sábado, 22 de octubre de 2011

Capítulo Cuarenta: El Canto de las Estrellas

Una mujer de cabello blanco de encontraba bajo el manto de sus hermanas. Todas le mandaban mensajes, aún las que sabían que no le serían gratas sus visiones. Entonces un impulso, una corriente de energía dominó el cuerpo de la estrella terrenal para entonces dar camino a lo que su naturaleza le dictaba.

— Lari nara, sumi deo. Ya ii no ii, baqui noademi nu, yami no kotoni, dame dame dame lumino. Lin rin cho... —su canto era tan extraño, por su lengua natal, como melodioso. Lo malo de ello eran las lágrimas que caían de sus ojos al cantar, el significado de aquel impulso era muy cruento para un ser como ella.

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En el bosque se sentía el rugir de una bestia, un ser lleno de odio y temor. En su cuello brillaba una cadena dorada, su amor, y otra invisible que marcaba su esclavitud. A su lado, sólo un demonio o descendiente de los mismos podría ver la sombra de su ama que reía ansiosa por ver el espectáculo que había estado preparando. Entonces el primer golpe es dado, luego el segundo, la mujer seguía intentando despertarlo. A ese mismo lugar llegan dos personas más, el hombre se transforma en su figura de poder y entonces trata de detener a su hermano poseído por su misma oscuridad. La joven restante acoge a la mujer lastimada aunque esta no podía despegar su mirada de la pelea entre aquellas enormes criaturas. Sentía que era su culpa y quería evitar que Allan saliera lastimado aún así era retenida por su compañera quien no la comprendía.
Los rugidos de los dragones, los fieros golpes y rasguños, ambos tenía poder y ninguno se rendiría sin dar pelea. Pero entonces el de escamas negras y fuego azul se detiene para oír el llamado de su ama. Se aleja en las sombras para regresa en todo su esplendor un bella figura, el demonio más poderoso que jamás verían. Si habían pensado que Aiperus fue difícil, nadie tendría noción de la capacidad de Juliett.
Su aura era tan grande, tan insoportable para resistir que Amuria y Lucía cayeron al suelo, ambas débiles por su nueva naturaleza. Allan resistió pero con un gran esfuerzo, pudo entonces observar como alimentaba a Frank con su esencia, esa noche no podría olvidarla nunca.
El dragón tenía sus ojos color rojo por completo, su cuerpo negro como la noche misma y en su interior brillaban las llamas del infierno. Por un instante, todos, creyeron que lo habían perdido. La mirada fría y la sonrisa cínica de la diablesa les invocó temor, un momento en que las voces del alma se callaron para esconderse de ser robadas. Sólo una no temía.

— ¡Déjalo! ¡Él no te pertenece es de Aiperus! —la desafía su hermana mientras se levanta sobre sus rodillas y sin dar importancia a sus heridas— ¡Déjalo Juliett!

— ¿Aún te atreves a hablar? Eres fuerte Lucía, eso me gusta de ti, pero esta vez estoy en todo mi derecho. Frank asesinó a Aiperus, su alma es mía y haré lo que quiera con ella. —los mira a todos— Fueron tan fáciles de controlar, todos estos años jamás vieron las señales, excepto tu...—señala a Amuria.

Se le acerca pero Allan se interpone, la diablesa la mira con fijación. Entonces su cabeza empieza a dolor, la mujer empieza a gritar de dolor. Juliett le dice seria al dragón.

— Puedo hacerle daño aún sin tocarla, apártate o seguiré y aún si me atacas ella sufrirá.—al salir de su camino toma a la muchacha para subirla y mirarle el rostro— Tu debiste haber caído igual que la idiota de mi hermana, pero no lo hiciste...tu eres más inteligente, y por tanto más valiosa.

Entonces Lucía se levanta con toda su voluntad y se interpone ocultando a la más joven detrás de su cuerpo. La diablesa la atacó con sus poderes esperando porque cediera. Entonces un rugiso, pero no de Allan, se escucha ante aquel acto un lamento de la misma criatura. La diablesa apareció al lado de lo consideraría una "mascota" y con un tono falso de enojo le masculló:

— Tan grande y poderoso, pero tan tonto y sentimental. Pudiste hacer grandes cosas de tu vida pero por enamorarte perdiste todo. Inclusive a la mujer por la que tanto peleaste, la abandonaste como a un pero molesto, ¿ya no soportabas que llorara?¿que te preguntara?¿que te dijera "lo extraño"? Díselo Francisco, dile a tu amada lo que piensas de ella.

El dragón bajó la cabeza mientras se veía en su cuello un hilo de sangre oscura caer, Juliett la tomó en sus manos y se acercó al dragón menor. Entonce le ofreció su mano para enseñarle lo que era su hermano.

— Tú lo sabes, la sangre de un dragón es el reflejo de su alma. Mira, sangre tan oscura como la noche, tu hermano es un desgraciado, ahora un esclavo, por eso Allan. No te enamores.

