viernes, 9 de septiembre de 2011

Capítulo Treinta y seis: La Pasión Prohibida

Hace mucho tiempo atrás, existieron dos personas, las dos enamoradas la una de la otra. Las dos compartían una pasión casi imperceptible por lo demás a su alrededor y ambas llevaban una sombra de maldad a su lado. Pero estás personas, no fueron ni Allan, ni Amuria.


~Las miradas~

Un joven de cabello largo hasta la cintura y atado con una cola baja estaba mirando unas parejas de baile  en el centro del parque de su ciudad. Lucía serio, la música tenía vida en su mente pero parecía incapaz de demostrarlo. Pero no era por falta de valentía, sino por una condición de su persona, él tenía lo que se conocía como anhedonia y por eso era casi inexpresivo. En medio de su abstracción  mental algo logra despertarlo, como si un sueño aún se tratase percibe un saludo inocente del otro lado del parque. Una chica de rulos pronunciados lo mira fijamente, sin pudor ni vergüenza alguna lo que lo dejó perplejo y sin saber qué hacer. Le responde el saludo con amabilidad y sólo la mira un buen rato, estaba sonrojad pero no despegaba sus ojos de ella. "Es bonita", pensó para sí.
La chica a veces se distraía viendo a las parejas a su alrededor, movía su pie al ritmo de las melancólicas o pasiones canciones, el joven pensó que quizás esperaba a alguien para bailar. ¿Podría invitarla él?, no, él no tenía gracia alguna. Sin embargo nadie apareció y al final de la tarde cuando sólo quedaba la pareja de instructores fue que la chica se levantó para irse. Ante se darle la espalda le hizo un seña y se señaló el reloj de la muñeca. Él entendió, mañana a la misma hora, debía ir.

Así sucedió por unas cuantas semanas más, sólo se miraban y hacía señas, como si no tuvieran voz alguna. Parecía que siempre sería así, de no ser que un día por una broma tuvieron que pasar por un apuro para conocerse. Mientras una pareja de ancianos bailaba, la mujer se resbaló pero sólo se rieron, la chica también se río. Entonces él por presumir le hizo un gesto " Yo lo haría mejor" pero no fue sólo la chica quien lo vio y allí estuvo el problema.
Los profesores los llamaron a ambos y pararon la música para decir algo al grupo mientras los dos jóvenes se miraban sin saber qué hacer.

— Bien, muchachos, si tanto les gusta criticar muéstrenos que tal lo hacen. Ya de tanto verlo deben haber sacado los pasos ¿no? —los desafió la mujer con una digna voz de artista.

La pareja de esta los acomodó en el medio de la pequeña pista y les indicó como poner los brazos, dándose cuenta en el sonrojo de ambos que apenas se conocían.

— Preséntese y en cuanto empiece la música bailen. —su sonrisa era de travieso, hacía semanas lo veía jugar de lejos, ahora verían lo que era jugar de cerca.

Los dos tragaron saliva y algo dudosos y sin poder mantener sus miradas pronunciaron sus nombres.

— Francisco.

— Lucía.

Se sintió los primeros compaces de la música ninguno supo cómo moverse pero ante la presión de los ojos a su alrededor tuvieron que inventar algo. Comenzaron a hacer unos simples pasos a buen ritmo y se dejaron llevar, imitaron una que otra cosa vista en las tantas veces que observaban a los demás, aunque lo impresionante era que estaban en sintonía aún sin hablarse. Los instructores se quedaron satisfechos y cuando pensaron que ya había sido suficiente humillación los hicieron parar y entonces les dijeron:

— No estuvo mal, pero podría mejorar tiene un buen feeling entre ustedes ¿les interesa unirse?. —la mujer al no verlos tan convencidos agrega— Es más divertido hacer que ver, podría conocerse mejor y hablar más.

— A mi no me parece mala idea, ¿tu que dices Frank? —opinó ella mientras volvía a mirarlo tan firme como siempre, aún tenía seguía tomados de las manos.

