martes, 27 de septiembre de 2011

Capítulo Treinta y ocho: Odio

En medio de la gran celebración mientras un desesperado buscaba a una despistada, un despistado buscaba a una desesperada y un joven intentaba hablar con una chica bastante mayor la música resonaba tapando todos esos acontecimientos como si fueran una sola acción de un destino común.
Las luces se apagaron de repente y entonces un presentador cubano por su acento dio inició a la secunda parte de la exposición, el baile. En el gran salón se empezaron a juntar las parejas y fue en ese ir y venir de damas y caballeros que sus ojos se encontraron. Al igual que la primera vez, ambos se quedaron mudos dejando a sus cuerpo actuar por instinto.
Se siguieron entre las personas hasta encontrarse en la parte exterior del edificio. Se miraron pero no se atrevían a decir palabra alguna, era como si estuvieran encerrados y no pudieran salir sus voces a flote de ese mar de confusión. En medio del silencio de aquel bello jardín, rodeados por el verde, todo les hacía recordar a las tardes en aquella plaza. Ella con un vestido largo de color negro y él de camiseta y un jean oscuro. Entonces el presentador dio el anuncio de comienzo. Sin poder resistir a su atracción sus manos se juntaron inmediatamente. Sus cuerpos eran llevados por la música uniéndolos de nuevo en aquella pasión. Pronto alguien los vio y otro más y más gente salió a disfrutar de aquel espectáculo. Eran  superiores a todos los bailarines de aquel salón, pues habían seguido bailando por años y al oír la música, aquel tema les era imposible no descargar un poco de tensión en esos compaces.


Cuando Allan y Erin se dieron cuenta que el que estaba maravillando a media muchedumbre era su hermano mayor se tuvieron que contener por disimular su sorpresa. Nunca en la vida se hubieran imaginado que su hermano era capaz de moverse así y expresar tanto aún con sus ojos mudos y crueles. En el otro extremo de la multitud Amuria observaba con atención, sabía que Lucía bailaba y muy bien pero jamás aceptaba invitaciones de ningún hombre a lo sumo le enseñaba a mujeres o la ayudaba a ella.
Todos hipnotizados por la música, pero ese hechizo se rompió por completo para dos de las personas, cuando sus ojos se encontraron. Los ojos celestes de él no pudieron despegarse de ella, quien bajó sus gafas azules para dejar al descubierto su mirada ante el contraste de su oscuro cabello.

— Amuria...—dijo y entonces algo lo detuvo.

En cuanto terminó la música se escuchó un ruido seco y lleno de odio. Al volver su vista al improvisado escenario vio a su hermano sosteniéndose la mejilla mientras su compañera salía con un paso de miedo hacía la salida.
Miró a Erin y este le dijo por lo bajo:

— Si vos entendiste, contame.

— ¿Qué pasó?

— ¿No viste? Tremenda cachetada se tuvo que soportar, pero no entiendo porqué.

— ¿Frank se dejó pegar? ¿Qué le pasa a esa mu...

Intenta volver a ver a esa mujer de lentes azules y nota que ya no estaba. Quizás se lo había imaginado.

Mientras la joven de pelo corto intentaba alcanzar a su amiga hasta que finalmente la voltea del brazo y al verle los ojos brillosos apenas logra preguntar.

— ¿Qué pasó Lucía?¿Por qué lo golpeaste? —pregunta pensando en lo ocurrido.

— Lo siento cariño, se lo merece, tan sólo no me siento bien...será mejor que me vaya, lo lamento Amuria jamás pensé que vendría justo aquí. Es tu noche la arruiné lo siento..lo siento..

La mujer sólo se desliza de su agarre e intenta alejarse, pero Amuria no la dejaría sola, no así. Va a su lado y entonces la abraza aún sin saber el porqué. Siente como le corresponde pero luego la suelta rápidamente y mientras la mira ya seria le dice:

— Tu debes volver y disfrutar, es por ti la presentación. No te preocupes iré a casa y estaré bien, pero por favor regresa. —entonces la besa dejándola paralizada un instante, jamás se sintió tan bien como entonces pero al volver a abrir sus ojos había desaparecido— ...ohh...yo quería que estuvieras conmigo.

Algo cabizbaja hace caso a su pedido y regresa a la fiesta, la cual ya tenía varios chismes sobre los misteriosos bailarines. Frank estaba aún en el jardín, se había puesto a fumar por los nervios del momento y no daba importancia a los comentarios o preguntas a su alrededor. Erin se sienta a su lado y como haciéndose el tonto.

— Esto está muy aburrido, no hay chicas lindas ni nada, ¿quieres que nos vayamos? —era claro que tenía ganas de quedarse ya inclusive había visto alguien interesante pero no quería que su hermano estuviera así, muy deprimido últimamente y más después de ese desprecio.

— Me iré, pero quédate esa chica rubia te está mirando hace rato y créeme es mejor complacer a una mujer antes que verla enojada...y...que te ignore...—casi murmurando lo último.

— Como quieras, me gustaría ir contigo en serio, estás mal lo entiendo aunque no entiendo porqué te golpeó de esa forma y en público encima.

— Digamos que lo merezco y ya. Vete o te sacaré a la fuerza y le diré que bailas como yo. —apenas sonríe irónico mientras lo empuja por la espalda, no quería ponerlo mal.

— Jajajajja claro...—antes de irse le dice— Bailas bien Frank, yo te pensaba un palo vestido nomas.

No le responde, sólo se levanta y antes de salir se cruza con Allan quien caminaba mirando con atención todas las chicas del lugar. Lo toma del hombro y le dice que se irá, luego se verían en el hotel. Este apenas le escucha para luego seguir su búsqueda. Entonces, después de una hora y tanto,  mientras volvía donde estaba el cuadro misterioso se choca con alguien y cae sobre esta a tiempo para no aplastarla se detiene con sus brazos.

— Estuvo cerca. —se escucha la voz deprimida de la mujer que no puede evitar sonrojarse.

— Lo siento, no me fijé. —al levantar la cabeza y verle el rostro se queda congelado, esos ojos, esos finos labios no podía estar tan equivocado. Sintió la mano de ella sobre su pecho, se sonroja como hacía años no lo hacía.

— Levántate. —le ordena casi, con esa voz tan firme como recordaba. Al ver que el hombre no le respondía con un gesto impulsivo le acaricia la mejilla y le pregunta— ¿Estás bien?

Tarda en responder y al sentir en su piel un gran miedo recorrerle el cuerpo, dudo si sería cierto o el destino le jugaba un broma de mal gusto. Pensar en volver a tenerla, en cuando la perdió, todo hizo que sintiera culpa. Fue por él que se había ido, tenerla tan cerca, tan dulce como pocas veces sabía era. Tuvo miedo y rápidamente se levantó y salió apurado hacía cualquier otro lado.
Amuria al verlo, sus ojos, ese color tan familiar, se quedó muda al verlo irse pero entonces lo comenzó a seguir. No sabía porque sintió esa necesidad de hacerlo, de volver a verlo. Entonces ya cansada de correr le grito:

—¡Hey tu! ¡Detente! por favor...—se apoyó sobre sus rodillas y respiró— Esta noche he corrido mucho...—siente un tirón y se endereza rápido para evitar inconvenientes.

Siente ese dolor de nuevo y entonces se toma de la pared con intensión de no marearse pero ya estaba mareada y algo agitada cosa que no ayudó.

— ¡Amuria! —va a su lado y la sostiene contra la pared, tomándola de la cintura con un brazo mientras le sostenía la cabeza con la otra mano— ¿Estás bien?

— Yo pregunté primero. ¿Cómo sabes mi nombre? —dice mientras se aferra a sus hombros y dice mientras cierra los ojos pero sin dejar de estar consciente— Estoy mareada, me estoy recuperando de un accidente, necesito sentarme.

— Claro, ya, este estamos lejos mejor...—se va agachando de a poco mientras la sienta con cuidado en el suelo. Lucía diferente, más delgada y madura, de verdad era como la chica que él conoció. Temía ilusionarse pero al oír que ese era su nombre sólo atinó a  responder— Sólo lo dije, no sabía.

— Gracias, debí haberme ido con Lucía. Qué descortés que eres, me haces caer, no me respondes y ni siquiera te presentas. Al menos podemos decir que eres adivinador. —dijo como reclamo pero sonriendo mientras intentaba que se le pasara el mareo.

— Soy Allan, perdón por lo de antes, no soy bueno en esas circunstancias. Me confundí, creo, dime ¿eres Amuria Himemiya? —no resistió a la emoción, necesitaba saberlo en ese instante, no podía creerlo.

— Ese maldito presentador, ¿dio mi nombre verdad? Yo le dije que no quería que me conocieran, prefiero ser anónima con mis pinturas siempre me avergüenza mostrarlas y la vez que acepto. Ya hablaré con ese tipo.

— No me recuerdas. —dijo él por lo bajo.

— ¿Qué? —abrió los ojos mientras sólo se enfocaba en él— ¿Tu no me conoces por los cuadros?

— No, yo te conozco de antes...te estuve buscando Amuria.

— Me buscaste, pero yo no...—se sintió avergonzada de no recordarlo, podía ver lo triste que se había puesto, no entendía porque ni su nombre se le hacía familiar aunque sus ojos si.— Me gustan tus ojos, pero no hay otra cosa en ti que me haga pensar que te conozco, lo siento...quizás te confundiste.

— Siempre he estado seguro, y tu...—apenas la toma del mentón— desearía no dudar que estoy soñando, pero ha pasado tanto tiempo y verte viva es...

Los ojos de Allan se llenaron de lágrimas, por alguna razón no quería pensar que se había equivocado, sería una fuerte caída de la cual levantarse. Sintió la mano de ella tomar la suya y jugar con sus dedos, finalmente entrelazó sus manos y dijo:

— Si en verdad me conoces, sólo quiero preguntarte algo ¿cuál es el nombre de mi hermano?

— Aiperus como demonio, Daisuke como humano, tu me lo contaste después que te traicionó.

Ella se quedó sorprendida, era cierto, él debía conocerla para saber algo así, ni siquiera Lucía sabía el nombre humano de su hermano. Entonces Allan tomó confianza y tuvo la intensión de besarla cuando siente una presencia detrás de él y al voltearse ve a Erin ya con varias copas encima mirándolo y riéndose de él. El hombre suspira y dedicándole una sonrisa a su dama le dice:

— Espérame, es mi hermano y al parecer no está en las mejores. No te levantes, ya vengo y te ayudo.