— ¡Cállate Juliett! ¡Tu no puedes decir eso! ¡No lo digas! —faltó en furia tratando de hacerle frente con todas sus fuerza, al ver los ojos brillosos de Allan supo que le había creído, Lucía sabía que esa vez probaban los dragones su lealtad a su raza.

— ¡¿Qué no diga qué?! —la desafió mirándola a pleno con su ojos tan iguales, le permitió que se levantara, eran el reflejo, una joven otra mayor. Ninguna de las dos contenía esa pasión tan profunda de su ser.

— ¡Tu sabes a qué me refiero! —le dijo pero entonces le dio una seña con la mano a Amuria, entonces Lucía se tira encima de Juliett, ninguna podría hacerse más daño, sólo que la mujer sentía el dolor de su traición al acercarse. Comenzó a gritar pero la detendría con tal de que Amuria escapara.

La joven así lo hizo mientras su dragón la observaba con cuidado dando aprobación con el leve gesto. Allan estaba confundido, no podía atacar a Juliett y sin embargo si era detenida por una simple humana como Lucía. En cuando a Frank, ya no se podía confiar al ver su sangre, tendría que tratarlo como lo que era, un demonio.
Entonces la diablesa al ver amenazada su mayor ganancia llamó a su mascota y le ordenó:

— Frank, ataca a Allan.

Se quitó a su hermana se encima convirtiéndose en niebla y luego reapareció encima suyo. Colocó su pie sobre la cabeza de ella, chasqueó sus dedos y el dragón se dirigió a cumplir con los deseos de su ama.
El dragón menor sintió el peso de sus ataques, nunca había logrado competir con su hermano y ahora debía afrontarlo a como de lugar. Ambos inspirados y llenos de poder, ninguno quería poder. La joven aunque quisiera irse no podía al ver la lucha entre ambos, Allan no estaba dando todo de sí, ella comprendía que aún no lo podía dejar de lado, su hermano. Lucía apenas podía moverse, comenzó a llorar del dolor e impotencia.

— Siempre es igual contigo hermanita, mira. gracias a ti he logrado esto.

Amuria no podía quedar sin hacer nada, salió de su escondite y comenzó a gritar. Gritar era lo único que podría, debía alentar a Allan a usar su fuerza, como aquella vez cuando ella perdió el control.

— ¡¡Allan!! ¡Ataca! No es tu hermano, es por Juliett. ¡¡Debes detenerlo!! —no sabía que hacer, cuando al ver los ojos de Allan sobre ella le dijo— ¡Si no lo haces él seguirá así para siempre!

Juliett aplasta bien a su hermana en el suelo para entonces ir con la pequeña y someterla a sus poderes. Lucía sofocada entre tanto dolor lo sintió, esa sensación en su pecho...era hora.

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La estrella danzante comenzó a hacer de su canto un lamento melodioso, sus ojos se llenaron de lágrimas al poder ver con detenimiento quien sería la víctima.

— No... — musitó antes se ser invadida por su impulso nuevamente, quería dejar de cantar, porque si no alguien moriría. Ese era su destino esa noche humana.

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Frank atacaba sin tener compasión, su oponente no soportaría más ni aún usando toda su fuerza había logrado moverlo apenas. Un hilo rojo se veía pender de su boca, lo había golpeado demasiado, no pudo mantenerse en pie y cayó sin poder hacer nada más. Su cuerpo volvió a ser el de siempre, un humano con sus rasgos principales, sus alar aún intentado cubrirlo mientras intentaba mitigar el dolor de sus heridas. Se desmayaría en cualquier momento de no ser que aprovechó las pocas fuerzas que le quedaban para correr hacía Amuria para sacarla de las garras de esa arpía.
El dragón negro lo observa y va en su caza con su cola filosa y lista para perforarlo como si fuera sólo un insecto.
Entonces alguien intervino, salvando a Allan y a Amuria. Una sonrisa se marcó en los labios de Juliett cuya mirada no tenía precio. Soltó a la pequeña y observó con deleite el escenario.

El interior, el corazón de Frank despertó al sentir la tibia sangre de quien acaba de atravesar. Toda la oscuridad de su ser se desvaneció dejando ver su verdadera forma. Un dragón blanco y lleno de luz renació mientras en sus ojos se podía ver miedo. Se fue transformando mas su cola no le respondía y no podía alejarse de ella. Una vez como hombre, tal cual era su naturaleza dijo con un hilo de voz.

— Lucia...L-lu-cía...—la tomó en su brazos y la miró a los ojos— ¡Estás loca!¡Qué hiciste! Porque...tu...Lucía...Lu..

