jueves, 25 de agosto de 2011

Capítulo Treinta y cuatro: 13 años de soledad

¿Cuántas cosas pueden cambiar en apenas 13 años?¿En diez?¿Y en siete?¿Cuatro?...

--------------------------------------------------------------------------------------------------------

En una casa mediana, una joven recién casada se preparaba para recibir a su esposo. Hacía unos cuatro años había empezado a ser soldado de un ejército muy particular, y pese al peligro que pasaba, ella nunca dudó en que siempre volvería. Siempre lo hacía.
Entonces la puerta principal se abrió y él entró. Con su ropa manchada de barro, su cara de cansancio y una expresión seria como ya era habitual. La chica de cabello anaranjado y con su trenza cocida fue y lo abrazó con emoción. La alegría de ella contrataba con el frío abrazo de él al verla, parecía alejado de todo. Después de contarle que todo iba bien, él y sus hermanos, todo en orden tomó su bolso y se dirigió a su cuarto. La esposa lo atendió con paciencia, nunca era efusivo o entusiasta, pero quizás era otra cosa. Algo que ella no quería aceptar.
El hombre, dejó su uniforme a un lado, estaba bastante marcado por moretones y una que otra herida que luego debería hacer ver con su esposa. Ya estaba tan acostumbrado al dolor que sólo se quejaba por costumbre. Se sentó en la cama, se sacó la camiseta y colocando sus brazos en las rodillas se frotó el cuello pensativo. En su pecho colgaba un amuleto extraño. Este lo miró y lo besó sin más.
Su esposa, se quedó helada al verlo con esa actitud y su expresión fue la de un completo odio al ver como le dedicaba una sonrisa a ese objeto.

--------------------------------------------------------------------------------------------------------

Una joven con un pañuelo verde y azul en la cabeza pintaba con tranquilidad en su terraza mientras a su costado descansaba un cigarrillo, el cual fue tomado entre las manos de la misma e inhalado sin emoción alguna. Una mujer mayor entró y entonces la abrazó para correrla y ver el cuadro.

— ¿Ves? Te dije que serías buena en esto, aunque nadie lo vea, eres demasiado buena para seguir de maestra, presenta algo a un experto, hazme caso...—entonces la mira más detenidamente, le saca el pañuelo de la cabeza y sorprendida exclama— ¿Nuevo corte?

La joven ríe y busca su pañuelo pero se lo coloca de bufanda esta vez, apenas se toca su cabello recién cortado y mientras vuelve a su cuadro le explica.

— Siempre tenía que lavarme el pelo después de pintar por mancharme, entonces lo corté un poco.

—¿Un poco? Un poco más y te confundiría con un chico bishoujo, como dices. —bromea ella y entonces le toma un mechón, si apenas le quedaban diez centímetros de su antes larga cabellera— Me gustaba más largo, déjalo largo Amuria.

— Gracias por el ánimo. —esas palabras le eran familiares, pese a haber pasado ya siete años no recordaba mucho de su otra vida— Mira a mi me gusta así, es más cómodo y punto. Igual, ¿no te gusta?

— Aww....gatita...me encanta con tal que te guste a ti, no hagas caso de mis fetiches, ya me conoces.

Le quita el cigarro de la mano y le da una calada profunda terminándolo y tirándolo al suelo. Acto seguido lo pisa.

— No imites ese vicio, recuerda, eres humana...puedes morir. —dice regañándola.

— Lo sé, pero que quieres, eres mi ejemplo. —se excusa divertida.

La mujer solo le sonríe y se va a hacer sus cosas. Lucía seguía siendo su misterio, pero ya eran como hermanas o buenas compañeras, la joven nipona no se despegaba de ella y más de una vez se la encontró llorando y fue ella quien la consoló aún sin que esta confiara para contarle que le apenaba tanto. Amuria aprendió en el tiempo que estaba con ella, que nunca lograría acercase más a su mente que lo que era el trato gentil y las pequeñas historias de su infancia. Sólo sentía mucha pena los días en que la veía deprimida, como si un piano se le hubiera caído encima se la pasaba sentada en su cama mirando hacía la ventana y no comía en todo día. Era preocupante, pero la joven había aprendido a no consumirse en eso y comenzó a estudiar pintura. Así se había transformado en profesora y recientemente pintaba sólo por decorar las blancas paredes de la casa donde vivía.