Fue a su hermano y entonces mientras lo ayudaba a sostenerse, tenía ganas de matarlo cuando lo siente caer sobre él completamente fundido. Lo maldijo en alemán mientras lo ponía sobre una silla y volvía con Amuria. La levantó y se fueron a ver si Erin estaba en coma o sólo muy borracho. La mujer se le acerca pero se aleja tapándose la nariz.

— Vaya ejemplo, no se puede estar cerca que uno ya sabe que está tomado, ¿Este es Frank? —preguntó sin darse cuenta.

— ¿Recuerdas a Frank?

Se encoge de hombros sin saber porqué.

— Él es Erin, es más chico, por eso el descontrol. —sintió celos al oír que podía recordar a su hermano y no a él.

Amuria lo ayuda a llevarlo hasta afuera y les pide un taxi para poder llevarlo a descansar. Antes de despedirse ella le dejó una dirección.

— Lamento tener que irme pero me necesita al menos hasta que recupere el equilibrio. —la abraza un momento— Ya tendré tiempo de contarte quien soy y cuánto significas para mi.

La suelta y entra al automóvil. Amuria se siente fría al verlo alejarse, él era alguien especial estaba segura. Pero en medio de sus pensamientos y recuerdos sobre su vida pasada siente alguien tomarla de la espalda. no alcanza a voltearse que se siente atrapada contra la pared. Sus manos estaban inmovilizadas y no podía ver con claridad pues sus lentes se habían caído. Siente que esa personas la obliga a besarla y al hacerlo siente mucho dolor hasta que pierde el conocimiento. Al despertarse aún estaba en la fiesta con una enfermera fuera de turno a su lado, según lo que le contaron se había desmayado en la calle y un hombre la llevó para que la atendieran.

-----------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------

Lucía se desvestía frente a su espejo, intentaba calmar sus nervios de aquel shock al verlo de nuevo luego de veintitrés años. Era tan distinto, pero en el fondo sus ojos eran los mismos de siempre, le causó mucha impresión.
Se quitó el maquillaje y se quedó un rato mirando la foto de su colgante. Un ruido a su espalda, la puerta de su balcón chilló de forma extraña, pensaba que la había cerrado. En cuanto va a cerrarla siente un voz grave y triste desde afuera.

— Lucía.

Era Frank, estaba justo en la parte de afuera de la terraza dónde no llegaba la vista de la mujer, esta se asomó y al verlo supuso que la había seguido. Fue hacía él, sólo se quedó a su lado mientras sostenía su collar. No sabía que decir, un "Hola" no era lo apropiado y menos un "¿cómo estás?" ya que esa pregunta llevaría a una pelea seguro. Sólo lo miraba de reojo mientras la luna llena los iluminaba a ambos. Entonces el dragón se animó a acercarse un poco mientras al mirar la luna sintió un deja vú que su acompañante supo reconocer.

— Fue un noche así, con esta misma luna. —dice ella por lo bajo cuando en un intento por no escuchar su voz le toma la mano con firmeza— No se que hacer aquí, será mejor que te vayas, no quiero verte.

Lo suelta y entra en su cuarto. Pero sin aviso él aparece en frente de ella, al parecer ya lo estaba afectando como a ella el trato de tanto tiempo atrás. Ella siguió caminando cuando escucha una pregunta que logra estremecerla.

— ¿Aún conservas esa foto?

— Siempre está conmigo, ¿qué pasó con la tuya?

— La quemé.

— Ohh...

Al oír esa respuesta no pudo evitar pensar que había sido cruel, insensible y quizás muy débil. Nunca lo podría entender si no le hablaba. Entonces optó por ver si aún tenía un corazón como en sus recuerdos, los buenos.

— Es lo único que tengo para encontrarlo.

— ¿Lo sigues buscando?

— ¿Tu no? —ya estaba al borde del llanto y su respuesta lo sería todo,  un si o un no le darían una visión clara de lo que era ahora.

— Cada día, pero es duro, difícil y a veces pienso en ti.

— Yo también.

Hubo un silencio extraño, incómodo y lleno de melancolía por parte de ambos. Lucía evitaba mirarlo para no quebrarse, él hacía lo mismo. De pronto un ruido en la puerta los sacó de su ensimismamiento.

— ¿Lucía estás despierta? —dice apenas en un tono alto su amiga.

— Si cariño ya voy.

Frank no puede evitar sonreír irónico al oírla así, jamás pensó que volvería a tener cariño por nada después de lo que él le hizo. La vio irse con desdén a su presencia, se sentó en la cama, la esperaría.
En la cocina la mujer ayudó a su niña a desvestirse y la notó muy pálida, al tenerla cerca sintió el olor de alguien conocido y simplemente la ayudó a recostarse para que descansara. Volvió a su cuarto furiosa en su mirar, en cuanto entró no se detuvo ante nada y se abalanzó sobre el dragón mientras sacaba sus uñas clavándolas en los brazos del mismo. Le mostró sus hermosos dientes de demonio y entonces le preguntó:

— ¿Quién te crees que eres?

— Frank.

— ¡No juegues más conmigo! —le arrojó lejos para el lado de su terraza— Si te vuelves a acercar a ella juro que te arrepentirás, no te quiero cerca, ¡largo de mi casa!

— Nuestra.

— ¡Largo!

— La despertarás si sigues gritando y ambos sabemos que es preferible que descanse, digamos que nunca me gustó buscar información de esa forma pero te fuiste muy rápido.

— No te acerques más a mi, eres un mentiroso, un cobarde, un miserable, un tonto.—sus ojos lo miraban desafiante y su furia aumentó al ver su sonrisa asomarse, se estaba convirtiendo en demonio como ella pero le era más evidente que estaba disfrutando de la situación.

— Tu no crees eso de mi, nunca, ni siquiera cuando me fui lo creíste. —su sonrisa se borró como volviendo a su actitud normal— Yo te vi cada día asomada a la puerta, esperando por mi, pero un día ya no saliste y supuse que me olvidaste al igual que a él.

Entonces va hacia él con sus manos echas fuego de sus palabras, intenta golpearlo justo en el rostro. Frank ni siquiera se cubrió o intentó huir, sólo la miraba fijamente, semi sonriendo ya no parecía él mismo. La mujer apenas hizo el intento desvaneció su poder y cayó de rodillas al suele mientras las imágenes de sus últimos días le eran insoportables ante su presencia.

— Tu me dejaste sola, Frank, yo te odio más que a nadie en este mundo. Aún así la tonta soy yo por no poder olvidar, ni a ti, ni a él...ni ninguna de las cosas malas que me pasaron después...todo por tu culpa...

------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------

La joven corría por el bosque, estaba toda mojada y con el cabello cubriéndole la vista le era difícil concentrarse en su camino. Como era previsible se tropezó con un tronco y entonces miró hacía su espalda y lo sintió venir. Se levantó y aún con sus piernas lastimadas siguió con su escape. No tenía velocidad, ya no tenía sus poderes, no podría defenderse si la atacaba de nuevo. Sus lágrimas se derramaban por miedo y desesperación.
Siente unos brazos helados como ella rodearla de la cintura y comienza a gritar, quería no haber elegido ser una humana, espero por oír su voz pero sólo el silencio reinaba en aquella oscuridad. Miró hacía la luna para dar una súplica, jamás fue escuchada por nadie más que su agresor.

— Tráelo de regreso a mi...Frank te necesito.

Su boca fue invadida por una mano y lo siguiente era muy cruento de recordar.

--------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------

Lucía se enderezó en su lugar y como en su mente quiso huir de su antiguo amante, aquel que le había fallado cuándo más lo necesito a su lado. Este la detuvo igual que el hombre de aquella noche y su amada intentó gritar pero le cubrió la boca con su mano empeorando su ataque de locura. Varios minutos después cuando se calmó, la soltó y en el suelo ambos la recostó sobre el pecho de él y acarició su larga cabellera ondulada.

— No te culpo por odiarme, pero si me odias es porque me amas, lamento no dar más lugar al Frank que conociste. Como dijiste alguna vez "mis alas me las han arrancado y ya no podré volar como antes, ni aún cuando intente reconstruirlas de buenas acciones..." Lucía estamos condenados y no hay quien nos salve.

— Por ti odio todo, hasta dormir sola.

— ¿Dormir sola?

— Cada vez que despierto sola, sólo logro ver un espacio vacío y en mi mente la sonrisa de aquel infeliz.

— ¿Te hizo mucho daño?

— Me marcó para siempre como suya, tu no lo impediste...tu no estabas. —se estira hasta poder rozar sus labios con el mentón de él— Tu te habías ido esa misma noche y yo estaba indefensa.

— ¿Dónde te marcó?

— No querrás saberlo.

Ella posó una de sus manos en su pecho, la mano de Frank la siguió y mientras las dudas llenaban sus mente sin poder decir más se quedaron dormidos en aquella posición.

------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------

En una habitación de hotel amanecía el sol y junto a él una fuerte resaca logró sacar una gran queja por parte de su víctima.

— ¡¡Dios mi cabeza!! —se cubre los oídos y vuelve a caer en su cama— ¡No grites Erin!

— Si sigues hablando en tercera persona juro que me voy, te dejo borracho y solo y mando porque papá te venga a buscar.

— Erin no hablará más, pero no amenaces con eso, lo asusta. —dice cubriéndose con las sábanas.

— Te costará caro esta hermano, arruinaste un gran descubrimiento. Ahora tómate esto y deja de quejarte, si te gusta beber soporta la resaca también. —mira hacia una cama vacía— Vamos, Frank no regresó, debemos ir a buscarlo.

En lo termina de decir la oración sienten la puerta abrirse, entra un zombie, no más bien su hermano mayor. Tenía un aspecto terrible y sus manos temblaban a la par que se le notaba le costaba mucho caminar. Se acercó unos metros pero antes siquiera de poder buscar una silla o llegar a la cama se sintió sostener contra la pared y cerró los ojos desvaneciéndose por completo. Allan escuchó el ruido al caer, fue rápido a ver qué había pasado era increíble verlo de esa forma. Era de preocuparse, él era el más fuerte de los tres pero desde la pelea con Aiperus algo había cambiado en su interior que lo había vuelto más débil y poco estable. Lo levantó, tuvo que pedir ayuda a Erin, el mayor era el más grande y pesado de todos. Con esfuerzo lo pusieron en una de las camas, estaba pálido, sus labios estaban azules, Erin no pudo evitar cerciorarse que estuviera respirando porque no parecía en toda su condición. Frank se mueve apenas y toma a Erin por la camiseta para susurrarle.