— No te culpes, yo sabía que esto iba a pasar. — mira hacía su hermana— Decidió cambiar a Amuria por mi, soy más pura aún que ella. Pero no podía darle mi alma sin luchar...—se acurrucó en el pecho de él mientras intentaba seguir hablando. Podía ver su collar aún colgando del cuello de su amado.

El dragón por fin pudo quitar su cola, e intentó cubrirla para intentar sanarla pero ella no se movía de su pecho, sabía que iba a morir así. Lo sabía desde el primer momento en que vio a Frankn en su mente se habían cantado las palabras "Él me matará". Lo miró con sus ojos vidriosos mientras le sostenía la mano con la que intentaba contener su herida.

— ¿Recuerdas cuando te conté que todos teníamos alas?¿Que...—dio un corto respiro—...yo sería capaz de darte las mías?

— Lucía tu...—abrió sus ojos de par en par mientras una luz blanca aparecía en la espalda de ella, él fue relatando la historia que ella le confió mientras sus lágrimas caían una por una al verla morir— To-todos tenemos alas, con ellas...con ellas podemos volar con el alma al cielo cuando dejamos el cuerpo. Cu-cuando un ser se vende, vende sus alas y las ata, por eso...no ...no...

— Yo corté mis propias alas para dártelas a ti... úsalas. —dijo acariciando su mejilla, a medida que su luz se volvía la de Frank, la vida la abandonaba como un flor que se deshoja en el viento— Vive mucho, se muy feliz, Frank...yo te amo más que a nada, aún más que a mí misma...perdón.

— Yo también te amo, más de lo que puedo decir o hacer, pero no debiste...

— ¿Me darías un beso?

El hombre no salía de su asombro, de verdad era la criatura más bella que jamás había visto. No pudo evitar llorar, aún cuando no quería, se acercó y la besó sosteniéndola con fuerza para no separarla más de él. Pero el destino cumplió su deber y el cuerpo de la mujer se desvaneció en una luz que terminó por irse con su propietaria. Frank quedó solo, golpeó sus manos contra el piso mientras se sentía cada vez más vacío.
Amuria y Allan estaban atónitos, había sidos usados para lograr que eso ocurriera, Lucía...

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— Lucía... mi primer encomendada, has muerto en tu propia ley...amor. —su canto se detuvo y sólo se dedicó a llorar en silencio.

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La nipona comenzó a llorar encima de su amado, Allan no sabía a quién debía consolar. Pero pronto aquello se haría claro. El ojiverde miró al cielo tomando su collar en una de sus manos mientras lloraba, luego los miró para decirles:

— Gracias por cuidarla Amuria, tienen suerte, podrían haber terminado como nosotros...yo...no quiero llorar más. Tengo que buscar a alguien.

Fue lo único que dijo. Se transformó en dragón, lleno de luz voló lejos...esa sería la última vez que lo verían.
Allan buscó su ropa y a pesar de estar triste no derramó una lágrima, sólo intentó calmar a Amuria quien parecía no se podía levantar de su lugar. Seguramente creería que era su culpa, pero ambos sabían que lo había hecho para salvar el alma de él. El dragón la miró bien, la tomó en sus brazos aún con sus heridas y se quedó con ella toda la noche.
Al amanecer ambos serían libres y podrían comenzar con su vida...

*Desde ese día se escucha el rumor, que en los bosques de Rusia existe un ser de luz que llora entre los árboles, tratando de olvidar...lo que fue su único amor.*


sábado, 8 de octubre de 2011

Capítulo Treinta y nueve: Pernicioso

Sus ojos estaban rojos, no había nadie en la habitación. Con cuidado de no hacer ruido se levantó y salió por la ventana. Abrió sus alas y comenzó a volar...

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Una casa antigua, estaba en muy buen estado, lucía normal casi aburrida ante sus ojos. Suspiró esperando que fuera lo que buscaba y como todo pensador positivo intentó con lo más lógico y tocó el timbre. Una pasos acelerados se escucharon detrás de la puerta, el joven sólo esperó, no tenía más que esperar lo mejor o lo peor. El aroma de su hermano era muy intenso en ese lugar.
Al abrirse la puerta su expresión de chico serio se pierde para asomar a un asombro.

— Amuria.

— ¿Allan? ¿Qué haces por aquí? —exclama sonriendo mientras se hace a un lado— ¿Quieres pasar?

— Emm...claro..—responde aún idiotizado al verla tan espléndida como sólo sus ojos podían verla.

Al entrar su nariz se invadió de varios olores, el de su hermano era evidente pero no coincidía con la presencia de Amuria allí. Pasaron a una sala donde se sentaron, notó lo apenada que se había puesto, sonrió ante esto al pensar que detrás del orgullo de su demonio descansaba una criatura así de dulce. Mientras observaba cada detalle con cuidado. Era toda un mujer, obvio él con veintinueve y ella sólo con un año menos no podía pedir volver a encontrarse con aquella apariencia juvenil con la cual se conocieron. Cruzó por su mente lo de la noche anterior, cómo había recordado a Frank y no a él, ¿podría ser que su hermano la hubiera visto antes? Pero de ser así le hubiera dicho, le hubiera avisado que seguía viva. La mujer de cabello negro lo saca de sus pensamientos.