— ¿Por dónde iba? Ahh cierto... por las alas.

El cuadro que estaba haciendo era muy interesante. Lo venía pensando hacía varias veces, hasta había soñado con él. Un enorme dragón abriendo sus alas al amanecer. Mientras lo hacía sentía una gran ansiedad, sonreía al ver su trabajo, pensando que podría ser algo más. No estaba segura, pero últimamente tenía muchos sueños con dragones, quizás en otra vida había sido uno, quien sabe. Siente unos pasos a su espalda, se voltea pensando que Lucía la estaba espiando pero no ve a nadie. Ya hacía varios meses que le pasaba eso. ¿Habría un fantasma?¿En la casa o en su mente? Seguro era su imaginación.

Esa misma noche, alguien fue a visitarla, un espíritu juguetón. Una joven de cabello blanco y un kimono junto a una bufanda rosa. La mira y le acaricia la mejilla, ríe por lo bajo y le dice:

— ¿Quién es la anciana ahora? Aww te ves tierna, aunque más vieja...a veces me equivoco, cambiaron tu nombre. Bueno una de trescientas no es mala predicción. —suspiró y entonces se levantó de la cama sin despertarla— Tienes suerte de tenerme de guardiana, sino, ¿qué sería de ti? —dice arrogante como siempre y al salir se encuentra con una mujer que la miraba atónita—.

— ¿Suzuki?

— Lucía, hermosa, tanto tiempo. —dice fingiendo amabilidad— Aún recuerdo lo que deben tu y tu hermana.

— Si, lo sé, este...¿no me podrías decir algo?

— ¿Qué quieres? —nunca negaba ayuda, aparte se la veía más humilde a cuando era una ha'ngô.

— ¿Hay forma de deshacer un contrato de sangre?

— Lo siento niña, esos son bajo vida o muerte, nada se puede hacer. Inclusive si yo hiciera uno no podría librarme de él nunca, tendrás que sufrir las consecuencias... ¿Qué hiciste? —pregunta curiosa mientras le da la espalda.

— Vendí mi alma por la razón equivocada. —dice cabizbaja cuando al levantar la vista puede observa que la estrella ya no estaba.

Suzuki la miró desde lejos y exclamó:

— Pobre niña, mejor dicho, pobre madre. ¿Cómo no me di cuenta? No puedo pensar que lo sé todo...—se recriminó por su egoísmo.

---------------------------------------------------------------------------------------------------------

Ya eran diez años, una mujer y un hombre estaban en la intimidad cuando un pregunta lleva a la otra, se arruina el momento. Ella se separa y llora a sus espaldas, ya venía soportando eso demasiado tiempo. Johana estaba cansada, ni todo el amor u obsesión en parte podía seguir fingiendo que todo estaba bien. Él no la amaba, eso lo sabía aún el día en que se casaron, pero ella siguió por obstinada y ahora después de tanto años estaba en la misma cama que él, en su casa y aún así esa vida no le pertenecía. Allan intentó reconfortarla, solo empeoraba las cosas, viendo cosas que en esas caricias no existían. El dragón la abrazó, ella lo rechazó.
Sin más opción que ser honesto, tomó su ropa, se vistió y antes de irse le confesó:

— Lamento esto, yo no quise herirte nunca. Creí que podría llegar a amarte, porque creía que le amor se construía. Pero es inútil construir donde aún hay escombros. Yo lo siento.

— Sólo vete. —sollozó cuando al oír la puerta susurra— Sé feliz Allan.