— No me dejen salir más.

— ¿Frank?

Vuelve a caer inconsciente, al decirle a Allan lo dicho este se queda confundido, sentía que su hermano estaba empeorando en lugar de mejorar. Toma su abrigo y se lo pone, con una mirada seria le dedica unas palabras al menor mientras sale con prisa:

— Cuídalo, si algo ocurre llámame, esto no puede ser coincidencia.

Sus ojos celestes jamás de fijaban en alguien en vano, recordaba los rostros perfectamente, debía buscar a esa mujer con la cuál bailó porque no tenía más motivo para ir a ese lugar que no fuera verla, algo tenía su hermano con esa bailarina y lo debía averiguar. Aunque...
Se detuvo en seco, estaba Amuria, si pasaba por el hotel no estaría para recibirla y quizás perdiera la oportunidad de hablar con ella. ¿Por qué no lo recordaba? Inclusive a Frank lo tenía en cuanta y sólo lo conoció unos días, se sentía echado de menos. No podía rendirse, se colocó un gorro para ocultar su identidad y comenzó a caminar, en cuando percibiera el aroma de su hermano sabría dónde había pasado la noche y con algo de suerte qué le había sucedido.

---------------------------------------------------------------------------------------------------------------

En una casa alejada del pueblo, apenas con una habitación, dos jóvenes se encontraban con un demonio. Había un contrato en medio, una diablesa y un demonio desconocido esperaban por sus firmas.

— Piensen que es lo mejor, ya no deberán cargar con la culpa por haberlo creado de esa forma. Será feliz y no tendrán que cambiar nada en sus vidas. —por dentro la diablesa sonreía perversa, sabía que en cuanto firmaran lograría separarlos para luego recoger sus almas al tiempo que estuvieran llenas de odio y rencor por lo ocurrido.

— Te convertirás poco a poco, tu serás mi sirviente, ella, sólo será para la colección de Juliette. Plantaré una semilla de maldad en tu interior, es un precio justo, de no ser porque ella me convenció preferiría hacerte mi vasallo ahora mismo. —el íncubo sólo lo miró con decisión— Si no lo aceptas lo más quieres pagará las consecuencias de su descuido, además Juliette tiene razón, nada cambiará además de su partida con los humanos.

— ¿Podremos volver a verlo?

— Claro, pero deberán encontrarlo solos, no podemos decir su paradero. Deberán buscarlo antes de tener que pagar su deuda. ¿Aceptan entonces?

Ambos jóvenes se abrazaron con la criatura entre ambos, sus ojos jamás denotaron tanta tristeza o amargura. Asintieron los dos y entregando el niño a la diablesa hicieron un corte en sus manos y dejaron caer su sangre al piso, despreciando así su lazo con Dios, vendiéndose al mal, de ese elipsis se alimentaron los demonios y cumplieron su parte. Esa noche, nació un humano...

CONTINUARÁ

sábado, 17 de septiembre de 2011

Capítulo Treinta y siete: La Pasión Prohibida

~Ojos verdes a lo lejos~

Mientras aquel bello romance se desenvolvía en las sombras, las personas comenzaron a soltar rumores, miles de ellos sobre la sospechosa sonrisa del rey de piedra, Francisco Nadolph.
Su padre comenzó a sospechar, inclusive una noche hubiera jurado haber detectado el olor de esa demonio en su casa pero nunca la llegaba a encontrar. Para no asustar a su esposa y sus dos hijos más pequeños, no dijo nada sin tener prueba alguna. Los ruidos en el cuarto de su primogénito le eran de desconfiar, jamás lograría hacerlo entrar en razón, al igual que cuando él conocía a Stell, Frank estaba cegado por ese bello hechizo que es el cariño.
Lucía prefería estar con Frank en los callejones, el parque pero últimamente para no caer en la rutina iba a visitarlo una que otra vez a su cuarto. Aún con el riesgo del gran dragón de su padre ella no medía los peligros y siempre se ocultaba bajo su piel humana. Una noche, mientras se besaba apasionadamente encima de la cama del ojiverde un niño pequeño y asustado entra y al verlo en una posición comprometedora se queda mudo y deja caer su osito de felpa al suelo.

— ¿Allan? —dice a la par que se levanta y le cierra la blusa a su compañera mientras la mira y susurra— Es mi hermano menor.

— *Flancisco ¿qué están haciendo? —dice confundido mientras su carita denotaba curiosidad— ¿Quién es ella?

— Este, Allan verás yo...nosotros..sólo estábamos. —titubea mientras intenta inventar algo que no traumara al pequeño.

— Estábamos besándonos. —dice tranquila Lucía mientras le ofrece los brazos y el chiquito tan dulce y confiado va con ella. Lo sienta en la cama en medio de ambos y sonriendo le contesta— Me llamo Lucía.

La joven tiró su rizado cabello hacía atrás y admiró la inocencia del pequeño. Se preguntó si Frank había sido igual de lindo de niño. Sus ojitos celestes le daban a entender que sería alguien muy especial. Le revolvió el cabello a lo que este mira a su hermano y vuelve a poner la cara de susto con la cual había entrado.

— Tuve una pesadilla helmano y no puedo dolmil. —dijo mientras sus ojos se llenaban de lágrimas.

— Aww pobrecito, ven quédate con nosotros un rato hasta que te de sueño. —exclamó conmovida la han'gô mientras lo abrazaba contra ella y se tiraba en la cama. Le tiró de la camisa a Frank para que los acompañara.

Después de un tiempo hablando y contando historias con el pequeño, este finalmente logró dormirse entre ambos mientras abrazaba a su oso son una sonrisa en su rostro. Lucía se levantó y fue hasta la terraza para irse, siente a su novio retenerla y tomarla por la cintura, apoyó su mentón en el hombro de ella y le dijo:

— No creí que fueras así con los niños, Allan suele ser desconfiado pero le has caído bien. —le besó la mejilla, sintió como ella sonreía.

— Es muy dulce como su hermano mayor, sólo por eso fui amable con él. —le responde el beso de la misma manera y luego se esfuma como niebla.

Frank la ve a lo lejos saludarle, siempre debían ocultarse de esa forma, aunque Allan les había cortado el momento les dio una noche bastante calma y relajada a diferencia de las demás llenas de temor y nerviosismo por ser encontrados. Fue al lado de su hermano apenas lo abrazó con un brazo y se quedó dormido a su lado. 

A la mañana siguiente, el dragón se despertó y entonces al mirar a su lado vio que Allan había desaparecido. Se levantó algo asustado y lo buscó por el cuarto, no estaba. Salió por la puerta y entonces escuchó la voz de su madre:

_ Francisco, hijo, el desayuno está listo. Si estás buscando a Allan, ya lo fui a despertar yo.

El dulce aroma del desayuno logró relajarlo,  por un momento se había asustado. Vio a Galf entrar al baño y amenazarlo con su cepillo de dientes.

— Si te levantas tarde, no te quejes si llegas tarde. No molestes. —aún estaba dormido.

Frank hizo una sonrisa torcida, si, llegaría tarde a la escuela, ese chico siempre se tardaba media hora. Su cabello ondulado era indomable y sin contar su perfeccionismo con el mismo para quedar decente.  Se golpeó la frente con la mano, esperó hasta que su hermano por fin liberó el baño y se metió. 
Una vez alistado y listo bajó para encontrarse con la mesa lista y su madre ya sirviendo. Esta sonreía, siempre sonreía mientras le servía a sus tres "hombrecitos". Se sostuvo su vientre ya bastante crecido y se sentó.

— Mamá me hubieras pedido ayuda, como estás no debería hacer tanto tu sola. 

— Tranquilo, ya he pasado tres veces por esto, además este es más tranquilo de lo que fue Allan jajaj —río un poco, tomó su taza y luego de un sorbo le dijo— Galf se levantó hace rato y puso la mesa así que no hice mucho tampoco.

— Claro, yo no duermo hasta las once como otros. —mira a su hermano mayor sonriendo irónico.

— Maldito enano...—murmura por lo bajo cuando a su lado aparece su padre, Frank se pone serio como siempre y sólo toma una tostada para disimular su cansancio.

— Lo siento Flancisco, fue por hacelme companía que se quedó hasta talde. Tuve una pesadilla. —cuenta apenado Allan mientras movía la cuchara de su taza.

— Hubieras venido con mamá, sabes que él debe dormir mucho o si no se pone de mal humor. —apenas le acaricia el hombro a su hijo serio y le sonríe— Me alegra que lo hayas cuidado, ahora sólo me falta ver que pasen un día sin pelear con Galf. 

— Lo siento, al menos no te despelté.

— ¿Cómo aún estaba despierto? —dice el padre mientras mira de reojo a Frank, él siempre revisaba cada uno de los cuartos y estaba dormido cuando pasó por el suyo.

— Sip, él estaba besándose con Lucía pelo no hubo ploblema y me quedé con ellos un lato hasta que me dolmi.

Los padres se quedaron mudos mientras miraba a su hijo tan fijamente que pudieron haberlo atravesado, Galf sólo lo miró un momento mientras pensaba "este se metió en problemas" y entonces se terminó su tostada de una mordida. Allan miraba a todos, quizás había dicho algo malo o pronunciado mal por su problema con las "eres". No se entendía nada. 
En ese momento Frank sintió como el poco té que había tomado le calló como una bomba mientras su corazón casi se sale de su pecho por el nerviosismo. Se levantó lo más rápido que pudo, salió de la cocina e intentó irse por la puerta. Siente la fuerte mano de su padre contiendo su brazo y entonces lo tira hacía él. Su mirada demostraba enojo, decepción, era tal cual se lo esperaba.

— ¿Qué estabas pensando al traer esa cosa a nuestra casa?¿Estás tratando de provocarme verdad? No tienes idea de cuánto lo dude, de cómo intenté contenerme por tu madre como está ahora no debe pasar por un momento como el de recién. ¿Crees que le gusta saber que una chica extraña entró a casa, estuvo a tu cuarto, y no pensar nada malo en cuanto a eso? ¡Francisco contéstame! —lo sacudió y contra la pared esperó por que su esposa no se arrimara por el pasillo y las cosas se pondrían peor.