— ¿Cómo me encontraste Allan? —dice extrañamente no le sorprendía, es más le agradaba verlo de nuevo.

— Este, yo...buscaba otra cosa y bueno, te encontré. —contestó algo dudoso pero era la verdad.

— ¿Otra cosa? Quizás buscas a Lucía entonces, ella es más conocida por esta zona, aunque...me hubiese gustado que estuvieras aquí por mi. —al principio pensó que lo había pensado al darse cuenta que lo había dicho en voz alta sólo bajó la mirada apenada.

— Vine por ti Amuria, sólo por ti. —le dice mientras le levanta el rostro y le sonríe amigable como siempre. Notó en los ojos de ella algo familiar, era lo mismo que cuando le sonreía antes, lograba evocar un alivio en su interior.

Sus ojos se encontraron, entonce una sonrisa atrevida apareció en el rostro de la joven. Allan se quedó helado, por un segundo todo volvió a como era antes. Ella lo sostuvo de los hombros, desde la otra vez tenía esa necesidad de probar un beso suyo, de los hombres que había besado después de ser humana ninguno le provocó tanto deseo como aquel de ojos celestes. Se le acercó y cerró sus ojos, el dragón hizo lo mismo ansioso y cuando estaban apunto de unir sus labios un grito los exalta a los dos y hace que se pierda el momento. Corren hacía dónde se escuchó el grito.
Entonces Amuria abre la puerta de una habitación y seguida por el dragón encuentras el cuarto dado vuelta, mientras la mujer en su interior revolvía aún más y más sobre lo tirado.

— ¿Dónde está?¿Dónde está? —repetía constantemente mientras buscaba entre sus cosas.

Al verla ambos jóvenes se quedan sin entender, aunque su angustia lucía de verdad alarmante. La chica va hacía ella y la sostiene de los hombros intentando calmarla. Luego al notar esta al joven de ojos celestes no consigue ocultar su asombro y se le acerca mirándolo de arriba a abajo sin poder disimular.

— Estás muy cambiado, ¿tu hermano sigue en la ciudad?

— Si está en donde nos hospedamos. —contestó rápido antes su mirada tan fija— ¿La conozco?

— Eras muy pequeño cuando te conocí, debo hablar con Francisco, después pásame su dirección....lo voy a matar...—dijo por lo bajo pero en un tono que no se sabía si era enojo o broma.

— Este, okey, pero...—de pronto la imagen de ella vestida de negro, era la misma mujer que había bailado con él la noche anterior— ¡Eres tu! ¡Tu fuiste quien golpeó a mi hermano! —dice sorprendido antes su despiste pero sin olvidar preguntarse ¿Qué hacía Amuria con esa mujer?¿De dónde conocía a su hermano?¿Y a él?

— Se lo merece por imbécil, y por cierto sólo fue una cachetada, todo hombre recibe una en su vida. —dice fríamente mientras se le acerca imponiendo sus años sobre él— Más respeto Allan que si tu hermano me quitó lo que creo créeme que será más que eso lo que le daré.

— Lucía...—dice Amuria sorprendida de verla así, se le resbalan los lentes de la nariz.

— ¿Qué tienes contra él? Nunca le ha hecho nada a nadie, en realidad nunca ha hecho mucho con nadie que digamos...—esto algo desanimado cuando siente el dedo de ella empujarlo hasta la pared, lo pone nervioso en parte, no tenía idea...pero tenía el mismo aroma que su hermano.

— Pues sí hizo algo conmigo y me hizo algo, tan sólo te diré que le digas que me devuelva lo que se llevó.

— ¿Estuvo aquí?

— No sé, ¿cómo crees sino que pudo robarme algo? —totalmente sarcástica y sacada.

— ¿¿Cuándo?? —pregunta Amuria mirando sin entender, cuando piensa en los gritos que creyó escuchar a la noche.

— Anoche querida, pero eso ya no importa, debo encontrarlo así que Allan dime ¿dónde está? —su expresión era muy efusiva, parecía que también se desquitaba con el joven.

— Espere yo no pienso decirle nada, ¿qué le hizo mi hermano para que lo trate de ladrón ahora?—se cruza de brazos mientras se apoyaba en la puerta.

La mujer estaba colérica en su desesperación, tanto que su amiga tuvo que ayudarla a sentarse para que no se volviera loca de los nervios. Allan observó todo, Amuria era tan atenta y la trataba con tal cuidado que era obvio que eran amigas. La mujer suspiró mientras se tomaba la cabeza y en un tono de desistencia total le dijo ya con un tono normal:

— Tantos años y aún no lo contado a nadie, qué idiota...—levantó el rostro, ahora más humano lleno de angustia por su pérdida— No puedo decírtelo, debe ser él quién lo haga sólo quiero lo que se llevó...porque a nadie más le interesa lo que perdí y jamás me lo quito del cuello...anoche él se quedó y al despertar estaba sola...

