viernes, 18 de noviembre de 2011

Epílogo: Gracias

En un hospital bastante carente de recursos pero preparado ante una emergencia como la que aquella noche atendió.Una mujer desesperada y su esposo, detrás de ambos cuatro niños y un tío tan asustado como los más pequeños. El hombre fue retirado de la sala de urgencias a la fuerza por dos enfermeros. Allan jamás fue de dejar a su esposa sola, pero al parecer estaba alterado. Ember lo abrazó apenas y le murmuró:

— Tus hijos Al, sé fuerte por ellos.

Entonces reaccionó a lo dicho y sentándose en una de las sillas miró a sus hijos, los cuatro frente él, todos con la misma cara de preocupación y miedo. Apenas sonrió pero con duda en sus ojos siempre transparente ante todo. Los gemelos se le acercaron, él los subió en sus piernas y abrazó. Luego les dijo con una voz seria pero con sinceridad.

— No se asusten, su madre es muy fuerte y estará bien. —acoda a sus niños sobre él.

— Papá tiene razón, mamá estará bien no se preocupen. —dice el mayor de los hermanos pero pronto acota— Ya vuelvo, me siento mareado voy a tomar aire.

Sale rápido, la pequeña Emma sabía mejor que nadie que Brian jamás se mostraba mal frente a ellos decidiendo darle espacio fue y se sentó al lado de su padre apoyándose sobre su hombro y sosteniendo su amuleto comenzó a pedir por el bien de su madre. Erin se había marchado por un tiempo a buscar algunas cosas, algo que llevarle a los niños, sabía que sería inútil intentar hacer que fueran a casa. Mientras el tiempo pasaba. La joven y sus hermanos menores se había dormido de la tensión del momento que los había desanimado mucho. Allan notó que su hijo aún no volvía y en un amague a levantarse siente la mano compañera del han'gô sobre él.

— Iré con él, sera mejor que los dejes descansar, además Lawliet suele tener pesadillas. —dijo el rubio mientras despeinaba a su viejo amigo— Tu hijo es muy parecido a como era Aiperus, bueno Daisuke en realidad. Déjamelo a mi.

Al hombre le preocupó un poco aquello comparación, inclusive su esposa se lo había dicho una vez pero nunca supo si tomarlo como cumplido o no.
El rubio fue afuera del hospital pero no lo encontró en la calle. Alzó la vista mientras afinaba la vista y justo encima de un árbol bien escondido pudo verlo. No había nadie por esas horas así que sacó sus alas y sigiloso fue acercándose. Quedó detrás de él, entonces lo tomó por sorpresa rodeando su cuello con sus brazos y tirándolo hacia atrás para que se acostara sobre él. El joven se dio cuenta que era él por su olor, no opuso resistencia y solo colocó una de sus mano sobre las de él como forma de corresponderle. Después de un tiempo el mayor dijo:

— ¿Listo para volver? Erin traerá algo para comer y es lindo recibir buenas noticias con el estómgao vacío. Vamos, deja de preocuparte Amuria es el ser más persistente que conozco, en menos de media hora te apuesto nos dejarán verla y todo estará bien.

— Tío Ember, me gustaría ser tan optimista pero, ¿y si fueran malas noticias?¿si pasó algo malo con ella o con el bebé?

— Eres el hermano mayor es normal que te asusten esas cosas, no dejes que el miedo te domine, es complicado explicar que se siente ver a tu madre asustada...créeme que lo sé. Te necesita para que cuides de tus hermanos, y de tu padre. Ven. —lo levanta y lo obliga a mirarlo— Debo ir por alguien, promete que te quedarás aquí, entrarás y me harás sentir un tío orgulloso.

— Lo prometo, Ember eres raro. —dijo mientras sacaba sus propias alas y bajaba— Siempre lo has sido.—pensó.

El joven entró al edificio, el llamado "raro" miró al horizonte, debía buscarlo. Era el único que podría traerle paz a la mujer que seguramente estaba sufriendo. Se convirtió en la sombra de su ser aún presente y comenzó su viaje.

Erin llegó al tiempo de regresar Brian y todos juntos comenzaron a comer; un médico sale de la sala y pide hablar con el esposo. Este fue rápido mientras sus niños habían dejado de hablar ante el llamado a su padre. Estuvo un rato mientras le decían una que otra cosa, todos se morían por escuchar o leer los labios, igual no alcanzaron a saber nada hasta que se separaron. Allan tenía un rostro serio, eso daba a pensar, al regresara su hermano menor lo bombardeo de preguntas sólo una fue respondida.