El joven apenas podía pensar, sabía que no le creería, que pensaría que Lucía lo había hipnotizado o engañado. Sólo lo miró tan frío como siempre y le dijo con la voz más firme que encontró.

— Ella me ayudó con Allan, no pasó nada serio, un beso no es nada malo. Y aunque te lo he tratado de decir no me crees, ¿qué caso tiene hablar contigo cuando ni siquiera me escuchas?

— ¿Y tu me escuchas? ¿Qué hay de tu madre?¿Te parece bien lo que has hecho? 

— Yo siempre te escucho, inclusive dudo mucho por lo que repites mil veces, porque compruebo todo lo contrario en ella. Yo no quise nunca ocultarle nada a mamá pero simplemente no confío en ti y por eso lo escondí, nos escondimos para estar juntos. Yo la amo. —en ese instante lo ojos verdes de él se quebraron un momento.

— Deja de decir tonterías hijo, el daño que le estás haciendo a tu familia y tu diciendo tales cosas. No lo ves aún pero ella es un demonio, en cuanto vea la oportunidad se aprovechará de ti como todos y entonces volverás pidiendo por mi ayuda. Y yo...no te la daré por terco si sigues así. Ahora  inventa algo rápido porque lo único que no voy a aceptar de ningún modo es que pongas mal a tu madre.

— Claro, pero igual...—se libró de su agarre— Nunca te pediré tu ayuda, no te tengo confianza.

Esas palabras fueron como una daña en el alma del viejo, él sólo intentaba proteger a quienes quería, pero nunca tuvo esa sutileza o tacto para el trato. Por eso se casó con Stell, una mujer tan dulce y delicada que logró ver esa carencia de él y confortarlo. Se pasó la mano por la nuca y se quedó pensativo un tiempo. 
En la cocina  Frank volvió y convenció a todos que fue un mal entendido, que estaba viendo una película y que Allan sólo no supo expresarse. Como que hablaba de la película, no de él, algo dudoso se quedó Galf pero su madre ingenua le creyó. Después habló con Allan a solas y le pidió que no volviera a mencionar a esa amiga suya, él como era muy obediente de su hermano mayor lo hizo. En cuanto a su padre se dio cuenta que no podía seguir estando tan cerca de su amada, debían volver a verse en la calle y esta vez tener más cuidado. Ahora lo tendría más vigilado que nunca. 

Dos semanas después, una noche que con suerte de todos los Dioses convenció a su familia de que iría de campamento con unos amigos, logró estar con Lucía tranquilos. Ella tenía una pequeña vivienda en un pueblo cercano. Su hermana no estaría, así que sería todo perfecto, sólo los teletransportó a ambos hacía allí y ya caída la noche comenzaron a desatar su parte más pasional.
Él acariciaba sus piernas con lentitud, ella apenas rozaba su espalda con sus dedos, sus besos ya no eran sólo buenos, si no también llenos de deseo. Entonces él notó un calor en su entrepierna y un tanto asustado se alejó de ella y se sentó un momento. Estaba nervioso ante eso, hacía mucho tiempo que la conocía, que quería estar con ella, pero siempre estaba tan cerca y eran interrumpidos. En ese momento su propio miedo lo detuvo.

— ¿Qué pasa Frank? —dice ella mientras se acerca a él y nota aquella reacción en sus pantalones— ¿No quieres que..

— Si quiero, sólo estoy algo nervioso es todo. —intenta sonar frío como su costumbre pero le era imposible ante ella, se sonroja fuertemente.

— ¿Tu nunca has hecho esto? —se le acerca y le besa un costado del cuello mientras sentía su corazón latir con intensidad.

— Eres la única chica que he besado, creo que basta con decir eso. —él apenas la mira y entonces siente como le desata el pelo y apoya su mano en su nuca haciendo que le diera un escalofrío.

— Yo tampoco he estado con nadie, tengo miedo igual aunque...quiero. —lo mira con sus ojos llorosos, nunca había pensado que pasaría así.

— ¿Tu? —la mira y supo que no mentía, lo había elegido, a él. No lo podía creer, que confiara así. Tomó su rostro con sus dos manos y la besó de forma tierna mientras la volvía a recostar en la cama y al separarse le dijo— Te amo.

Ella le devolvió las palabras con la mirada y apenas sonrió cuando al notar las caricias de Frank sobre su piel empezó a sonrojarse a pedirle dulcemente que siguiera. Él estaba decido a demostrarle su amor, aún cuando él no pudiera disfrutarlo, o estuviera confundido en cuanto lo que sentía, sabía que Lucía lo entendería y aunque sólo disfrutara ella, él sería feliz.
Se amaron toda la noche.

A la mañana siguiente Frank se despertó y miró a su amada dormida sobre su brazo, había sido un noche especial. Le besó la frente y se quedó a su lado mientras la abrazaba. Entonces la siente quejarse apenas, pensó si aún estaba dolida, siente como le tira de un mechón de pelo y abre sus ojos carmesí con sorpresa. Lo ve un segundo y luego sin decir nada se levanta apenas y sube encima de él mientras se acuesta sobre su pecho. Él se queda estático, al sentirla tan cerca como antes, tan cálida y su cuerpo desnudo sobre el suyo. La joven lo abraza con sus brazos y abre sus piernas debajo de él. Siente como se rozaban, le sonríe pícara y entonces ya con una voz confiada y segura le dice:

— Lo peor ya pasó, ahora quiero que te guste también.

— Yo estoy bien, no es que no me haya gustado solo que...—siente como ella se levanta dejando al descubierto todo su cuerpo, él la mira sin recelo y entonces le acaricia la cintura a lo que ella hace un gemido que logra ponerlo nervioso— Lucía no es necesario que...yo no sé si es placer o no por mi condición pero me gus..

Es interrumpido por los labios de ella y entonces al verle los ojos se da cuenta que ya no había temor. Siente sus suaves manos tocarlo, por alguna razón también empezó a sentir que quería más y más de ello. Al notar su impaciencia la joven lo mira y pegando sus frentes le dice:

— Esto es placer Frank, quiero escucharte...dime ¿qué quieres? —su voz lasciva desapareció cuando sintió los labios de él, su lengua invadirla de forma abrupta, luego las manos de él tomaron las suyas y poniéndose sobre ella logró responderle.

— Yo te quiero a ti. 

Ella sonrió al oírlo, porque sabía que siempre estaba pendiente de sus sentimientos, pero ella nunca tuvo oportunidad de retribuirle y quería por lo menos una vez, que pudiera sentir como un persona normal. Que viviera, que deseara estar así tanto como ella la noche anterior. Porque bien sabía que esa noche fue suya, entonces esa mañana sería para él. 

----------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------- 

 Luego se ese día que compartieron juntos, le era una tortura estar separados, así que se veían más seguido que nunca. Se necesitaba, se querían tanto y confiaban tan ciegamente que ni siquiera Frank se molestó en discutir más con su padre y simplemente se escapaba de noche él a costa de la opinión ajena. Sus hermanos comenzaron a notar su ausencia, su madre comenzó a preocuparse, pero pensando que era normal en él decidió no preguntar. Una noche Allan asustado de nuevo fue al cuarto de Frank y se encontró con que estaba vacío, entonces desanimado se fue con Galf. Este lo recibió en su cama sin problema, apenas tenía seis años y a pesar de no entender mucho aún se notaba que el niño de ojos celestes sabía algo. Su hermano mayor solo lo acobijó bien y le tarareó una canción, entonces mientras este se quedaba dormido le sintió decir:

— Flancisco se fue con Lucía ¿verdad?

— Lucía es de una película, no existe Alli. —le contestó su hermano mientras intentaba no quedarse dormido él.

— No le digas a nadie. —le advierte y al ver como le asentía le confiesa— Lucía existe, es una chica de veldad y estaba con Flancisco. Ella lo llamaba Flank y fue muy amable conmigo, pelo él no quiele que diga nada polque si no papá se enojalá con él.

— Allan no te preocupes por eso, no es nada malo, pero no debes meterte en sus problemas. Algún día entenderás que papá sólo nos quiere proteger, aunque Francisco está muy enganchado al parecer. Tú sólo duerme que yo arreglaré todo de alguna forma. —le dice para consolarlo y al sentirlo dormirse encima de él dice por lo bajo— Esto no va a terminar bien.

--------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------


Una tarde, al regresar a casa, ya muy tarde el joven con sus ojos aún emocionados se encuentra a una sorpresa esperándolo en el sofá media dormida. Al parecer su madre estaba allí, en medio del invierno,  con un libro sobre su gran panza de embarazada y una seña en su rostro que detonaba preocupación. Claro, su esposo se había ido a sus "peleas" y ella debía asegurarse de cuidar a sus hijos, al ver la ausencia de Frank sólo le sobró quedarse a esperar que regresara para retarlo y ver que estuviera bien. El pelirrojo se le acercó y entonces abrazándola como nunca intenta levantarla. Apenas le susurra al oído.

— Mamá, te hará mal si tomas frío, ven te llevaré a dormir.

Siente entonces los brazos de la mujer abrazarlo con fuerza. La sintió sollozar encima de él. Asustado se separó apenas y viéndola al rostro le pregunta angustiado:

— ¿Pasa algo?¿Te sientes mal?

— Es la primera vez que me abrazas así...

Dice ella emocionada y lo vuelve a abrazar mientras intentaba no apoyarlo sobre su pecho. Frank se sorprende ante esto, ¿sería cierto?¿él nunca la había abrazado? Se sintió algo triste ante esa reacción, de verdad había sido tan cerrado tanto tiempo que nunca pudo decirle cuánto la apreciaba, cuánto...

— Te quiero mamá.

— Ohh mi hijo, lo sé, lo sé pero...hace bien que lo digas de vez en cuando. —se lo saca con delicadeza e intenta secarse las lágrimas, lo miró bien a su niño y besándole la frente le dijo— Veo que estar enamorado te ha hecho más dulce de lo que eres, no sabes cómo me alegra que me hayas abrazado. Te amo.