Lucía estaba al borde del llanto cuando un sonido los distrae a todos y Allan se queda mirando hasta que se da cuenta que era su celular. Lo toma y en cuanto atiende no puede sino salir corriendo. Las dos mujeres lo siguen y preguntan a unísono.

— ¿¿Qué sucede Allan??

— Frank escapó del hotel, debo encontrarlo no está en condiciones para andar solo.

— ¡Espera! —lo detiene Lucía y entonces lo toma desprevenido, se le posa encima y lo besa cuando este intenta sacársela de encima cae dormido al piso.

— ¿¡Qué le hiciste!? —dice entre enojada y preocupada, más que todo por el hecho y no el efecto.

— Nada, no es bueno que se acerque a Frank, yo sé donde debe estar, iré a buscarlo y lo traeré. De paso le pediré lo que es mío. —la mira y ve sus ojos brillar de una forma familiar al ver al dragón, entonces con su mejor voz le ordena— Llama a su hermano menor, dile que venga aquí, cuida de Allan y te prometo que pronto regresaré con Frank. Ese idiota verá quién soy.

Se la veía tan decidida, cuando en realidad temblaba de sólo imaginar cómo debía verse cada vez más consumido por esa semilla que llevaba en su interior. Estaba en serios problemas, aunque el hecho de saber que se había llevado su foto le hizo dar ilusión de que aún tuviera control de sus emociones. Sin pensarlo más salió por la puerta, dejando a los jóvenes solos y confundidos.
Amuria hace lo que le pide y pone a Allan en un sillón, se pone a mirarlo remarcando cada una de sus fracciones con su dedo índice. Era tan familiar a su vista, se sentía tan bien escucharlo respirar y apoyándose sobre su pecho sintió su corazón latir con fuerza. Ella sonrió, jamás se había sentido tan feliz con solo sentir algo así, lo abrazó apenas como si fuera un peluche quedándose cerca para cuidarlo y compartir su calor con él.

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En medio del bosque ya lejano a la reciente ciudad una mujer de cabello enrulado buscaba con desesperación señal de un dragón. Uno creería que sería fácil por el notable tamaño de los mismos, pero en medio de los árbol eran hábiles para ocultarse y más aún para uno invadido por las sombras. Lucía no tenía miedo, porque aceptaría cualquier golpe, mas no así el hecho de abandonarlo. Sabía que su mente estaba siendo atrapada por la maldad creciente en él, aunque lo negara Frank ya tenía demasiados años lidiando con ello y pronto se quebraría. Un rugido a un lado del camino que transitaba la hizo ponerse alerta, miró entre los árboles y las altas piedras de aquel lugar para hallarlo de una forma tan penosa que tuvo que cubrirse la boca para no gritar de la impresión. Él mismo en un intento por detenerse, se había encadenado a una roca, sus escamas sangraban de tanto luchar por dominar su cuerpo, sus ojos lucías tristes y desolados.
La mujer se le acercó, pero el dragón sólo gruñó mientras movía su cuello en señal de distanciamiento. Su antes roja vestidura de fuego ahora era carcomida por marcas de obscuridad y desesperación ante sus repentinos impulsos. En su collar se podía lucir una cadena dorada más fina, tan larga que llegaba a colgar sin romperse. Lucía tuvo que insistir un buen tiempo hasta que consiguió tocarlo y acariciar su cabeza sin miedo a ser atacada. Ya había vuelto a ser él.

— Vamos, debemos regresar, no tengas miedo. —le musitó mientras pegaba su rostro a la frente de él— Conviértete y salgamos de este lugar, tus hermanos y mi compañera están preocupados. Vamos...por favor...regresa Frank.

El dragón obedeció y poco a poco recuperó su forma humana. Se quedó arrodillado en el suelo mientras esperaba por recuperar el aliento que tanto le costaba aceptar. Miró a Lucía y tomó su mano, estaba temblando.

— Lo siento...lo siento...—su voz también temblaba, no se atrevía a mirarla.

La mujer se pone a su altura, le alza el rostro y al ver esos ojos tan frágiles, abiertos, sinceros, supo que ése era el hombre perdido en sus sueños. Lo abrazó con fuerza, refugiándose en su pecho mientras pedía a Dios porque no se detuviera nunca su voluntad de continuar. Sintió como él la abrazaba pero se separaba de ella mientras intentaba contener sus lágrimas de vergüenza ante su trato. Le tomó el rostro aún temblando, como si fuera lo más delicado del mundo.

