demonio? -dice por lo bajo- Tú me dijiste que debía ser fuerte, pero en realidad, tu me diste fuerza. Estoy en deuda contigo.

Amuria la miraba con desconcierto, había sido hacía tanto tiempo, esa noche en que la ayudaba a vestirse y la pobre cayó de rodillas por el miedo. La súcubo la sostuvo en sus brazos y le entregaba el valor necesario para hacerlo, para entregarse como ella una vez. Jamás pensó que Nana lo hubiera visto de esa forma, pero le hizo entender el porqué de ese trato especial con ella.
Le tomó la mano y siguió mirando el techo.

_ No me debes nada, solo hice lo que debía. -apenas le sonríe- Con solo decirme onee-chan es suficiente gratitud para mí.

_ - ella le sonrió y la besó en la mejilla sin vergüenza- Igual, yo quiero devolverte el favor.

_ No lo hagas, yo no puedo aceptarlo, en serio. -su expresión era vacía-.

La joven solo se quedó a su lado hasta quedarse dormida. Su "hermana" la mira pensando en lo dulce que era, esa forma de vida, la de un demonio...no era para alguien así. Sintió lástima por ella, le acarició el cabello y la abrazó. Luego lo pensó un momento y la soltó. Una idea oscura habitaba su mente, todos aquellos que quería siempre terminaban lastimados por su culpa, no le haría eso a nadie más.
Onix, ese sentimiento por ella debía desaparecer, y Amuria sabía exactamente como hacerlo. Sería difícil y un tanto cruel hacerlo entender que no sentía nada por él y mucho menos lo haría después de ese día. Fue el primer hombre al cual le dio tristeza tener que lastimar, pero no permitiría que se atara a ella y terminara peor...no...nunca.

Me volví alguien distante, logrando separar cada vez más mis sentimientos de mis acciones. Al principio para proteger a quienes me querían, pero después terminé por alejarme de todos ellos. A pesar que todo parecía ser egoísmo, nadie veía el verdadero motivo. Yo no quería causar dolor, por eso lo guardaba en mi interior, dejando que me consumiera en silencio.
El problema fue, que pese a alejar e intentar no sentir nada, solo era cuestión de tiempo hasta que ese estilo de convivencia estallara y terminara por quedarme sola. 


Aún así no me arrepiento, todos encontraron mejores caminos, y eso fue lo que siempre quise...

1 comentario:

Minae dijo...

Pobre Amuria!! D:
Su historia es muy triste, la verdad es que este capítulo me sorprendió muchisimo
Nee-chan, escribís tan bien!! La verdad que esta historia es re atrapante.
Espero con ganas el proximo capítulo
Seguí así Nee-chan ^^