Lo besó un par de veces más y luego se levantó sosteniendo su cuerpo ya bastante pesado y ayudada por su hijo fue al cuarto para acostarse. Se recostó y Frank la cubrió con las sábanas, se quedó un rato a su lado tomándole la mano para que no se sintiera sola. Siempre lo hacía cuando su padre se iba porque sabía bien lo que ella se preocupaba. Pensó entonces en la molestia que le había ocasionado, al irse así sin avisar, se debió haber asustado. Se recostó apenas a su lado y mientras la miraba pensó que ella, sus hermanos y Lucía eran las únicas personas a las cuales nunca querría lastimar. Sólo le hubiera gustado pensar también en su padre, pero nunca lo sintió así.
Sin darse cuenta, el calor de su madre y la tranquilidad del ambiente fue su mejor aliado para poder conciliar el sueño.

A la mañana siguiente despertado por un fuerte tirón en su coleta. Miró a su derecha cayéndose de la cama, al ver al enano frente de él le reclamo enojado:

— ¿¡Hay mejores formas para hacer que te quiera sabes!?

— Lo sé, pero la cuestión es que últimamente te odio Frank. —dijo serio y con gran énfasis en el apodo.

— ¿Por qué me llamas así? —se sobó la espalda.

— ¿Si esa mujer puede porque yo no?

Abrió sus ojos verdes pálidos y tomándolo del brazo salieron del cuarto. Se arrodilló a su altura y lo miró entre enojado y sorprendido. Vio los ojitos de Allan asomarse por el sofá y entonces bajó la mirada como entregado a saber quién fue su delator.

— Si sabes lo que te conviene, y eres muy inteligente, no dirás ni una palabra.

— Oh claro, escápate con tu noviecita, mientras aquí quien cuida de mamá somos Alli y yo. Además ¿tienes idea de cómo estuvo anoche? No debe estar mal, al menos no por tu culpa, eres un tonto.

— Hablas igual que papá. —respondió casi en queja— Anoche me descuidé pero la convencí que no se preocupara, no entiendes enano, y no asunto tuyo.

Allan estaba a punto de llorar, odiaba verlos discutir, claro entre un adolescente y un niño de trece años siempre había rivalidades por lugar;aunque esa vez se sentía más tenso que de costumbre.

— ¿No es asunto mio? ¿Qué hubiera pasado si le pasaba algo a mamá o a Allan? ¡Yo aún no sé que hacer! y me da miedo pensar en eso...—agregó al último serio mientras lo desafiaba con sus ojos más oscuros.

— No va a pasar nada, sólo no te metas en mis problemas, además yo siempre estaré para cuidarlos. No debes...—intenta tomarle el hombro pero Galf lo evita y sólo se encierra en su cuarto— Galf...

Frank bajó la mirada al suelo, sentía que lo había decepcionado, se sentó en una de las sillas de la sala y entonces se sostuvo la cabeza con la mano. Pensó por un tiempo, cuando sintió un sollozo débil provenir del fondo del cuarto. Se acercó a uno de los muebles y vio a su hermano menor llorando e intentado ocultarlo. Lo toma por la espalda y entonces este se queda callado. Frank se sienta y lo pone encima de su pecho para consolarlo.

— No volveremos a pelear Allan, no frente de ti, todo estará bien. —le repetía una y otra vez mientras sonreía para que no lo viera tan mal,entonces el pequeño se acurrucó en él y por fin dejó de llorar— Te prometo, jamás volverás a escucharme gritar o ponerme mal, sólo cálmate.

— ¿En selio?

— Si.

— ¿Incluso con papá?

— Incluso con papá, sólo deja de llorar.

— Esta bien, ¿Flank?

— ¿Si?

— ¿Me prepalas algo? Tengo hamble.

— Claro, ve a cambiarte. —lo baja al suelo y él se levanta para ir a la cocina, hoy cocinaría él, dejaría a su madre descansar.

Frank a veces olvidaba, lo responsable que debía ser a veces, con Allan le era fácil porque este siempre lo buscaba y le pedía las cosas. Galf era tan distinto, siempre queriendo hacer solo las cosas y casi nunca podían hablar sin pelear. Debería solucionar ese problema con él, tenía razón de no tener que causar más momento de angustia para su madre. Entonces decidió ser honesto con ella, no en todo, pero para que no se asuste.
Le contó que tenía novia, ella al principio pensó que le estaba jugando una broma, claro que sabía que andaba enamorado, se notaba pero una chica debía ser muy especial para alguien como su hijo. Luego de hablarle un poco de ella, quedó en que quería conocerla aunque al joven no le pareció buena idea y sólo intentó evitar esa parte.

---------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------

Hubo un alejamiento, ya no lo buscaba, ni siquiera la había visto por el parque. No sabía porque, quizás tenía cosas que hacer o necesitaba arreglar algún asunto pero luego de unos días Frank comenzó a preocuparse por la ausencia de Lucía.

Una tarde de lluvia mientras el joven de ojos verdes hacía un mandado vio entre las sombras de la calle una figura de una chica que entraba en un callejón al instante en que pareció verlo a él. Olfateó el aire y con toda seguridad fue detrás de ella.

— ¡Lucía! ¡Lucía! ¡Soy Frank! —le gritó como mil veces pero esta parecía ignorarlo.

La vio detenerse y apoyarse en una pared, antes de decir nada ella ya estaba arrodillada en el suelo. Frank se apresuró a buscarla y entonces la abrazó contra él para evitar que se cayera. La nota muy delgada a antes, sin dudarlo un segundo la toma y la carga encima de él. Mientras caminaba pensó por un instante, su padre no estaba en casa, podría aprovechar y llevarla allí. Debería ser muy cuidadoso, aunque sin Galf por su reunión en el club de "Star War" sería casi posible que su madre lo dejara ayudarlo sin necesidad de ocultarla. Animado por esa idea se apresuró junto con las compras y su novia en brazos para llegar.

Una vez en casa, al abrirle la puerta la dulce Stell no pudo resistir ayudar a esa pobre niña, sabiendo claro que era la novia de su hijo. No era bueno mintiendo Frank, casi nunca lo era.
La recostaron en el sillón y entonces su madre le tocó la frente con cuidado.

— No tiene fiebre, debe ser que anduvo sin comer o algo así, en cuanto despierte le prepararé algo. — se levanta y entonces sólo mira a su hijo—  Cuídala, estaré en la cocina, mientras llama a Allan, ese niño es una marmota durmiente.

— Claro mamá.

Se quedó al lado de ella y entonces la sintió quejarse y apenas abrir los ojos. Le sonrió al verla bien pero su respuesta no fue la que esperaba. Ella se levantó de golpe y sintió de nuevo esos mareos, se sostuvo de él y notando que estaba en su casa le dijo:

— Debo irme no debería estar aquí...— sintió cierta presión en el estómago.

— Tranquila mi padre no está y mi madre no tiene idea sólo cálmate. Lu...

—  Necesito ir al baño.

—  Ya te llevó.

La ayudó por si se caía y la dejó sola, entonces sintió el agua del lavado abrirse y un ruido extraño. Estaba vomitando era obvio, Frank se asustó, estaría enferma, por eso lo evitaba. Al abrir la puerta notó lo pálida que estaba la abrazó. Entonces se siente un suspiro desde el pasillo y al desviar sus ojos de ellos mismo se encontraron con la mama de Allan mirándolos con un taza en mano.

— ¡¡Mamá!! —se quejó él y entonces sin soltar a Lucía le dice— perdónala, es curiosa por demás.

— ¡Lucía! —dijo Allan desde el cuarto y salió a saludarla pero mientras la abrazaba notó que Frank no la soltaba y entonces se quejó— ¡Ahora me toca a mi abrazalla!

— Allan...—dijo a modo de regaño mientras lo miraba de reojo.

Lucía y Stell rieron a la par por sus actos. La llevaron al sillón donde estaba ante y entonces tomó apenas un poco de té caliente. Eso logró ponerla de mejor aspecto.

— Asi que Lucía, te ves mal niña ¿cómo te sientes? —dijo la mujer mientras le tocaba la mejilla y le daba un pequeña caricia.

— Mejor pero sólo es un pequeño desmayo, ya estaré en condiciones para volver a mi casa. Gracias. —sonrió por lo bajo, al sentir la caricia recordó a su propia madre y por un extraña razón los ojos se le llenaron de lágrimas— Lo siento, ando muy sensible últimamente...no es nada en particular sólo...

Comenzó a llorar por lo bajo mientras intentaba cubrirse. La mujer también se puso sensible y Allan casi llora también, ahí él único que no lucía triste sino sorprendido era el ojiverde. Él la rodeó con sus brazos y sólo la contuvo hasta que estuvo mejor. A su madre se le escapó un segundo suspiro pero luego pasó.
La joven se despidió de la mujer y el niño, agradeció la hospitalidad y con su mejor sonrisa los convenció que estaría mejor al llegar a su hogar. Pero el dragón no se quedó del todo seguro, en cuanto su madre se quedó dormida no resistió y siguiendo el olor de ella consiguió por fin encontrar su casa. Estaba cerca de uno de los pueblos limítrofes, entonces entró y encontró a su hermana. La conocía pero nunca le cayó bien. Esta se levantó y caminó hacia él, le pegó una cachetada y sonriendo maliciosa le dijo:

— Has arruinado tu vida idiota. —se desvaneció en el aire.

—¿Pero qué demonios fue eso? —se quejó mientras se tocaba la mejilla algo roja, le dio con ganas.

Siente ruido desde la habitación de su novia y va a ver, la encuentra en el baño haciendo lo imaginado. Al verlo no puede sino intentar alejarse de él.

— ¿Qué haces aquí? Tu..tu..tu debes irte..—intenta empujarlo pero se sentía lo débil que estaba y ni siquiera logra moverlo de su lugar.— ¡Vete!

— ¿Qué te pasa? ¿Por qué no quieres que esté contigo?

— Porque voy a arruinarte la vida...yo soy una idiota.

Entonces supo en seguida quien le había dicho eso.

— No hagas caso a tu hermana, ella no sabe nada. —intenta besarla pero ella lo impide.

— Me vas a odiar, yo no quiero que estés conmigo porque fue mi culpa.

— ¿De qué hablas?

— Frank yo...

---------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------

En una celebración al arte, una presentación especial, un cuadro de una novata. Un gótico paisaje donde una mujer desnuda con marcas en la espalda de sus antiguas cadenas, ahora restos en el piso, ella alzaba su mano al cielo dónde otra la estaba esperando para llevarla consigo a la luz de un nuevo despertar. Algo bello y claro, emocionante para su autora quien lo miraba asombrada mientras era abrazada con orgullo por su amiga.

— Es muy hermoso Amuria.