— Están bien, los dos. —abrazó repentinamente a su hermano y dejó escapar un par de lágrimas mientras sentía el miedo irse.

— ¿Cuando la podemos ver? —se apresuró a preguntar Emma.

— Ya en unas horas, está dormida por la operación pero estará bien. —le respondió algo torpe el padre mientras se separaba de Erin volviendo a tener su calma encima— Aunque sería mejor que ustedes vayan a casa a descansar, si estuviera Ember le pediría que los cuidara pero..

— Tranquilo, yo me encargo, mañana no trabajo. Además tienes razón debemos estar bien, además sería buena para Amuria que descansara un poco.

Todos quedaron de acuerdo, a excepción de Brian quien deseaba quedarse pero como sabía que su tío no tenía humor con los más pequeños decidió ir para cuidarlos. Además de la promesa que le había hecho a Ember.

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Sintió un sabor familiar y amargo en sus labios, entonces despertó algo desesperada por la sensación de estar tragando algo cuando al hacerlo siente que su enorme panza ya no le molesta. Su panza no estaba y su bebé tampoco, comenzó a gritar cuando siente que alguien le cubre la boca y la abraza. Amuria no entendía nada hasta que esta persona toma espacio para verla mejor.

— Tranquila, la niña está bien, está aquí a tu lado. No te alteres, no quise despertarte lo siento. —dijo el hombre como si nada y le ofreció de nuevo el elipsis que le estaba dando para que se recuperara más rápido.

— No puede ser...—ella apenas si pudo tomar la botella que intentó levantarse para tocarlo y saber si era real. Sintió las suturas en su abdomen y emitió un pequeño quejido de dolor.

Él al verla la tomó de los hombros y la recostó mientras permitía que tomara uno de sus manos para evitar que se levanta. No iría a ningún lado. Entonces se miraron un buen tiempo,  lucía claramente más grande, viejo casi, su edad sería de unos cincuenta largos ya. Sus ojos se veían triste como Amuria siempre creyó de volver a verlo. La mujer se emocionó pero pronto recordó a su pequeña y le pidió que se la llevara a su lado. El hombre aceptó y recogiendo a la beba en sus brazos de una forma muy dulce la llevo donde su madre. Ésta le contó los dedos, le miró el rostro y al tiempo de verla parpadear supo que tenía los bellos ojos esmeralda. Mientras sonreía ampliamente su acompañante le hizo una pregunta:

— Siempre estuve cerca cuando tuviste tus hijos Amuria, he visto a cada uno de ellos. Brian, Emma, Lawliet y Kento...¿cómo le pondrán a esta princesa? —estiró su mano y la niña tomó uno de sus dedos con fuerza, un gesto tan dulce que logró sonrojarlo.

— No lo sé, fue una sorpresa, al igual que tu Frank. Ha pasado mucho tiempo. — hubiera llorado en ese mismo momento de no ser por tener a la beba en sus brazos.

— Si...mucho tiempo. — hizo una pequeña pausa y luego volvió al tema principal— Uno de mis hermanos también nació prematuramente, aunque le fue bien como a esta hermosura. Luego vivió toda su vida ansioso...no te sorprendas si sale así.

— Jajaja...si vieras a mis dos ositos, ellos si son problemáticos. —refiriéndose a sus gemelos, entonces con miedo pero mirando a otro lado le pregunta— ¿Te irás?

— Si, no tengo más motivo para quedarme que asegurarme que estés bien y como ya te veo mejor quisiera irme. Aunque no sé porque me encantaría quedarme si me lo permites. Hacía años no tomaba a un bebé en mis brazos.

— Ten sostenla. —le dijo sonriendo la mujer antes su respuesta y le dio a la niña. Luego de un rato de conversación la madre recordó algo.— Creo que sé que nombre ponerle...me acordé de uno que quería para Emma antes...

— ¿Cuál Amuria? —dice bastante perdido en la carita dormilona de la niña.

— Arleen.

El hombre se quedó helado ante ese nombre, tan significativo para él. Amuria se percató de ello y sólo se volteó para tomar su rostro un segundo y confesarle.

— Lucía me dijo alguna vez, que si tenía un hijo, era lindo nombre porque...

—...era el nombre de nuestro hijo. —completó él con melancolía y entonces mientras acariciaba la mano de la beba agregó— ¿Arleen te gustaría tener un tío más?

— Créeme que a todos nos gustaría. —Amuria apenas si intentaba mantenerse despierta.— Frank ya no puedo seguir despierta, seguirás aquí ¿verdad? Si quieres sólo está con los niños, pero siempre quise que te conocieran.