— Lo siento, lo siento mucho, fui un cobarde...yo no soporté sentir...—el dedo de ella interrumpe sus palabras y lo deja tan apenado que se sonroja con intensidad, aún con cuarenta años se seguía sonrojando, quién lo diría.

— Te perdonaré mil veces, siempre, aún si me arrancaras el corazón...yo te seguiré perdonando y ama...aman....amando Frank. Yo aún te amo. —la lágrimas fáciles de ella no tardaron en mostrarse, ya no se ocultaba bajo su manto de seguridad y rencor.

Tomó el rostro de él de la misma manera y aún con todas sus dudas y temores se acercaron hasta terminar un beso apasionado, lleno de tristeza. Lucía lloró todo lo que Frank no pudo.

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Mientras en la antigua casa, Amuria sintió un tirón en su pelo que la hizo despertarse con un mala expresión. Ve un par de ojos verdes justo frente a los suyos, se levanta de golpe olvidándose que estaba encima de Allan y le oprime el pecho de una forma que le quita el aire. Para cuando se da cuenta ya lo tenía tosiendo de la impresión.

— Allan ¡perdón! ¡me olvidé que estabas debajo! ¡por favor perdóname no lo hice apropósito! —se lamentaba mientras se levantaba y lo sostenía de los hombros para ayudarlo a levantarse.

Tardó un poco pero se recuperó, miró a su hermano riéndose en un sillón y entonces bastante molesto sacando su tono de "te voy a matar" le dice a la par que se levanta.

— ¡Erin que demonios! ¡Entre que te debo ayudar siempre borracho o consciente ahora me vienes con tonterías de niños! ¡Casi me muero del susto!

— ¡Pero qué demonios te sucede! ¡No te enseñaron que las personas dormidas no deben ser molestadas! ¡Se supone que eres adulto! —también Amuria saltó contra el joven a la par que se vieron como antes, peleando pero con otro, el dragón se sorprendió tanto que se quedó mudo. Al notarlo la joven le pregunta— ¿no debí meterme verdad?

— Está bien, yo te doy permiso, sólo que pensé que esa actitud que da miedo se te había ido...veo que no. —entonces reflexionando dice— ¿Te dormiste encima mio verdad?

— Perdón. —llegó a decir muy avergonzada y se sentó a un lado.

— No importa, siempre lo hacías. —dice confiado y se sienta a su lado.

Entonces se miran sonriendo como tontos, eran tan volátiles sus temperamentos que podían entenderse sin problemas, pero para la gente normal...

— Ustedes están igual de locos. —comenta Erin mientras va a la cocina, impetuoso como siempre— Tengo hambre ¿tiene algo para comer?

— ¡Erin! —lo regaña mientras se golpea la frente con la mano, siempre tan poco sutil su hermano.

Amuria le quita la mano de la frente y entonces le dice sonriendo:

— No molesta, Lucía era igual conmigo, además nos vendrá bien comer algo. —se levanta y va a la cocina mientras intentaba soportar la curiosidad de Erin.

Allan se queda embelesado con su actitud, jamás la pensó tan dulce de esa forma, sólo lograba que fuera así pocas veces. Realmente aún sin conocerla, como humana se hubiera enamorado  sin dudarlo de ella.
Ruidos de ollas y bolsas, miles de preguntas y miles de respuesta. La paciencia de la joven parecía flexible ante el curioso dragón menor. Allan sólo intentó pensar con fe que su hermano estuviera bien, en especial con esa extraña mujer amiga de su querida. Erin vuelve a la sala y entonces se sienta y contento exclama.

— Ya ayudé a Amuria a hacer unos fideos, ¿de dónde la conoces Allan? ¿es la chica por la cual dejaste a Johana?

Sin darse cuenta la japonesa los escucha y mira al hombre con cuidado, pensando en quién era la nombrada. Sus celos se reflejaban en sus ojos, como siempre, ese sentimiento nunca se borró de su ser.

— Si, yo me separé de ella porque nunca pude enamorarme de otra mujer. Sigo enamorado de Amuria, aún cuando me casé supe que no la olvidaría, sólo lamento no haberme dado cuenta, quise borrar su recuerdo con Johana. No se merecía esa mentira de mi parte, pero...tu sabes como quedé después de perderla...

— Parecías un ente. —admite sin medirse como siempre— No le veo nada especial.

— Es muy especial, créeme hermano, ella es —hace una pausa y su voz vuelve a ser tan entusiasta como siempre— alguien a quien podría querer por siempre, aún con peleas y su carácter tan similar al mio, yo la amaré eternamente...sólo con ella hice el amor y con ninguna otra.

