viernes, 4 de noviembre de 2011

Capítulo Cuarenta y uno: Un Lento Despertar

Después de la noche un nuevo sol nació en el horizonte. Dos personas se levantaron, ya sin lágrimas en los rostros sólo caminaban abrazados como sin querer soltarse nunca. En un momento la mujer se sintió mal y tuvo que sentarse unos minutos antes de continuar, aún estaba demasiado shockeada como para estar firme como siempre. El hombre a su lado la levantó con cuidado para besarle la frente con cuidado.

— Amuria mírame, yo aún quiero pensar que nos queda algo bueno.

— Lo sé. —lo mira aún con una expresión triste y le dice aferrándose a su pecho— Yo también creo que hay algo bueno, nosotros.

Regresaron a la casa de donde había salido, en busca de otros dos que había muerto, una física y el restante mentalmente. Ninguno quiso admitir su pérdida como algo en vano, ambos sabían que en parte debía aprovechar en tiempo que tenían juntos, eso hubieran querido. En cuanto Erin se enteró se largó a llorar como el niño que aún era, pero su hermano supo consolarlo de la mejor manera.
La despedida de aquel lugar, tan significativo en la vida de mucho fue algo triste pero necesario. Lo peor tendría que venir, y sería una madre llorando.

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Quince años después.

Había una casa con mucho movimiento, mientras la mujer preparaba la cena con un vientre ya por demás crecido su marido estaba afuera pintando unos muebles más una cuna ya bastante gastada por su uso. Entran a la casa dos pequeños mellizos que se venían corriendo hasta que uno de ellos se cae  por un empujón de su hermano mayor y empieza a llorar.

— Ken no llores, mamá se preocupará. —dice mientras sus ojos marrones comienzan a querer llorar también al ver a su hermano menor así.

— Pe-pe-ro...me duele... —mira a su hermano mientras continúa llorando.

En eso una mujer de largo cabello y lentes los mira al pasar por un pasillo, entonces cuando nota el llanto de su pequeño va con él para levantarlo. Le sacude la ropa intentando mantenerse en equilibrio mientras le limpia las lágrimas. Lo levanta en brazos con esfuerzo y mirando seria, aunque no enojada le dice a su hermano.

— Law te he dicho que tengas cuidado con Ken, sabes que no es bueno que se golpee tanto, ya van tres caídas en una semana. — le ofrece una de sus manos— Ven vamos a curar a tu hermano, luego le pedirás perdón.

— Me caí solo mamá. —su excusa el pequeño de ojos miel.—

— Igual, debe aprender a ser más suave contigo, más aún sabiendo que no eres tan fuerte...pero si lindo. —besa la frente del pequeño que tenía en su pecho y luego la mano del que llevaba a su lado— No me enojo, sólo quiero que se traten bien.

— Si mamá. —dicen al unísono mientras resignados apenas le sonríen, Ken inclinando su sonrisa a la izquierda y Law a la derecha.

La mujer se va con sus hijos al baño cuando se cruza en frente a su cuñado quien al verla con el niño en brazos no puede evitar quitárselo y tomarlo él. Luego la mira como a modo de reto y sólo le besa la mejilla resignado.

 — Amuria deberías cuidarte más, no hagas tanta fuerza, deja yo me ocupo de...—le observó los ojos al niño, aún no los distinguía bien y ya iban dos años. Ambos tenían el pelo negro como su madre y el mismo rostro.— ...del tierno Ken.

— ¡¿Y yo qué?! —reclamó su hermano, con un carácter más fuerte.

— Tu me ayudas en la cocina. —dice su madre y lo empuja hacia el comedor mientras sobándose la espalda del cansancio dice en voz alta— ¿Dónde estarán Brian y Emma? La comida no tarda en estar y aún necesito quien ponga la mesa.

— Lo crucé en el frente, fue a su buscarla quédate tranquila. Por cierto hoy viene Ember, ¿molesta?