— Duerme tranquila, yo me encargaré. —apenas sonríe meintras se paraba para mecer a la niña en sus brazos— Prometo estar cuando despiertes.

— Cuida de Arleen....y gracias. —dijo ella antes de recostarse, estaba cansada y aún adolorida, pero su corazón estaba alegre de volver a verlo y lograr que se quedara.

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A la mañana siguiente el ya más aliviado padre fue a comprar unas flores para su esposa, además que tendría un asunto que tratar, pero lo importante era que todo había salido bien. Sus hijos se habían arreglado, su pequeña lo acompañó a la tienda. Lo tomaba de la mano como siempre pero su carita estaba algo triste a su parecer. Su padre terminó de comprar las rosas y entonces sin aviso de nada la levantó y la llevó encima de él. Hacía tiempo no pasaban tiempo juntos, además que siendo su única niña no sabía muchos juegos para compartir con ella como con los demás.

— No tengas miedo Emma. Todo está bien. —dijo Allan mientras le sonreía, era la que había sacado sus ojos de agua y sabía por ello que era la más protectora— Mi princesa, te diré que haremos, no esperaremos porque tus hermanos lleguen. Apenas estemos en el hospital vamos directo a ver a mamá ¿si?

— Bueno...Pero espero que no se enojen Kento y Lawliet. —se sostiene de su pecho y apenas cierra sus ojos tratando de calmarse.

— Claro que no, Emma emma emma...—comenzó a cantar mientras pensaba, que esa tonta canción era lo más feliz lo ponía. Entonces recordó, aún no tenía nombre para su hijo más pequeño.

Llegaron y fueron directo a la habitación que les indicó la enfermera. Mientras el hombre bajaba a su niña y le acomodaba su vestido. Luego le dio un beso en la frente y abrió con cuidado la puerta. Entonces las flores se le cayeron de las manos, su hija las tomó algo confundida también. El dragón sintió su mismo olor en aquella persona. Estaba dormido y miraba hacía donde estaba el bebé. Allan se le acercó, casi lo toca cuando Erin salta de atrás de ellos y gritando junto a  los otros tres niños exclaman:

— ¡Hola! ¡Cómo está la paciente! —dijeron en tono alegre mientras entraban un tanto a los empujones. Cuando al ver también al extraño y sentirlo se quedaron callados mientras la mencionada apenas si despertaba del ruido.

El hombre, ya bastante mayor por lo visto ni se inmutó a los gritos de los pequeños, parecía estar por demás cansado. Amuria apenas lo vio con esa de sorprendidos miró a su niña y dulcemente dijo como si nada:

— ¿Son para mi cariño?

— Si mamá. —respondió la pequeña de ojos celestes— ¿Quién es él?

— Un amigo Emma, despiértalo por mi quieres. —le sonrió como afirmando que nada pasaría.

La niña de sólo diez años se acercó y sin titubear posó su mano en una de las mejillas del hombre. También sonrió al sentirlo tan cálido como su padre. Entonces con más ansias le tiraba de los cachetes hasta que logró despertarlo. Aquellos ojos verdes viejos y llenos de sabiduría lo delataron. Le costó reconocer a esos dos hombres como sus hermanos, casi hubiera corrido a abrazarlos de no tener a la pequeña a su lado. Pronto la subió en brazos y con una seguridad ganada con años de pensamientos dijo a sus hermanos:

— Sé que estoy viejo pero ¿aún así no me reconocen? Vaya que no han cambiado nada. —ese tono de voz tan cínico era claro del antiguo Frank, la niña apenas si salió de su asombro no tuvo objeción alguna a tenerlo así de cerca.

Una vez que los otros dos despertaron poco más se le tiraron encima, abrazándolo, golpeándolo, un poco de todo por la emoción. Entonces después del momento cursi Allan lo miró y con lágrimas en los ojos admitió:

— Temía no volver a verte.

— Siempre fuiste muy impaciente, sólo necesitaba tiempo y...un dulce gesto de parte de tu esposa.

El dragón miró a la misma y ella sonrió, se levantó con esfuerzo pero mejor por el descanso y fue hacía donde descansaba su pequeña. Sus hijos se acercaron con curiosidad y la miraron con miedo de despertarla.

— Es una niña, ¿ven que chiquita es? —dijo mientras se sentaba y miraba como las manitos suaves de Ken le acariciaban una mano.

— ¿Cómo se llama? —preguntó Brian mientras le rozó la nariz con su dedo índice, no importa cuántos viera, los bebés siempre le parecieron tan frágiles como el cristal.

— Arleen, significa promesa. ¿les gusta?

— A-r-l-ee-n...—deletrearon los mellizos.

