sábado, 13 de agosto de 2011

Capítulo Treinta y tres: La canción

Existen varias cosas que conectan a las personas, a veces son muy obvias, otras no tanto. Éstas puede ser desde simple tics de mirar a la nada cuando en realidad miras más allá de la distancia sintiendo la atenta mirada de la otra persona, hasta ese momento en el cual tiendes la mano en la cama esperando a sentir otra que te la sostenga.

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En un hospital bastante carente de buenos servicios pero al fin funcional se encontraba un chico recostado entre tres sillas de la sala de espera, lucía agotado. Una enfermera lo miraba con atención, lo conocía, eran viejos amigos. Se le acercó y con suavidad le despertó, preguntó por quién esperaba y al oír la respuesta casi entra a zancadas para darse por enterada.

— ¡Espera Johana! -le dice a la par que algo desorientado se levanta e intenta detenerla-.

Al abrir la puerta se lo halló en una escena un tanto perturbadora. El joven con unos vendajes en el pecho, con sueros y varias cicatrices aún abiertas sobré sus brazos. Jamás lo vio tan mal como ese día.
Se llevó las manos a la boca para evitar gritar mientras siente los brazos de Frank rodearla y en lo que la está sacando de la habitación escuchan un murmullo un tanto extraño.

— ¿Cómo se llama esa canción?

Ambos se voltean y lo miran, estaba sonriendo con los ojos cerrados. Notan que había una pequeña radio a un costado de la ventana, una melodía se escucha de fondo. Los dos se miran, ¿el nombre de la canción? Johana se acercó al reproductor y entonces al terminar la canción hubo un gran silencio y luego nada. Se había cortado la señal.

— Lo siento Allan, no dijeron. —le responde un tanto desilusionada.

— ¿Qué hay con esa canción hermano? — dice serio, aunque en el interior tenía una alegría inmensa por oír su voz de nuevo.

— Porque soñé que bailaba esa canción, y era tan feliz entonces. —abrió los ojos mirándolos de una forma tan melancólica que provocaba abrazarlo, sonrió ampliamente— Era tan feliz.

— Allan...—exclamó Johana y entonces fue y le acarició el rostro, lo único que carecía de herida alguna.

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Mientras Amuria limpiaba su cuarto, Lucía el pasillo, esta última puso la radio y después de varias canciones movidas se escuchó la voz del animado locutor.

"Ahora para los románticos, para aquellos que buscan una excusa para ser románticos...para ustedes este clásico.."

Entonces al oír la canción, el cuerpo de la joven no pudo contenerse, como si estuviera en otro lugar, buscaba a alguien. Salió como hipnotizada al pasillo y entonces al verla tan distraída Lucía se le acercó y le preguntó si estaba bien. Amuria no la miraba, aunque parecía hacerlo, como si no estuviera en el mundo real. Con un hilo de vos la oyó decir:

— Si quiero bailar.

La mujer de cabello enrulado sólo se dejó llevar con una sonrisa tonta en el rostro y tomándola por la cintura la hizo bailar. Se notaba que era media dura pero igual, la expresión en su rostro no tenía comparación. Lucía se impresionó, sabía que estaba soñando despierta, pero se moría de ganas de saber con quién. La joven solo sonreía y sus ojos brillaban como si viera lo más hermoso del mundo. Estaba encantada bajo la dulce melodía.
Lucía bailaba muy bien, experiencia claro, la llevó la dio vuelta pero no lograba hacerla reaccionar. Sólo se reía a los tropezones de ella y dejó a ver cuando volviera en sí.
Al terminar la música Amuria finalmente apareció de verdad, al notar la posición en la que estaban se sonrojó toda y le preguntó:

— ¿Qué estás haciendo?

— Lo que me pediste gatita. —la suelta y entonces ya seria nuevamente le cuenta— Estabas soñando, al parecer algo bueno...dime...¿con quién soñabas?

— ¿Con quién soñaba? Pues con un...—entonces su mente se bloquea y no logra recordar nada, incluso su vista le falla y cae al suelo.

— ¡Amuria!

La sostiene hasta que se le pasara aquel problemas, sintió mucho frío a su alrededor, había un demonio cerca de ella. Entonces saca de su cuello una cruz plateada y con su larga cadena también la envuelve a Amuria. Ya lo había sentido antes, esa entidad había llegado con la joven. Al sentir como se alejaba, miró a la nipona un momento. Había algo en ella, que por alguna razón la hacía reaccionar así, como si fuera su deber protegerla. Le deja su amuleto y le besa la frente.

— ¿Qué fue eso? —pregunta ya recuperando el control de sí misma.

— Un demonio, y uno poderoso, al parecer. Niña creo que ya se porqué no logras recordar todo, alguien no quiere que lo hagas...

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Mese después de accidente, Allan se hallaba con su hermano en la casa de sus padres. Al menor aún le costaba un poco caminar, de verdad no podría tomarse todo tan a broma a veces, había estado bastante grave. Estaba mirando por la ventana distraído en sus pensamientos, entonces una joven de   cabello rojo anaranjado lo abraza por el cuelo y apoyando su mentón sobre el cabello de él le pregunta qué estaba pensando.

— Nada. —responde nuevamente en su actitud distante.

— ¿Quieres que te haga pensar en algo? — lo suelta y quedando frente de él choca sus narizes apenas y entonces sin aviso lo besa con pasión.