— Gracias Lucía.

Mientras, alguien había quedado paralizado en la otra parte de la sala, un joven de ojos celestes que al ver el cuadro sintió su corazón salirse de su pecho. Entonces su hermano mayor lo toma de los hombros y un tanto sorprendido también le dice al oído:

— ¿Es lo que creo que es?

— Espero.

— ¿Qué hacen ahí en medio como si nada? Vamos, quiero ver que más hay. —se quejó el más chico mientras los tiraba de sus camisetas a ambos.— Ya después vemos los cuadros, tardamos cuatro horas en llegar y no he comido nada. Exijo comida.

— Yo voy contigo Erin, deja de actuar como un niño. —exclamó el mayor mientras empujaba a Allan hacía el lado contrario— Ve a ver si dicen que quién es.

El dragón aún algo shockeado le levantó el pulgar en señal de afirmación y se acercó a esa pintura. Era tan parecida a las misma marcas que portaba Amuria, no podía ser coincidencia. Siente una mano sobre su hombro se voltea esperanzado y sólo encuentra a una mujer de rulos mirándolo con algo de duda. Le parecía conocida.

— No hallarás la firma, es anónimo. —le sonríe y entonces se retira— Diviértete Allan.

— Claro, gracias.

Tan concentrado estaba en lo de la pintura, que no se percató, que la mujer lo había llamado por su nombre.
La música en el ambiente llamaba a la alegría y el conocimiento, miles de personas estaban de un lado al otro viendo las obras o escuchando a las bandas en el exterior del edificio. Nadie nunca se imaginaría que estaban tan cerca, tan cerca...

Se quemarían.




viernes, 9 de septiembre de 2011

Capítulo Treinta y seis: La Pasión Prohibida

Hace mucho tiempo atrás, existieron dos personas, las dos enamoradas la una de la otra. Las dos compartían una pasión casi imperceptible por lo demás a su alrededor y ambas llevaban una sombra de maldad a su lado. Pero estás personas, no fueron ni Allan, ni Amuria.


~Las miradas~

Un joven de cabello largo hasta la cintura y atado con una cola baja estaba mirando unas parejas de baile  en el centro del parque de su ciudad. Lucía serio, la música tenía vida en su mente pero parecía incapaz de demostrarlo. Pero no era por falta de valentía, sino por una condición de su persona, él tenía lo que se conocía como anhedonia y por eso era casi inexpresivo. En medio de su abstracción  mental algo logra despertarlo, como si un sueño aún se tratase percibe un saludo inocente del otro lado del parque. Una chica de rulos pronunciados lo mira fijamente, sin pudor ni vergüenza alguna lo que lo dejó perplejo y sin saber qué hacer. Le responde el saludo con amabilidad y sólo la mira un buen rato, estaba sonrojad pero no despegaba sus ojos de ella. "Es bonita", pensó para sí.
La chica a veces se distraía viendo a las parejas a su alrededor, movía su pie al ritmo de las melancólicas o pasiones canciones, el joven pensó que quizás esperaba a alguien para bailar. ¿Podría invitarla él?, no, él no tenía gracia alguna. Sin embargo nadie apareció y al final de la tarde cuando sólo quedaba la pareja de instructores fue que la chica se levantó para irse. Ante se darle la espalda le hizo un seña y se señaló el reloj de la muñeca. Él entendió, mañana a la misma hora, debía ir.

Así sucedió por unas cuantas semanas más, sólo se miraban y hacía señas, como si no tuvieran voz alguna. Parecía que siempre sería así, de no ser que un día por una broma tuvieron que pasar por un apuro para conocerse. Mientras una pareja de ancianos bailaba, la mujer se resbaló pero sólo se rieron, la chica también se río. Entonces él por presumir le hizo un gesto " Yo lo haría mejor" pero no fue sólo la chica quien lo vio y allí estuvo el problema.
Los profesores los llamaron a ambos y pararon la música para decir algo al grupo mientras los dos jóvenes se miraban sin saber qué hacer.

— Bien, muchachos, si tanto les gusta criticar muéstrenos que tal lo hacen. Ya de tanto verlo deben haber sacado los pasos ¿no? —los desafió la mujer con una digna voz de artista.

La pareja de esta los acomodó en el medio de la pequeña pista y les indicó como poner los brazos, dándose cuenta en el sonrojo de ambos que apenas se conocían.

— Preséntese y en cuanto empiece la música bailen. —su sonrisa era de travieso, hacía semanas lo veía jugar de lejos, ahora verían lo que era jugar de cerca.

Los dos tragaron saliva y algo dudosos y sin poder mantener sus miradas pronunciaron sus nombres.

— Francisco.

— Lucía.

Se sintió los primeros compaces de la música ninguno supo cómo moverse pero ante la presión de los ojos a su alrededor tuvieron que inventar algo. Comenzaron a hacer unos simples pasos a buen ritmo y se dejaron llevar, imitaron una que otra cosa vista en las tantas veces que observaban a los demás, aunque lo impresionante era que estaban en sintonía aún sin hablarse. Los instructores se quedaron satisfechos y cuando pensaron que ya había sido suficiente humillación los hicieron parar y entonces les dijeron:

— No estuvo mal, pero podría mejorar tiene un buen feeling entre ustedes ¿les interesa unirse?. —la mujer al no verlos tan convencidos agrega— Es más divertido hacer que ver, podría conocerse mejor y hablar más.

— A mi no me parece mala idea, ¿tu que dices Frank? —opinó ella mientras volvía a mirarlo tan firme como siempre, aún tenía seguía tomados de las manos.

— Emm yo...debería...este... —al ver la sonrisa de ella se sintió extraño, no puso qué era eso, cómo vergüenza pero se sentía bien en parte. Además la confianza innata de darle un apodo, le gustó ese gesto por su parte y por primera vez en su vida fue espontáneo y no pensó— Si, creo que podríamos intentarlo, si quieres claro.

La joven apenas suelta sus manos y se queda algo apenada, pero lo seguía mirando y se ríe. Él la imita por su propia pena. Los instructores se miran y alzando sus cejas sabían que había ganado una buena pareja.

Las clases les fueron muy útiles, tenían una habilidad desconocida para ambos, más para Frank que para su joven pareja. Sus maestros decidieron darles una especialidad y salió en fortuna un baile que pocos tienen las actitud de dominar, el tango.
Hubo un cambio en los dos, mientras él se volvió más abierto y a la vez se atrevía a seducirla con más intensión; ella se había amoldado a su personalidad siempre paciente a sus respuestas y sus ojos demostraban cierta ternura al verlo. En el baile no hablaban, como antes, sólo sus acciones podían describir lo que el joven nunca podría expresar por su voluntad. Lucía lo entendía, y a la vez, le fascinaba. Los padres de Frank se pusieron muy contentos al recibir la noticia que su hijo, el más callado y casi autista a veces era uno de los mejor aprendices del centro de danza del parque. Tanto así que un día fueron a verlo. La joven no tenía procedencia alguna, nadie la conocía y Frank sólo la conocía por sus conversaciones superficiales y sus incontrolables pasos que lo volvía loco de ansiedad.
Mientras las parejas tomaban su lugar, Lucía apareció con un vestido simple pero algo provocador. Al joven, su maestro le había regalado un sombrero algo grande pero útil para su propósito. Todo estaba listo y pronto sería su turno. Las parejas se esparcieron y al comenzar la música se transformaron en bailarines, sus piernas cruzándose, abrazándose, sus giros estaban hipnotizando a todo espectador que pasara por la plaza para el pequeño festival. Era impresionante, para los personas tan jóvenes tener la concentración y precisión que se veía en ese momento. Sólo ellos, ese era el secreto, en sus miradas sólo eran ellos. Las manos de Frank recorriendo las piernas de Lucías, sus manos uniéndose tan pronto se separaban, la intensa atracción de sus cuerpos. Al terminar los últimos compaces ella quedó rendida en sus brazos y sus rostro tan cerca que ya no había barrera que los detuviera y dieron un corto pero honesto beso mientras la multitud los alababa con emoción.
A la madre se Frank se le llenó el corazón de alegría, su hijo parecía despertar de ese sueño dónde siempre estuvo atrapado; pero distinta era la expresión de su padre quien lucía preocupado y a la vez a ver los ojos de la joven supo que su sospecha era cierta.
Frank no podía creerlo y al sentir como ella alejaba sus labios de él, este sonrió y le besó la mejilla en respuesta. Desde entonces Lucía no pudo evitarlo, se había enamorado de este chico tan callado.

 Ich liebe dich Frank. —susurró mientras se separaba de él.

No pudo responder, pero su corazón sus ojos ya habían respondido. Lo que no lo dejó ver el miedo en el rostro de ella al ver acercarse a su padre, pareció desaparecer, pero Frank no pudo verlo cegado aún por su primer beso. Siente la pesada mano de su padre recaer en su hombro y al verle la cara se le va todo lo dulce del momento. Se lo llevó con apuro entre la multitud que lo aclamaba mientras su maestro lo veía irse sin entender el porqué.
Entonces en un pequeño callejón el hombre lo detuvo y mientras lo sostenía contra la pared le preguntó:

— ¿Eres tonto?

— No. ¿Qué pasa?

— Hijo, ¿no la puedes ver?

— ¿Qué cosa?

— ¡Ella no es humana! —le grita cansado de esa confusión en su hijo— ¿ Que acaso ese demonio te ha vuelto tonto?

— ¿Demonio? Te equivocas, Lucía es sólo mi pareja de baile y ella no es...

— ¡Francisco despierta!

Ante el grito se queda paralizado, jamás le había gritado así. Se lo veía enojado o preocupado, él no lo podía distinguir. Tan solo se achicó y no supo que más decir. Él lo hubiera notado ya, pero en realidad, no estaba muy seguro de nada cuando estaba con ella sólo quería verla no se preocupaba por ninguna otra cosa. El joven se quedó pensativo.

----------------------------------------En un pueblo cercano------------------------------------------

Una chica entra un tanto apurada a su casa en las afueras y con una mochila a cuesta, planea entrar sin despertar a su hermana de su siesta matutina pero se le cae una silla. Una joven de cuerpo bastante desarrollado y de cabello dorado aparece frente a ella y entonces le sorprende con un beso sobre los labios lo que hace que esta última se asuste y caiga de espaldas al suelo.