— Es muy lindo. —dijo Emma mientras se apoyaba en su hermano mayor— ¿Brian?

— Me gusta, aunque de nombres no se mucho...como ¿cuál es el nombre de este hombre? —fue directo mientras sus ojos verdes apuntaron a los del extraño.

— Es igual que tú, ¿lo notaste? —expresó riendo Erin mientras miraba a su hermano mayor— Él es Frank, es...su tío más grande. Tú sacaste sus ojos Brian.

— ¿Otro tío más? —dijeron juntos los cuatro hermanos a lo que la beba se despertó abriendo sus grandes ojos verdes, como diciendo "yo también".

Todos miraron a la niña y rieron juntos...

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Después de muchas luchas, temores, caídas y pérdidas la felicidad no es más que un par de ojos verdes abiertos. Algo inusual y efímero, pero por lo cuál vale la pena esforzarse.

Porque el amor es eterno.

Uno puede sufrir, culpar, engañar y perderse...pero si se tiene buenas almas a su alrededor, como Amuria siempre tuvo a su lado podrá tomar su camino y salir adelante para dejar algo bueno y durable  nacido del cariño y esfuerzo como lo han sido sus hijos.

Esta es una historia de amor, lo admito, y por eso se la dedicaré a uno de mis más grandes amores. Quien me apoya cuando ando mal y sin decir mucho me saca una simple sonrisa, a ella que me ha leído...yo dedicaré esta, mi mayor obra hasta hoy, a mi querida Nee-chan, mi Caro.

Gracias por todo, y que este final sea la reflexión necesaria para que su voluntad crezca a hacer y dar lo mejor de ustedes para dejar siempre cosas buenas a su alrededor.

Paz y Amor. Sara.

~Fin~



viernes, 4 de noviembre de 2011

Capítulo Cuarenta y uno: Un Lento Despertar

Después de la noche un nuevo sol nació en el horizonte. Dos personas se levantaron, ya sin lágrimas en los rostros sólo caminaban abrazados como sin querer soltarse nunca. En un momento la mujer se sintió mal y tuvo que sentarse unos minutos antes de continuar, aún estaba demasiado shockeada como para estar firme como siempre. El hombre a su lado la levantó con cuidado para besarle la frente con cuidado.

— Amuria mírame, yo aún quiero pensar que nos queda algo bueno.

— Lo sé. —lo mira aún con una expresión triste y le dice aferrándose a su pecho— Yo también creo que hay algo bueno, nosotros.

Regresaron a la casa de donde había salido, en busca de otros dos que había muerto, una física y el restante mentalmente. Ninguno quiso admitir su pérdida como algo en vano, ambos sabían que en parte debía aprovechar en tiempo que tenían juntos, eso hubieran querido. En cuanto Erin se enteró se largó a llorar como el niño que aún era, pero su hermano supo consolarlo de la mejor manera.
La despedida de aquel lugar, tan significativo en la vida de mucho fue algo triste pero necesario. Lo peor tendría que venir, y sería una madre llorando.

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Quince años después.

Había una casa con mucho movimiento, mientras la mujer preparaba la cena con un vientre ya por demás crecido su marido estaba afuera pintando unos muebles más una cuna ya bastante gastada por su uso. Entran a la casa dos pequeños mellizos que se venían corriendo hasta que uno de ellos se cae  por un empujón de su hermano mayor y empieza a llorar.

— Ken no llores, mamá se preocupará. —dice mientras sus ojos marrones comienzan a querer llorar también al ver a su hermano menor así.

— Pe-pe-ro...me duele... —mira a su hermano mientras continúa llorando.

En eso una mujer de largo cabello y lentes los mira al pasar por un pasillo, entonces cuando nota el llanto de su pequeño va con él para levantarlo. Le sacude la ropa intentando mantenerse en equilibrio mientras le limpia las lágrimas. Lo levanta en brazos con esfuerzo y mirando seria, aunque no enojada le dice a su hermano.

— Law te he dicho que tengas cuidado con Ken, sabes que no es bueno que se golpee tanto, ya van tres caídas en una semana. — le ofrece una de sus manos— Ven vamos a curar a tu hermano, luego le pedirás perdón.

— Me caí solo mamá. —su excusa el pequeño de ojos miel.—

— Igual, debe aprender a ser más suave contigo, más aún sabiendo que no eres tan fuerte...pero si lindo. —besa la frente del pequeño que tenía en su pecho y luego la mano del que llevaba a su lado— No me enojo, sólo quiero que se traten bien.

— Si mamá. —dicen al unísono mientras resignados apenas le sonríen, Ken inclinando su sonrisa a la izquierda y Law a la derecha.