La joven que lo escuchó se sonroja tan fuertemente al oír aquello que casi se quema con la estufa de no ser porque se le empañaron los lentes y tuvo que alejarse para limpiarlos. Se sentía tan alagada y avergonzada, ¿cómo podría haber olvidado a alguien así?¿a alguien que la amaba  tanto como se podía sentir al escucharlo? Se sintió mal consigo misma, de verdad habría sido una tonta para huir de alguien como él. Se colocó los lentes y con su mirada de confianza sirvió la pasta en unos platos y los colocó en la mesa. Los llamó apenas, pero al verlo a Allan después de lo que confesó, no pudo sino salir de pronto y dejar un simple:

— Ya regreso...

Erin sin darle importancia comenzó a comer, mientras que su hermano mayor se quedó esperando por su amiga, por ahora amiga, para poder compartir la cena. Esta se había ido a su cuarto, su corazón latía tan rápido que se sentía desfallecer en cualquier momento, sin poder ocultar su pánico. Respiró profundo y tomando la cruz que Lucía le había regalado se dijo muy firme frente a su espejo.

— Debes recordarlo Amuria, no sólo por ti por él también.

Volvió a la cocina y notó que Erin no estaba, más su plato estaba vacío. Allan la esperó, ya estaba fría la comida pero no le importó, le dedicó una sonrisa compañera y comieron en silencio. En cada mirada furtiva entre ambos la joven se sonrojaba. En cuanto terminaron, Allan con su eterna sonrisa se le acercó con la silla, como un niño. Y le preguntó:

— Estás muy callada ¿ocurre algo? Si te molestó Erin, en serio lamento que sea así pero es el más malcriado porque es el más pequeño de todos y yo...

Fue detenido por unos leves quejidos que sintió de ella, miró lo bajo buscando sus ojos traviesos pero sólo encontró lágrimas sobre sus manos tan tímidamente escondidas sobre sus piernas. Se había sorprendido, no era por su hermano que estaba así, debía ser algo más. Pensó entonces en que Lucía y Frank aún no regresaban. La abrazó apenas, con toda esa inocencia que tenían entre ellos y le dijo tan reconfortante como pudo.

— Tranquila, se que tu amiga volverá, no llores Amuria.

— No es por eso. Lucía está bien, lo sé. —intenta limpiarse las lágrimas pero queda sin poder evitarlo— Yo...lo siento Allan, quiero recordarte, en verdad que quiero, pero no sé porque no puedo.

— Ohh, Amuria. —hace una pausa pero luego más animado le dice a la par que le frota la espalda por descuido— No import..

— ¡¡Ayy!! ¡No me toques! —dice mientras le quita el brazo y la siente respirar agitada a lo que se asusta.

— ¿Aún tienes las heridas?

— Si...—ya no valía explicar, sabía que él recordaba mejor que ella.

— Yo sé como curarlas, me gustaría ayudarte si me lo permites.

Ella lo miró y con plena confianza le asintió. Se fueron a uno de los cuartos mientras Erin tomaba su siesta para la digestión. El cuarto de Amuria era muy el estilo que siempre tuvo, colores opacos y del tono del rojo y rosa, entonces ella sólo lo miró y esperó.

— La saliva de los dragones es curativa, antes te sanaste así, me pediste que te curara porque...sufriste mucho... —la mira y entonces le dice calmo— Aunque entendería que no confiaras en mí como para dejarme acercarme como antes, en realidad tuvimos que conocernos mucho para que lograras eso...

El dragón se sorprende porque sólo le bastó decir aquello para que Amuria comenzara a desvestirse. Se le notaba un leve sonrojo, pensó en que quizás le daba vergüenza pero esa confianza y a la vez seguridad de su expresión lograba ponerlo nervioso. Se recostó mientras se cubría con sus manos, él se puso cerca de ella y le retiró los vendajes. Aún estaban abiertas, tal vez en su transformación a humana se volvieron a abrir. Entonces acarició apenas con la punta de sus dedos su piel, ella se estremeció pero de dolor. Allan apenas se acercó a su oído y le susurró.

— Tranquila, te sentirás mejor.

En lugar de quitar la saliva de su boca con su mano como debería haber hecho optó por algo distinto. Sintió el aroma de su piel, la esencia de su sangre coagulada, abrió su boca y con una delicadeza extrahumana comenzó a deslizar su lengua sobre cada herida en su espalda. Era una prueba de devoción y deseo absoluto. La joven no supo dónde ocultar su escalofrío, sólo se dejó hacer por aquel trato, no sentía dolor alguno y en parte sentía que ese cariño sólo podría aceptarlo de él.
Al terminar la vendó de nuevo y entonces ella se voltea para tomarlo de los hombros.

— Gracias. —entonces se muerde el labio y le confiesa— Te siento más familiar que nadie pero aún así no logró recordar nada sobre nosotros.

Entonces siente algo en su pecho, el amuleto, lo saca con apuro y se lo muestra. Sabía que por algo se lo había dejado. Le dice muy cerca pero dando lugar a la estrella.

— Tu me dejaste eso, no sé porque, pero cada vez que brilló fue porque estabas cerca. Fue mi señal para encontrarte y ahora pienso...que podría ser la clave para que me encuentres también.