— Claro que no, es amigo mío también. Además que a Law le encanta jugar bruto con él y sería un buen descanso para mi moe chiquito.

~En la otra parte de la casa~

En una pequeña habitación, una niña pequeña revisaba entre las miles de cajas que se encontraban a su alrededor. Entonces alza una roja y pequeña y exclama con entusiasmo:

— ¡Aquí estas!

La abre con cuidado y de su interior saca un colgante, una cadena de plata con un talismán blanco, ella sonríe, como también el joven que la espiaba desde la puerta.

— ¿Qué haces? — pregunta él saliendo de su escondite.

Nada. —exclama mientras oculta su descubrimiento aunque pronto su carita nerviosa la delata.

— Vamos Emma, sé que tienes el colgante de papá.

— Ohh..—bufa por lo bajo y entonces se lo da cuando se lleva una sorpresa.

El joven de ojos verdes azulados va hacía ella y le coloca la estrella en su cuello para luego abrazarla con suavidad. Se separa y le ofrece su mano para llevarla a comer.

— Vamos que sino mamá se enojará.

— ¿Por qué me lo diste? —pregunta a la par que le toma la mano algo sonrojada, su hermano era tan cariñoso que siempre le causaba pena hasta cuando nadie los veía.

— Porque es tuyo, papá me dijo que el día que lo encontraras debías usarlo. Tienes suerte, sólo a ti decidió dejarle un regalo así de especial. — Su voz digna del hermano mayor que era estaba cargada de comprensión y serenidad.

— ¿Por qué es especial?

— Ya lo verás hermana, ya lo verás. — la mira de reojo y le sonríe con amabilidad.

Mientras salían del cuarto se topan con el padre de ambos que al ver su estrella en el cuello de su única hija sonríe, al igual que Brian y les dice:

—Al fin lo encontró. Bueno chicos, será mejor que ayuden a su madre, al parecer Ken se golpeó de nuevo. —apenas nervioso con la última parte tan frecuente.

— ¡Otra vez! —dicen los hermanos mientras se miraban cansados de escuchar el mismo cuento.

Una vez todos en la mesa la niña dio las gracias por la comida y mientras comían su madre al notar que llevaba el collar que alguna vez fue suyo no pudo sino emocionarse, teniendo que pedir un momento para ir a revisar si habían guardado las vendas con las que curaron a su hijo menor como excusa para que no la vieran así. Entonces mientras estaba intentando secas sus lágrimas aparece Allan y la abraza apoyando su mentón sobre el hombro de ella. La siente llorar cayendo algunas de sus lágrimas sobre las manos de él sobre el pecho de la mujer. 

— Hoy se cumplen quinces años Allan.

— Lo sé, feliz aniversario, por décima vez. Te hice un regalo pero quizás no llegue con el tiempo.

— No te preocupes, yo tampoco te compré nada por falta de tiempo, pero está mejor así sólo quiero que estemos juntos. ¿No existen las coincidencias verdad? Que justo este día...—se calla de repente y toma la mano de su esposo con fuerza.

— ¿Amuria?¿Amuria? ¿cariño?¿Sucede algo?

— Allan se dejó de mover...—exclamó con un hilo de voz cuando sus manos comenzaron a temblar.

— ¿¿Qué?? Amuria no...

La mujer se volteó, estaba pálida del susto. Tomó la mano de su esposo y mientras subía su mirada se notaba el miedo en sus ojos. Luego esperó, como si esperara algo pero no había nada...

— No querrás decir... 

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Bueno, es corto pero es lo que quiero...próximo capítulo...

EPILOGO 

Gracias por leer xD 

1 comentario:

Minae dijo...

AAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAH!!! -Grito desesperado de fan-
15 años?! Ya tienen hijos :'DDDDDDD
Mini Allancitos y mini Amuritas *0*!!!!!!!!
Pero, pero, pero, pero el final me deja preocupada DDD:
Espero el siguiente capítulo!!