— Emm yo...debería...este... —al ver la sonrisa de ella se sintió extraño, no puso qué era eso, cómo vergüenza pero se sentía bien en parte. Además la confianza innata de darle un apodo, le gustó ese gesto por su parte y por primera vez en su vida fue espontáneo y no pensó— Si, creo que podríamos intentarlo, si quieres claro.

La joven apenas suelta sus manos y se queda algo apenada, pero lo seguía mirando y se ríe. Él la imita por su propia pena. Los instructores se miran y alzando sus cejas sabían que había ganado una buena pareja.

Las clases les fueron muy útiles, tenían una habilidad desconocida para ambos, más para Frank que para su joven pareja. Sus maestros decidieron darles una especialidad y salió en fortuna un baile que pocos tienen las actitud de dominar, el tango.
Hubo un cambio en los dos, mientras él se volvió más abierto y a la vez se atrevía a seducirla con más intensión; ella se había amoldado a su personalidad siempre paciente a sus respuestas y sus ojos demostraban cierta ternura al verlo. En el baile no hablaban, como antes, sólo sus acciones podían describir lo que el joven nunca podría expresar por su voluntad. Lucía lo entendía, y a la vez, le fascinaba. Los padres de Frank se pusieron muy contentos al recibir la noticia que su hijo, el más callado y casi autista a veces era uno de los mejor aprendices del centro de danza del parque. Tanto así que un día fueron a verlo. La joven no tenía procedencia alguna, nadie la conocía y Frank sólo la conocía por sus conversaciones superficiales y sus incontrolables pasos que lo volvía loco de ansiedad.
Mientras las parejas tomaban su lugar, Lucía apareció con un vestido simple pero algo provocador. Al joven, su maestro le había regalado un sombrero algo grande pero útil para su propósito. Todo estaba listo y pronto sería su turno. Las parejas se esparcieron y al comenzar la música se transformaron en bailarines, sus piernas cruzándose, abrazándose, sus giros estaban hipnotizando a todo espectador que pasara por la plaza para el pequeño festival. Era impresionante, para los personas tan jóvenes tener la concentración y precisión que se veía en ese momento. Sólo ellos, ese era el secreto, en sus miradas sólo eran ellos. Las manos de Frank recorriendo las piernas de Lucías, sus manos uniéndose tan pronto se separaban, la intensa atracción de sus cuerpos. Al terminar los últimos compaces ella quedó rendida en sus brazos y sus rostro tan cerca que ya no había barrera que los detuviera y dieron un corto pero honesto beso mientras la multitud los alababa con emoción.
A la madre se Frank se le llenó el corazón de alegría, su hijo parecía despertar de ese sueño dónde siempre estuvo atrapado; pero distinta era la expresión de su padre quien lucía preocupado y a la vez a ver los ojos de la joven supo que su sospecha era cierta.
Frank no podía creerlo y al sentir como ella alejaba sus labios de él, este sonrió y le besó la mejilla en respuesta. Desde entonces Lucía no pudo evitarlo, se había enamorado de este chico tan callado.

 Ich liebe dich Frank. —susurró mientras se separaba de él.

No pudo responder, pero su corazón sus ojos ya habían respondido. Lo que no lo dejó ver el miedo en el rostro de ella al ver acercarse a su padre, pareció desaparecer, pero Frank no pudo verlo cegado aún por su primer beso. Siente la pesada mano de su padre recaer en su hombro y al verle la cara se le va todo lo dulce del momento. Se lo llevó con apuro entre la multitud que lo aclamaba mientras su maestro lo veía irse sin entender el porqué.
Entonces en un pequeño callejón el hombre lo detuvo y mientras lo sostenía contra la pared le preguntó:

— ¿Eres tonto?

— No. ¿Qué pasa?

— Hijo, ¿no la puedes ver?

— ¿Qué cosa?