— Hermanita me arrugaré si sigues despertándome. ¿Dónde estabas? —la ayuda a levantarse y le saca la mochila para hurgar entre las cosas que llevaba— Un vestido, unas medias, unos...¿zapatos de tacón? Tu no sabes usar esto.

— ¡Dame eso! —le dice enojada y guarda todo en la mochila con cuidado— Fui a bailar de nuevo.

— Por favor, tu no tienes gracia alguna, pobre el que le toque tenerte de pareja. —exclama en broma cuando al mencionar "pareja" nota cierto sonrojo en su hermana— Y hablando de eso...¿quién baila contigo?

— Un chico un poco mayor que yo, no es nada. —sonríe y nota que la miraba, intenta ocultar su sonrisa.

— No es nada, ni tu te crees eso, ¿te gusta?

— No. No me preguntes más.

Sale corriendo mientras intenta no pensar en su mentira. Mientras su gemela se toma del cabello despreocupada, por alguna razón le parecía asquerosa esa actitud tan humana de su hermana, seguramente estaba loca por ese chico. Un malicia apareció en su rostro, el olor que ella portaba no era de un humano, seguro era alguien interesante. Debía ganar dos almas más para su ascenso, ella era un demonio ya y no podía perder esa oportunidad. Ya no le importaba que fuera su hermana, un alma era un alma, sería fácil engañar a la aún ingenua han'gô, Juliett lucía unos veinte años que le serían eternos, pero Lucía en cambio apenas tenía la apariencia de una chica de catorce o quince con suerte. Era tan sentimental, además de inocente por demás para ser una han'gô. Debía ser cautelosa y aprovechar cuando tuviera oportunidad.

--------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------

El joven caminaba por la calle tranquilo y abstraído como siempre cuando siente que alguien lo tira de la remera y lo lleva a un callejón en el cual cae por estar mal parado. Entonces ve un rostro con una cara de duda y desconfianza total.

— ¿Lucía?

— Perdón...ya te ayudo. —lo levanta apenas y lo abraza fuerte, nota que no le responde, suspira y dice— Abrázame también, se sentirá bien ya verás.

— Bien. —la abraza apenas, siempre tuvo miedo de hacerle mal, era delgada pero entonces siente cierta necesidad de tenerla así por siempre y sentir su olor por siempre— Se siente bien, creo.

Al verlo sonreír no resiste mucho y lo besa apenas, él no se inmutó ella apenas hizo caso a aquello. Era difícil lidiar con esa parte de su persona a veces, tener que decirle lo que era el bienestar o el placer era costoso para alguien tan emotiva como Lucía, pero por él lo podía soportar. Entonces se toman de las manos como siempre y se van a la plaza. La joven le había revelado su secreto, en parte porque era muy honesta y por otra para ver qué diría él. Frank no le molestó, en un principio pensó que si fuera un demonio le molestaría pero en parte era humana, como su madre y eso lo llenaba de esperanza. De que algún día, ella fuera humana y así podría estar siempre a su lado.
Jamás lo había tenido afecto a nada, poco a su madre quien siempre respetó, pero ese cariño que había desarrollado por Lucía era inigualable.
Bailaron tanto que al final se quedaron solos en medio de la noche y aún sin música sus pies se seguían moviendo. De pronto por la oscuridad del ambiente la joven se tropezó con un banco y como su compañero era un palo de flaco no pudo tenerla y esta se dobló el tobillo en consecuencia.

— ¡Ayy! ¡Frank quítate!

— ¡Lo siento!¡Lo siento! —decía constantemente mientras la miraba angustiado e intentando ayudarla de alguna forma.

Ella apenas se sienta y nota que no podía mover la pierna sin que le causara un fuerte dolor, toma a su novio de los hombros y casi sollozando le dice:

— Creo que no puedo levantarme. —la lágrimas estaban a punto de caer cuando él por primera le hace una caricia sin consentimiento, le acaricia las mejillas y entonces se da vuelta esperando— ¿Qué haces?

— Sube, yo te llevaré. Fue mi culpa lo siento. —dice apenado mientras la mira de reojo.

— Frank...

Ella apenas se sube a su espalda y siente la suavidad que tenía al tomar su tobillo lastimado. Comenzó a caminar, pensando en cómo decirle, o qué decirle, hacía meses que se conocía y sin embargo él nunca tuvo valor para decirle lo que sentía. Esa calidez que le hacía sentir cuando le sonreí y trataba de hacerlo más sensible a su alrededor. Cómo disfrutaba de sus quejas y llantos espontáneos tan tiernos como una niña pensó y rió por lo bajo. Sintió como las suaves manos de su amada le sacaba la cola del cabello y dejaba su larga melena libre; se sintió avergonzado por eso.

— ¿De que ríes? —pregunta mientras juega con los cabellos de él mientras la brisa soplaba a su espalda.

— Es que yo pensaba, pensé, en decirte algo aunque no consigo decirlo.

— Frank, tu, me haces querer ser una buena persona. —le besa la cabeza y entonces siente como se detiene, ella se sorprende.

La deja en un banco y se arrodilla para verla a los ojos, esos ojos que siempre lo hacía sacar una parte de él que nunca mostraba al mundo. La miró sus propios ojos de verde pálido brillaron a las tenues luces de la noche y entonces le tomó las dos manos. Tragó saliva y se sonrojó bruscamente.

— Jamás sentí felicidad o ansiedad, o nada, antes de conocerte. —acercó su rostro a ella y entonces apenas pareciera cerrar los ojos, se sentía tan feliz de decirlo que algo extraño se plantó en su interior y sin darse cuenta lloró frente de ella.

— Yo...—se quedó muda al verlo y también lloró.

Lo abrazó y lloraron juntos.
Nunca, ninguno de los dos había tenido necesidad de ellos, ni de niños lloraron con tanto sentimiento como esa noche. Como si fuera la última en sus vidas, como si nunca fueran a verse, ese temor de perderse. Ya no sólo era su cariño, era su necesidad estar juntos. Y pensaron al terminar de mostrar su fragilidad que lo lograrían. Fue entonces que Lucía decidió que sería una humana...pero esto, esto sólo fue el comienzo de su historia. Porque ese llanto no se repetiría, pero si tendría razón.
Y esa razón, fue un error, un descuido...una pasión.

-----------------Continuación: "Ojos verdes a lo lejos"---------------------------

viernes, 2 de septiembre de 2011

Capítulo Treinta y cinco: Marcas

— ¡Allan cuidado! — grito su hermano más pequeño mientras se tiraba a un lado evitando un golpe.

— ¡Ya voy Erin! —dijo Frank mientras tiraba atrás unos cuantos demonios e iba a resguardar a su hermano menor, teniendo que ignorar a Allan.

Estaban en una batalla complicada, al parecer los oscuros habían buscado refuerzos, pero esta vez de una clase especial, íncubos. Estos eran los más difíciles de vencer, claro con la ventaja de absorber energía eran todo un desafío. Los tres hermanos estaban más ocupados que nunca, claro Frank se dividía en dos para cuidar a Allan y Erin. Estos tenía más desventajas que el mayor, Allan era mitad dragón y Erin no tenía mucha experiencia. Se cuidaban las espaldas mutuamente, después de una hora en pelea se sentía agotados por completo pero al parecer estaban avanzando un tanto menos preocupados terminaron y se retiraron hasta un próximo encuentro.
En la tienda de los tres hombres se miraron y sonrieron, todos con la misma sonrisa, era una sensación de paz al verse vivos todos al final del día. Hacía unas semanas Allan se le había incorporado de forma permanente, o eso pensaban sus hermanos, entonces cuando se dispusieron a dormir el hermano del medio les dijo:

— Saben he estado pensado, el otro día me pasó algo extraño per...—se detuvo en seco, sentía algo en su interior.

Frank y Erin tardaron en darse cuenta, que su silencio era más que un sueño repentino. El menor se levantó asustado cuando lo sintió y fue a ver a su hermano. Estaba congelado, era evidente que el poder de ese demonio era grande. Entonces Frank y Erin lo abrazaron, intentando sacarlo de ese hechizo, al volver a sentirlo cálido éste no perdió tiempo alguna y salió rápido de la tienda y entonces sintió como todo a su alrededor estaba congelado, el pasto, los árboles, el cielo oscurecido. Lo reconoció de sólo verle el rostro, estaba cambiado pero su apariencia era la misma, al parecer él tampoco había perdido el tiempo.

— Hola dragoncito, tiempo que no nos vemos. ¿Recuerdas el favor que me debes? —se le apareció justo en frente mientras sonreía— Sabía que te encontraría aquí.

— ¡Maldito ya verás! —entonces se convierte en dragón e intenta golpearlo pero era muy rápido.

El íncubo se le escapa mil y un veces, claro uno estaba renovado y listo, el otro ya estaba cansado y con golpes que lo habían dejado para descanso. Frank intentó ayudarlo pero tampoco pudo alcanzarlo, en cuanto al más chico le ordenaron que se quedara en la tienda y así lo hizo. Los demás estaban muy lejos como para buscar ayuda, ellos eran la guardia, mala idea.

— Ya estás viejo amigo. —dijo mientras lo empujaba y Allan caía pero aún así se seguí levantando, el demonio siempre envidió su perseverancia pero como sabía que era imposible que le ganara jugó un poco con él— ¿Sabes?, tu no eres el único que está viejo, por lo que sé mi hermana también está bastante grande ya....lástima que ella no pueda ni siquiera recordar tu nombre.

— ¿Qué dices? —bajó la guardia y de pronto siente como lo empujad desde atrás, ya no sabía cuánto más podría soportar mantenerse como dragón.

— ¡Allan no lo escuches! —dice su hermano cuando de un solo golpe en el estómago cae inconsciente al piso.

— ¡Frank! —se transforma en humano y va con él mientras intenta mantenerse centrado, ya había tenido el mismo problema, esa maldita teletransportación era su desventaja— Sólo debo esperar un poco más...un poco más...