La mujer se va con sus hijos al baño cuando se cruza en frente a su cuñado quien al verla con el niño en brazos no puede evitar quitárselo y tomarlo él. Luego la mira como a modo de reto y sólo le besa la mejilla resignado.

 — Amuria deberías cuidarte más, no hagas tanta fuerza, deja yo me ocupo de...—le observó los ojos al niño, aún no los distinguía bien y ya iban dos años. Ambos tenían el pelo negro como su madre y el mismo rostro.— ...del tierno Ken.

— ¡¿Y yo qué?! —reclamó su hermano, con un carácter más fuerte.

— Tu me ayudas en la cocina. —dice su madre y lo empuja hacia el comedor mientras sobándose la espalda del cansancio dice en voz alta— ¿Dónde estarán Brian y Emma? La comida no tarda en estar y aún necesito quien ponga la mesa.

— Lo crucé en el frente, fue a su buscarla quédate tranquila. Por cierto hoy viene Ember, ¿molesta?

— Claro que no, es amigo mío también. Además que a Law le encanta jugar bruto con él y sería un buen descanso para mi moe chiquito.

~En la otra parte de la casa~

En una pequeña habitación, una niña pequeña revisaba entre las miles de cajas que se encontraban a su alrededor. Entonces alza una roja y pequeña y exclama con entusiasmo:

— ¡Aquí estas!

La abre con cuidado y de su interior saca un colgante, una cadena de plata con un talismán blanco, ella sonríe, como también el joven que la espiaba desde la puerta.

— ¿Qué haces? — pregunta él saliendo de su escondite.

Nada. —exclama mientras oculta su descubrimiento aunque pronto su carita nerviosa la delata.

— Vamos Emma, sé que tienes el colgante de papá.

— Ohh..—bufa por lo bajo y entonces se lo da cuando se lleva una sorpresa.

El joven de ojos verdes azulados va hacía ella y le coloca la estrella en su cuello para luego abrazarla con suavidad. Se separa y le ofrece su mano para llevarla a comer.

— Vamos que sino mamá se enojará.

— ¿Por qué me lo diste? —pregunta a la par que le toma la mano algo sonrojada, su hermano era tan cariñoso que siempre le causaba pena hasta cuando nadie los veía.

— Porque es tuyo, papá me dijo que el día que lo encontraras debías usarlo. Tienes suerte, sólo a ti decidió dejarle un regalo así de especial. — Su voz digna del hermano mayor que era estaba cargada de comprensión y serenidad.

— ¿Por qué es especial?

— Ya lo verás hermana, ya lo verás. — la mira de reojo y le sonríe con amabilidad.

Mientras salían del cuarto se topan con el padre de ambos que al ver su estrella en el cuello de su única hija sonríe, al igual que Brian y les dice:

—Al fin lo encontró. Bueno chicos, será mejor que ayuden a su madre, al parecer Ken se golpeó de nuevo. —apenas nervioso con la última parte tan frecuente.

— ¡Otra vez! —dicen los hermanos mientras se miraban cansados de escuchar el mismo cuento.

Una vez todos en la mesa la niña dio las gracias por la comida y mientras comían su madre al notar que llevaba el collar que alguna vez fue suyo no pudo sino emocionarse, teniendo que pedir un momento para ir a revisar si habían guardado las vendas con las que curaron a su hijo menor como excusa para que no la vieran así. Entonces mientras estaba intentando secas sus lágrimas aparece Allan y la abraza apoyando su mentón sobre el hombro de ella. La siente llorar cayendo algunas de sus lágrimas sobre las manos de él sobre el pecho de la mujer. 

— Hoy se cumplen quinces años Allan.

— Lo sé, feliz aniversario, por décima vez. Te hice un regalo pero quizás no llegue con el tiempo.

— No te preocupes, yo tampoco te compré nada por falta de tiempo, pero está mejor así sólo quiero que estemos juntos. ¿No existen las coincidencias verdad? Que justo este día...—se calla de repente y toma la mano de su esposo con fuerza.

— ¿Amuria?¿Amuria? ¿cariño?¿Sucede algo?

— Allan se dejó de mover...—exclamó con un hilo de voz cuando sus manos comenzaron a temblar.

— ¿¿Qué?? Amuria no...

La mujer se volteó, estaba pálida del susto. Tomó la mano de su esposo y mientras subía su mirada se notaba el miedo en sus ojos. Luego esperó, como si esperara algo pero no había nada...

— No querrás decir... 

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Bueno, es corto pero es lo que quiero...próximo capítulo...

EPILOGO 

Gracias por leer xD