— ¡Ella no es humana! —le grita cansado de esa confusión en su hijo— ¿ Que acaso ese demonio te ha vuelto tonto?

— ¿Demonio? Te equivocas, Lucía es sólo mi pareja de baile y ella no es...

— ¡Francisco despierta!

Ante el grito se queda paralizado, jamás le había gritado así. Se lo veía enojado o preocupado, él no lo podía distinguir. Tan solo se achicó y no supo que más decir. Él lo hubiera notado ya, pero en realidad, no estaba muy seguro de nada cuando estaba con ella sólo quería verla no se preocupaba por ninguna otra cosa. El joven se quedó pensativo.

----------------------------------------En un pueblo cercano------------------------------------------

Una chica entra un tanto apurada a su casa en las afueras y con una mochila a cuesta, planea entrar sin despertar a su hermana de su siesta matutina pero se le cae una silla. Una joven de cuerpo bastante desarrollado y de cabello dorado aparece frente a ella y entonces le sorprende con un beso sobre los labios lo que hace que esta última se asuste y caiga de espaldas al suelo.

— Hermanita me arrugaré si sigues despertándome. ¿Dónde estabas? —la ayuda a levantarse y le saca la mochila para hurgar entre las cosas que llevaba— Un vestido, unas medias, unos...¿zapatos de tacón? Tu no sabes usar esto.

— ¡Dame eso! —le dice enojada y guarda todo en la mochila con cuidado— Fui a bailar de nuevo.

— Por favor, tu no tienes gracia alguna, pobre el que le toque tenerte de pareja. —exclama en broma cuando al mencionar "pareja" nota cierto sonrojo en su hermana— Y hablando de eso...¿quién baila contigo?

— Un chico un poco mayor que yo, no es nada. —sonríe y nota que la miraba, intenta ocultar su sonrisa.

— No es nada, ni tu te crees eso, ¿te gusta?

— No. No me preguntes más.

Sale corriendo mientras intenta no pensar en su mentira. Mientras su gemela se toma del cabello despreocupada, por alguna razón le parecía asquerosa esa actitud tan humana de su hermana, seguramente estaba loca por ese chico. Un malicia apareció en su rostro, el olor que ella portaba no era de un humano, seguro era alguien interesante. Debía ganar dos almas más para su ascenso, ella era un demonio ya y no podía perder esa oportunidad. Ya no le importaba que fuera su hermana, un alma era un alma, sería fácil engañar a la aún ingenua han'gô, Juliett lucía unos veinte años que le serían eternos, pero Lucía en cambio apenas tenía la apariencia de una chica de catorce o quince con suerte. Era tan sentimental, además de inocente por demás para ser una han'gô. Debía ser cautelosa y aprovechar cuando tuviera oportunidad.

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El joven caminaba por la calle tranquilo y abstraído como siempre cuando siente que alguien lo tira de la remera y lo lleva a un callejón en el cual cae por estar mal parado. Entonces ve un rostro con una cara de duda y desconfianza total.

— ¿Lucía?

— Perdón...ya te ayudo. —lo levanta apenas y lo abraza fuerte, nota que no le responde, suspira y dice— Abrázame también, se sentirá bien ya verás.

— Bien. —la abraza apenas, siempre tuvo miedo de hacerle mal, era delgada pero entonces siente cierta necesidad de tenerla así por siempre y sentir su olor por siempre— Se siente bien, creo.