Ella toma el amuleto y al mirarlo su reflejo, su color, tenía una parte de ella. Lo toma en sus manos aún Allan encima, al rozar con su piel siente lo que había guardado dentro...

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Amuria la han'gô, Amuria la humana, frente a frente. La joven le sonríe como nunca y la abraza fuerte.

— Al fin me encontró, yo sabía que vendría por mi, ahora si estamos completas.

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La mujer vuelve a la realidad y al ver al dragón tan cerca de ella sonríe muy ampliamente mientras sus ojos brillan a lo que sólo llega a gritar con emoción:

— ¡¡¡Allan!!! ¡Sabía que te darías cuenta! ¡Que no eres un tonto como siempre pensé! -lo abraza hundiendo todo su rostro en su pecho, escuchando aquella respiración calma y su fuerte corazón latir sólo por ella. Estuvo varios minutos así. Ya pasada su emoción, intentando mantener su orgullo dice apenas- Eres un tonto, un tonto con suerte.


— Me recuerdas, Amuria, ¡¡me recuerdas!! —dijo a la par que la contiene con gran alegría.

Parecían dos niños pequeños reencontrándose después de las vacaciones, sólo que en su caso habían sido años pero sus risas no podían distinguir el tiempo una vez que se veían de nuevo. En un momento pudieron volver a sentir ese amor entre ellos y con todo aquella escena sólo para ellos sus rostro se fueron acercando cuando un ruido muy molesto los detiene...una risa, una risa de pura burla..

— Aww que dulce dos tortolitos enamorados, me dan asco y me recuerdan a otros dos que deben estar en problemas en este mismo instante...

Al mirar hacia la puerta vieron a un demonio, Amuria la reconoció pero no pronunció palabra alguna.  Se levantaron dispuestos a pelear pero entonces ven algo detrás de ella que los deja congelados. La diablesa levanta el mentón de su víctima y llena de malicia exclama:

— Fue tan fácil poseerlo, es tan ingenuo, al igual que sus hermanos. —lo toma con fuerza y lo tira en la habitación— Cuiden de este mientras elimino al otro.

Allan y Amuria llevaron al pequeño a la cama, era claro en lo pálido que se veía que aquella arpía le había quitado mucha energía, era por eso que se comportaba de esa forma tan hostil antes. El dragón se sintió culpable, debió haberlo notado, su compañera sólo se aseguró de dejarlo bien acostado hasta que se recuperara. Entonces pensaron, al mismo tiempo, en las última palabras de Juliett; "...elimino al otro."; ambos se levantaron asustados y gritaron:

— ¡¡Frank!!

Se levantaron, antes de irse Amuria le dejó su cruz puesta a Erin con la esperanza que lo protegiera, debían ir con Frank y Lucía algo debía estar pasando....hacía horas que no habían regresado.

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La mujer de cabellos enrulados sostenía a su amado mientras caminaban por el intenso bosque. De pronto él hombre cae al suelo, su alrededor se oscurecía, Lucía lo ignoraba y entonces lo abraza.

— No puedo...

— Claro que sí, sólo un poco más y estaremos cerca de la iglesia, estarás bien. —lo consolaba mientras lo tenían en sus brazos más allá de la gran energía maligna que sentía en su cuerpo.

— Vete...po-or favo-or....yo...no sé cuanto...—entonces convierte sus manos y las hunde en la tierra— ¡Sal de aquí! ¡Rápido antes de que te lastime!

Su voz se oía más profunda, era claro que estaba por transformarse de nuevo, una sombra a su espalda, aún después de eliminarlo la esencia del íncubo que lo había infectado con la misma semilla de la cual nacen los demonios seguía presente en el mundo físico. Su contrato se había adelantado en cuando su alma había sido purificada, ahora bastaba purificar también aquello que había dejado en la tierra. Sin saberlo Frank estaba consumiéndose por su propio pecado, al matar a Aiperus, el demonio al cual servía, se había condenado a sí mismo. O se convertía en un demonio o tendría en mismo destino que su amo. Sintió esa entidad, la maldad en su interior comenzar a dominarlo, como en esos pequeños momentos que su mente divagaba y era tomada por su lado oscuro.

— Vete...Lucía...no quiero...—su voz se detuvo repentinamente.

La mujer sólo intentó hacer que resistiera un poco más, las garras de él se contrajeron, su cuerpo ya no temblaba y al abrir sus ojos un color rojo intenso casi negro se hizo presente. Lucía no lo pudo ver, no se iría de su lado, no otra vez. Sintió un escalofrío y aún así siguió abrazándolo, él no podría controlarse por mucho...

Mientras en la lejanía dos personas se acercaban...acompañadas por un ser que no se detendría hasta obtener lo que había esperado por tanto tiempo. Un alma pura.

CONTINUARÁ