Entonces en lugar de buscar como dragón se concentró como humano, con Amuria había hecho lo mismo, sentirla fue la única forma de atraparla y en contacto con él no podría usar su poder. Las sombras tuvieron más formas, sabía que lo atacaría tarde o temprano. Debía ser cauteloso y actuar en el momento indicado. Por primera vez en su vida pudo comprender qué debía hacer, como si en parte alguien se lo dictara evitó cada uno de sus golpes y con el tiempo justo llegó a apresarlo en sus garras para entonces detenerlo contra el suelo. Erin miraba asombrado cuando se dio cuenta que era la oportunidad perfecta para ir por ayuda.
Allan miraba a Aiperus con desprecio, no sabía que debía hacer hasta que por fin se decidió, acabaría con su existencia aunque le costara su dignidad. Ya no le haría daño a nadie más. Alzó su puño en el aire y lo envolvió en llamas, lo quemaría vivo de ser necesario, fue por su culpa que Amuria se había rendido y que lo había dejado. Por miedo a que lo lastimara, pero ahora sería distinto él sería quien destruiría a ese ser tan miserable. De los labios sangrantes del demonio salieron las palabras justas para que Allan se detuviera.

— ¿Quieres saber dónde está?

El dragón lo miró a los ojos, no mentía, no debía escucharlo él tenía la clave para encontrarla. No caería en sus juegos de nuevo. Algo lo detiene, una mano toma firmemente la suya y al voltear ve la mirada seria de su hermano.

— ¡Déjalo Allan!

Queda estático y se detiene pero no lo suelta, siente como Frank lo empuja y toma su lugar sobre el demonio. Podía ver como los ojos de dragón se asomaban en su rostro, por alguna razón le daba miedo. Abrió sus alas y entonces le susurró algo a Aiperus, este se puso pálido y entonces le murmuró algo en el idioma de los oscuros. El gran dragón lo entendió y entonces con una voz extraña le ordenó:

— ¡Sal de aquí Allan! ¡Hagas lo que hagas vete y no mires! —dice y entonces lo empuja con sus propias alas hacía atrás— ¡Aléjate!

El joven confundido sólo hace lo que dice y se aleja cuando siente algo tan paralizante dominarlo que no se atrevió a voltear.
Lo que no pudo observar era mejor que no lo hubiera hecho. Frank mostró una mirada que tenía oculta hacía años. Sus ojos se tornaron carmesí como los mismos demonios que él asesinaba día tras día. Se acercó al rostro de Aiperus y apenas susurrando le dijo:

— Si tu no tienes nada de valor, entonces no sirves. —sonrió malicioso por un instante.

Entonces lo envolvió en su fuego, pero no era el mismo de siempre, este vaporizó por completo al cuerpo del demonio y llevó su esencia al centro de la tierra dónde sería juzgado. Frank, lo había matado, cansado de ese acoso y cada vez más distante de la realidad su mente era consumida por un secreto que nunca nadie sospechó. Allan salió y no encontró nada más que el cuerpo de su hermano tirado en el suelo boca abajo. Fue hacia él y lo volteó, parecía que estaba dormido o algo. Se siente llegar a Erin y unos cuantos compañeros más y todos sorprendidos ven el cuerpo del más fuerte caído, todos ayudaron y lo acogieron bien. El joven de ojos celeste no supo explicarse y sólo dijo que había tenido una pelea dura y se sobrestimó demasiado.
En cuanto el más chico de los hermanos entró a verlo se percató de un olor extraño pero su cara no fue por eso, sino más bien por el hecho de saber de quién provenía. Azufre.

---------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------

— ¡Amuria cuidado! — dijo Lucía mientras la corría a un costado de la escalera y acto seguido una bañada por un líquido azul que por poco la asfixia.

— ¡Lo siento! —se le acercó y entonces la sacó antes de que se ensuciara más— Perdóname, no quise en serio, yo no me fijé...

— Ya niña tranquila, siempre quise ver cómo me quedaría el pelo azul, sólo termina de pintar y ten más cuidado con los bordes de la escalera. Yo voy a cambiarme.

— ¡Perdón! —le repitió al verla salir.

La mujer ya, estaba pintando su habitación con un gran paisaje, se había dado ese gusto, después de mostrar algunas de sus pinturas había conseguido un buen dinero con ello. Al parecer si tenía talento, aunque no lo quisiera admitir. Pronto habría una exposición donde estaría una de sus obras, ella siempre las enseñó como anónimo, pero aún así estaba ansiosa por saber qué dirían de ella.
Horas más tarde ya había terminado, había quedado perfecto, miles de olas a su alrededor. Logró sorprenderse a sí misma. Entonces ordena todo y siente que Lucía la llamaba a cenar. Ni siquiera se cambio de ropa y fue sin perder tiempo. La mujer de larga cabellera cocinaba como muy pocas ya, siempre era casera y casi nunca hacía comida basura. Por alguna razón, parecía cuidarse, desde que se convirtió en humana dicen comenzó a preocuparse por el tiempo que le quedaba.
Vio a Amuria llegar, toda pintada, pero sus manos limpias, ya estaba grande aunque su inocencia aún no desaparecía, a veces le costaba creer que hubiese sido un demonio, porque era una niña especial y seguramente muchos la amaron. Sí muchos.
Cada día parecía sonreír menos, la joven lo sabía entonces le contó de su evento.

— Lucía van a exponer mi obra y será una linda fiesta. ¿Te gustaría acompañarme? —la mira mientras tomaba de su copa.

— Me siento orgullosa de ti, Amuria, claro que iré. No me lo perdería por nada. —apenas la mira, cuando sus ojos se abren por completo y queda tildada— Está cerca...—murmuró por lo bajo.

— ¿Quién está cerca?

— Él.

Estuvo así un tiempo y luego no volvió a hablar, Amuria tampoco la incitó demasiado, ya le había paso otras veces que sentía eso y pese a que no le entendía no debía molestarla. Entonces sintió un dolor, una molestia en su espalda. Se sacó la remera y al ver su espalda en el espejo se quedó tan impactada que casi se cae contra el mueble que tenía detrás. Las marcas que tanto trabajo le había costado curar de su espalda estaban nuevamente sangrando, como si nada. Fue corriendo al cuarto de Lucía y esta al oír sus gritos se asusto tanto que sólo le basto abrir los ojos para ver a la joven histérica y hablando demasiado rápido como para entenderla.

— ¡Ya cálmate y dime qué pasa! —estaba en camisón y apenas podía contenerla cuando la ver el piso notó la sangre que se deslizaba por su espalda— Amu...

— Yo...

Antes de poder decir más se desmayó, pero más por la impresión. La mujer alcanzó a sostenerla y la recostó en su cama con cuidado. La desvistió y entonces comenzó a atender sus heridas. No podía entender porqué se habían abierto así, después de lo mucho que le costó borrarlas de su piel. En cuanto terminó calló rendida a su lado, la sintió murmurar algo entre ese sueño tan repentino.

— Ya vienen.

Lucía se sorprendió y apenas le acarició el cabello, sí tenía razón, ellos venían.

--------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------

Estaban en un pueblo, Frank había estado inconsciente demasiado tiempo y lo llevaron a un hospital cercano. Este al despertar, después de unos cuatro días recordó algo de repente y sin permiso ni del doctor ni nada se levantó se vistió y cuando estaba a punto de irse Erin entra al cuarto y no puede ocultar su asombro. El mayor parece ignorarlo y hasta intenta sacarlo de su camino pero el menor lo evita pero entonces Allan lo ve y lo acorralada contra la pared, siente su fría mirada examinarlo a fondo pero no desiste.

— Debes descansar.

— Ya estoy bien, además yo siempre tengo razón o lo olvidas. —entonces se lo saca de encima y acota— Tengo que ir a un lugar, ustedes regresen a casa.

Allan y Erin intercambiaron miradas, siempre habían respetado la privacidad de su hermano pero ya era preocupante. Le cerraron el paso y lo obligaron a acostarse de nuevo, era todo un adulto pero algo en su mirada despertaba desconfianza y nada parecía apuntar a nada bueno. Pasó un buen tiempo hasta que lograron tranquilizarlo para que les dijera que planeaba.

— Hay una ciudad cerca de aquí, todos lo años hacen una celebración al arte y debo ir. Debo ver a alguien. —mira hacia la ventana— Sólo eso, será en unos tres días.

— ¿Una fiesta? ¡Yo quiero ir! —exclamó emocionado Erin, que claro aún quería disfrutar de su juventud.

— ¿Sólo eso? No del estilo de cosas en las cuales te veo Frank. —dijo dudoso Allan cuando recordó que cerca de allí podría tener más pistas de Amuria, la última vez en el campo fue por esa dirección que su estrella comenzó a brillar.

— Admitan, no me conocen para decir algo así, Allan. —le contesta serio y entonces sólo se levanta— Pueden venir mientras no se metan en mis asuntos.

— ¡¡Si fiesta!! —dice casi celebrando el más chico cuando la sentir las dos miradas de "eres inmaduro" de sus hermano se achicó y entonces salió del cuarto para preparar las cosas.

— Yo te pedí ayuda, ¿es necesario que te la ofrezca ahora? —pregunta Allan preocupado por esa mirada ya no fría sino entristecida del dragón mayor.

— No. Es mi problema y lo resolveré, pero cuando destruí a Aiperus me di cuenta que ya no puedo evitar las cosas, debo eliminar ese error. —se había descuidado, al hablar.

— ¿Tu mataste a Aiperus? —intenta verle los ojos pero este no contestó.

Ninguno habló más desde entonces, el mestizo entonces salió del cuarto y vio a Erin empacando todo con cuidado, se notaba que no era un hombre para la guerra, era muy chico aún con dieciocho años. Le puso una mano en le hombro y le susurró:

— Debemos cuidar de Frank, así que no te relajes tanto.

— ¿No sentiste su olor? —le dice serio.

— No, ¿por qué?

— Huele a demonio, pero como si fuera él. —entonces se pone serio y sus ojos verdes brillan— Allan, está más misterioso y cerrado de lo normal, creo que algo malo le pasa.

— Sólo son presentimientos de joven que eres, él estará bien pero sí debemos asegurarnos que no haga tonterías. Por estos días seremos nosotros los responsables ¿si? —le sonríe apenas y entonces lo mira.

— Ahhh está bien, pero sé tu más responsable, a mi no me sienta jajajaja

Al oír su risa Allan le respondió de la misma forma, tantos años habían pasado que sólo entonces se dio cuenta de lo mucho que había crecido, porque Erin tenía su misma actitud despreocuparte que tanto lo acompañó en su juventud.
Recordó a Amuria, ¿qué haría si la encontraba? Era la primera vez que se preguntaba eso en tiempo, como si fuera seguro que la encontraría en esa ciudad. Se sentía extraño, un deja vú extraño lo invadió...¿Qué haría si la encontraba?

CONTINUARÁ