Al verlo sonreír no resiste mucho y lo besa apenas, él no se inmutó ella apenas hizo caso a aquello. Era difícil lidiar con esa parte de su persona a veces, tener que decirle lo que era el bienestar o el placer era costoso para alguien tan emotiva como Lucía, pero por él lo podía soportar. Entonces se toman de las manos como siempre y se van a la plaza. La joven le había revelado su secreto, en parte porque era muy honesta y por otra para ver qué diría él. Frank no le molestó, en un principio pensó que si fuera un demonio le molestaría pero en parte era humana, como su madre y eso lo llenaba de esperanza. De que algún día, ella fuera humana y así podría estar siempre a su lado.
Jamás lo había tenido afecto a nada, poco a su madre quien siempre respetó, pero ese cariño que había desarrollado por Lucía era inigualable.
Bailaron tanto que al final se quedaron solos en medio de la noche y aún sin música sus pies se seguían moviendo. De pronto por la oscuridad del ambiente la joven se tropezó con un banco y como su compañero era un palo de flaco no pudo tenerla y esta se dobló el tobillo en consecuencia.

— ¡Ayy! ¡Frank quítate!

— ¡Lo siento!¡Lo siento! —decía constantemente mientras la miraba angustiado e intentando ayudarla de alguna forma.

Ella apenas se sienta y nota que no podía mover la pierna sin que le causara un fuerte dolor, toma a su novio de los hombros y casi sollozando le dice:

— Creo que no puedo levantarme. —la lágrimas estaban a punto de caer cuando él por primera le hace una caricia sin consentimiento, le acaricia las mejillas y entonces se da vuelta esperando— ¿Qué haces?

— Sube, yo te llevaré. Fue mi culpa lo siento. —dice apenado mientras la mira de reojo.

— Frank...

Ella apenas se sube a su espalda y siente la suavidad que tenía al tomar su tobillo lastimado. Comenzó a caminar, pensando en cómo decirle, o qué decirle, hacía meses que se conocía y sin embargo él nunca tuvo valor para decirle lo que sentía. Esa calidez que le hacía sentir cuando le sonreí y trataba de hacerlo más sensible a su alrededor. Cómo disfrutaba de sus quejas y llantos espontáneos tan tiernos como una niña pensó y rió por lo bajo. Sintió como las suaves manos de su amada le sacaba la cola del cabello y dejaba su larga melena libre; se sintió avergonzado por eso.

— ¿De que ríes? —pregunta mientras juega con los cabellos de él mientras la brisa soplaba a su espalda.

— Es que yo pensaba, pensé, en decirte algo aunque no consigo decirlo.

— Frank, tu, me haces querer ser una buena persona. —le besa la cabeza y entonces siente como se detiene, ella se sorprende.

La deja en un banco y se arrodilla para verla a los ojos, esos ojos que siempre lo hacía sacar una parte de él que nunca mostraba al mundo. La miró sus propios ojos de verde pálido brillaron a las tenues luces de la noche y entonces le tomó las dos manos. Tragó saliva y se sonrojó bruscamente.

— Jamás sentí felicidad o ansiedad, o nada, antes de conocerte. —acercó su rostro a ella y entonces apenas pareciera cerrar los ojos, se sentía tan feliz de decirlo que algo extraño se plantó en su interior y sin darse cuenta lloró frente de ella.

— Yo...—se quedó muda al verlo y también lloró.

Lo abrazó y lloraron juntos.
Nunca, ninguno de los dos había tenido necesidad de ellos, ni de niños lloraron con tanto sentimiento como esa noche. Como si fuera la última en sus vidas, como si nunca fueran a verse, ese temor de perderse. Ya no sólo era su cariño, era su necesidad estar juntos. Y pensaron al terminar de mostrar su fragilidad que lo lograrían. Fue entonces que Lucía decidió que sería una humana...pero esto, esto sólo fue el comienzo de su historia. Porque ese llanto no se repetiría, pero si tendría razón.
Y esa razón, fue un error, un descuido...una pasión.

-----------------Continuación: "Ojos verdes a lo lejos"---------------------------

1 comentario:

Minae dijo...

Osea, osea, osea, osea, what?!?!
Ese Frank es el Frank que yo estoy pensando? O_____O
Es muy tierno el relato de los dos *0* pero, Lucía? osea.. qué paso? Qué les habra pasado? D:
Está buenisimo todo nee-chan, sigue asi :'DDD