--------------------------------------------------------------------------------------------------------

Trece
En un lugar lejano, una mujer rehacía un trato, un trato que definiría su futuro. Firmó con su sangre por segunda vez y entonces su demonio muy seductoramente la abraza y dice:

— ¿Ahora entiendes por qué te pedí que te encargaras de ella? Sabía que caerías de nuevo...ya van dos hermana, pronto tres, tu corazón siempre fue débil.

— ¿O quizás muy poco egoísta? Me gustaría que así fuera.

— Eres débil, sólo eso hermana, pese a haber nacido juntas siempre fuiste mía y así seguirá siendo. —se le acerca y toca su rostro— Ya no puedo esperar, estas vieja pero no importa, pronto morirás y podré darte la forma que quiera. Ahh Lucía anímate, todos aquellos que quieres son felices, claro a costa de tu propia felicidad.

— Está bien, lo acepto, lo más seguro es que no la merezca. Yo me preguntaba si podría..

— Cada diez años hermana, diez años, pero ve el lado bueno faltan sólo tres. En cuanto a este nuevo contrato, tu tiempo se acortará en digamos tres años, así que espero lo encuentres pronto o sino morirás sin volver a verlo.

— Lo sé, aún así Amuria lo vale, ella hará mejor uso de su vida que yo.

— Bien, no te preocupes haré mi parte del trato, la liberaré del lazo con Aiperus. Siempre pensando en los demás, te quemaras en el infierno.

— Al menos no te dejaré sola Juliett, nunca te dejaría sola. —comienza a llorar.

— No importa eso, yo ya no siento emoción alguna por ti, ahórrate las lágrimas.

— Tienes razón.

Fue transportada de vuelta a su hogar, nuevamente, si antes no podía salir ahora menos y sin embargo nunca se arrepentía. Se dirigió al cuarto de Amuria y la vio dormir, ya se estaba poniendo grande. Sus lentes a un costado, resultado de su vista corta. Su cabello algo crecido al estilo careé, le sentaba muy bien pero la hacía aún mayor. Entonces al verse en el espejo del mueble se dio cuenta, que todo lo bella que se había puesto Amuria se le había ido a ella en los años. Se sintió rara, pensar que estaba vieja y aún lloraba por las mismas cosas. Luego miró a la joven dormir, recordó cuando veía a su propio hijo en la misma posición, bella y antiguas épocas. Si hacía lo correcto, sonrió de lado y se dijo a si misma.

— Tres años no son nada, yo te encontraré.

Ilusionada por atreverse a decir eso se marchó a descansar. Mientras en los sueños de la joven se podían distinguir la figura de un hombre solitario y una mujer solitaria, ambos se encontraban y eran acogidos por un enorme dragón rojo. Su memoria volvería con él.

-----------------------------------------------------------------------------------------------------------

Hacía tres años él vagaba solo por los caminos en busca de algo, no se guiaba por la vista, casi había olvidado como se veía pero nunca olvidaría su esencia. Ella estaba viva y aunque le tomara su vida entera debía buscarla. Mientras caminaba hacía un pequeño pueblo de Moscú el amuleto en su pecho brillo por primera vez...quizás estaba a miles de kilómetros pero ya tenía una pista. El porqué Amuria le había dejado ese regalo, para encontrarla.

— Espérame un poco más.

Dijo al viento mientras volvía a su campamento, debería dejar las cosas en claro con Frank y Erin. Sabía que lo regañarían por dejarse guiar por una corazonada, más aún porque lo creía perdido en esa causa, él seguiría. Pero lo que nunca supo fue que antes de poder emprender su viaje de regreso a ella se cruzaría con un demonio desquiciado y rencoroso. Un demonio que debía cobrarle una vieja pelea.

CONTINUARÁ

1 comentario:

Minae dijo...

OMG!!! SE CASO CON JOHANA?!?! D:!!!!!!!
Pero ahora la va a buscar :'DDD
Me mata la intriga nee-chan ú3ù
Cómo es eso de que le debía una pelea? Q-Q Allan va a pelear con alguien Q__Q
Y Amu con el pelo corto, que genial *0*!!
Me encanta esta historia nee-chan, siguela pronto!! x3