El dragón estaba cansado y muy solo, se dejó llevar ante ese cariño ya tan distante en su memoria. Entonces le correspondió, ignorando lo que aún sentía y al sentir tan cerca. Estaba sentaba sobre él y su rostro le sonreía con picardía, Allan sabía lo que significaba. Se veía desanimado y un tanto triste pero aún así fingió una sonrisa y le susurró en el oído a ella.

— Dime idiota, sólo dilo. —cerró los ojos para engañarse a sí mismo.

— Idiota. —dijo por lo bajo y entonces sintió cómo los labios de él descendían por su cuello.

Allan estaba al recordarla, y entonces sólo se dejó llevar como antes por sus instintos, olvidando así por unos minutos el amor. Pero fue en ese momento que alguien llamó a la puerta, algo quiso evitar que eso pasara. Y por alguna razón, el dragón pudo reconocer esto y se alejó de la Johana para ir a atender. Pese a las quejas de ella que ya estaba semidesnuda, él asumiendo que era importante salió a ver quien era aún con alguno vendajes en su pecho descubierto.
Se encuentra con un joven rubio que ocultaba su miraba bajo unas gruesas gafas de sol. Estaba pelado casi y entonces sonrió extrañado y le dijo:

— Me costó encontrarte, hasta se rumoreaba que habías muerto amigo. — se le acerca y entonces se saca los lentes para que pudiera apreciar sus ojos pervertidos, lo besa en la mejilla— ¿Tiene la memoria afectada por ese golpe?

— E-em-mber...—se da cuenta por el beso y entonces lo mira poco amistoso— ¿Qué haces aquí?

— Seguramente no lo mismo que tu, sólo vengo de mensajero, me han dicho que esto fue encontrado en la escuela. Y estoy seguro que es tuyo.

— Tengo prisa, dame lo que sea que quieras. —entonces se percató de su insinuación y le dijo— No seas mal pensado, estoy solo. —mintió.

— Tienes un olor a mujer excitada muy fuerte como para disimular A-chan. —dice y entonces le entrega un sobre— Ten, que yo sepa sólo había una persona a quien le decía así cariñosamente.

Al ver el sobre, la letra de Amuria, un palabra que hizo que se estremeciera y sintiera culpa.

~ Tonto Allan ~

El rostro del dragón cambió, ese tonto, cómo lo fingió Johana jamás seria como sonaba de ella. Entonces dejó al demonio y al entrar no pudo sino pedirle a su amiga que se fuera, esta lo hizo pero de muy mala gana. Al quedarse solo abrió la carta con cuidado y no había papel alguno, sólo un colgante. Una estrella invertida o al menos eso era para Allan. En un momento se preguntó porqué le dejaría algo así. Una cadena de plata y el símbolo era blanco, era llamativo, no parecía algo que Amuria usara. Se lo colocó y  sintió un calor en el centro de su pecho que hacía meses había olvidado.

— Amuria.

Fue ese día, el primero de una búsqueda, porque aún si le dijeran loco o obsesivo, ese día el supo...que ella aún estaba con vida.

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Lucía estaba en la terraza de su cuarto, pensaba en muchas cosas, ya iba por su quinto cigarrillo y aún no ordenaba sus ideas. Entonces sintió una presencia a su espalda y se volteó rápido pero no logró responder al sentir su esencia. Alguien la abrazaba con cariño, ella respondió de la misma forma.

— Te extrañé mucho. —dice una voz muy dulce.

— Y yo a ti, hermana. —sintió una molestia en su pecho— Me duele mucho.

— Lo siento, siempre me olvido. — se separa del pecho de ella y la deja de tocar— ¿Cómo vas con la pequeña?

— Bien, es muy buena niña, igual creo que debo pedirte otro favor. Tengo el presentimiento que hay un demonio influyendo en su mente, por alguna razón hay algo que me dice que está en peligro. ¿Tienes alguna idea en cuanto a eso?

— Sólo se me ocurre que su hermano la haya seguido pero es imposible, aquí no pueden entrar demonios no invitados. Veré que hacer, tu cuídate mucho, ya faltan poco años...¿si?

— Lo sé, tranquila estaré bien. —contestó cabizbaja y con tono triste.

Se miran como queriendo volver a abrazarse pero no lo hacen. Al desaparecer Juliett, su hermana menor se siente sola y llora un poco para descargar esa bronca por la maldición que las acogía hacía tanto tiempo ya.
Fue al cuarto de Amuria y se acostó a su lado, la abrazó con ilusión de calmarse un poco. La joven despertó y al verla sólo le preguntó:

— ¿Estás bien onne-chan? -se acurrucó en su pecho-

— Sólo quiero quedarme un minuto, ¿te molesta?

— No, ven, tengo frío.

Lucía la abraza con fuerza y la siente suspirar encima de ella, ojalá algún día pueda volver a hacer eso con su hermana sin salir lastimada.

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Varios años pasaron, muchas cosas cambiaron. Peleas, amistades, búsqueda y olvido. 
Un hombre buscaba a una mujer, una mujer quería recordar al hombre, ninguno de los dos tenía pista alguna pero aún así seguían intentando. En sus caminos cruzaron con viejos amores, con caídas y rencores...todo ello al final ¿mereció la pena?. Eso sólo ellos podrán responderlo.




1 comentario:

Minae dijo...

La hermana de Lucia es DDDDDDDDDDDDDDDDDDDDDDDDD:!
No, que se valla >-< que se valla que se valla que se vallaaaaaaaaaaaaaaaaaa! -histerica-
Yo quiero que Amu se acuerde de Allan Q-Q
Siguela pronto nee-chan!!