lunes, 21 de febrero de 2011

Capítulo Nueve: Creando distancia

Amuria estaba decidida, sabía lo que debía hacer y no dudaría en hacerlo. Puso en marcha su plan. Poco a poco se fue distanciando cada vez más de ellos, no hablaba mucho, no ayuda en nada. Sabía que pronto verían lo que intentaba hacer y se irían.

La primera en irse fue Amon, muy obvio, había aceptado el empleo de superior y decidió ir por ello. Al principio extrañaron un poco las miles de peleas que esta protagonizaba pero con el tiempo fue una perdida sin mucho daño.
En cuanto al viaje tuvieron que esperar otros veinte años hasta que las cosas se calmaron, mientras tanto siguieron con sus vidas como si nada. Al llegar a América las cosas se pusieron más interesantes. Era tan diferente a Japón, las personas, los lugares, la falta de moral entre los jóvenes...era como el paraíso de los demonios por así decirlo.
Pero no solo el ambiente era distinto, los incubos también cambiaron un poco.
Ember se tiñó el pelo de amarillo y de ahí a todos les gustó la idea. Amuria y Aiperus optaron por el rojo, mientras que Nana que era más aniñada se dejó el castaño pero se hizo mechas de color lila-rosa. Mientras que el aburrido de Onix, como empezó a decirle Amuria, no se hizo nada. Las noches eran una fiesta tras otras, miles de personas ebrias era víctimas en potencia. Fue una gran época, no debía preocuparse por conseguir seguidores, estos venían solos y por montones.

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Una tarde estaban comiendo antes de prepararse para salir cuando Ember se levanta de la mesa del pequeño departamento y dice:

_ Tengo algo que decirles algo importante. -los mira a cada uno- Es probable que este fin de semana no me vean, y bueno eso.

_ ¿Por qué Ember-kun? -dijo Nana que aún conservaba la costumbre de hablar como japones-

_ Porque tengo una junta con el consejo de demonios, tiene algo importante que hablar y tardaré, es una cuestión importante. -dijo y volvió a su cuarto como si nada-.

_ Creo que es la primera vez que habla tanto. -acotó Onix mientras intentaba ponerse una muñequera- Tranquilos seguro no es nada de urgencia, luce bien.

_ Siempre luce bien, pero dudo que lo esté, si no fuera nada no nos habría avisado. -la voz grave de mi hermano hablaba con verdad- Quizás deberías ir a ver si le pasa algo.

_ No, estoy seguro no es nada, él suele ser así siempre. -dio por sentado y se acercó a Amuria para que lo ayude- ¿Me das una mano?

_ Que te ayude Nana, yo no tengo ganas. -le respondió con seriedad y se levanta solo para ignorarlo-

El joven se queda con una cara de "demonios" , cada vez era más agresiva con él. Lo notaba y sabía lo que intentaba hacer, no lo lograría. Tan solo se hizo el tonto y lo dejó pasar. Tenía que hablar con ella, quizás podría hacerla entrar en razón.

Días, semanas y meses pasaron, pero Ember no regresaba...todos se preocuparon, inclusive Amuria quien no creyó que llegaría a extrañar sus silencios. Era como que la mesa se sentía vacía, ya que nadie ocupaba ese lugar frente de ella. Los suspiros de Nana se hicieron incontables, mientras que los chicos no tenían explicación alguna de lo que había ocurrido con el callado de su amigo.
Lo malo fue que los descubrieron , tarde por desgracia, que en realidad Ember estaba metido en serios problemas. Sin pedir ayuda ni nada, se había metido en una gran deuda con los de abajo, robando almas de territorios ajenos....lo que terminó por tener que "eliminarlo". Al enterarse, ninguno se atrevió a decir nada, pero las miradas apuntaron al demonio de ojos verdes, con el típico 'si hubiera hablado con él, quizás hubiéramos podido ayudarlo' pero era inútil hechar culpas a esa instancia. Después de ello fueron días grises, ni siquiera la pelirosada tenía ánimos para molestar.

Amuria en cambio pensó en eso como una oportunidad, aún le angustiaba la pérdida de Ember, más aún al ver lo injusta que fue su muerte...si es que estaba muerto, la verdad nadie estaba seguro. Ahora solo le sobrara alejar a Nana y Onix, mejor primero el íncubo.
Intentó pro ignorarlo, por aprovecharse de él para favores e incluso de una forma sexual pero nada parecía funcionar. Estaba dispuesto a hacerla cambiar, a hacer que lo quiera, aunque no contaba con la inquebrantable voluntad de la diablesa. En una de sus salidas, besó a cuando chico se le cruzó en frente, sabiendo bien que Onix la observaba, quería ponerlo celoso que se enojara con ella, lo que sea con tal de que dejara de tener esos tontos sentimientos hacía ella. Pasaron meses con la misma actitud pero no conseguía siquiera sacarle el más mínimo celo de su boca...él sabía que lo hacía por necesidad, no pensó nunca en que quería alejarlo.
Una noche se puso a hablar con Aiperus sobre el tema y este muy sabiamente le dijo:

_ Tienes que estar con alguien por gusto o al menos que así parezca, será cruel para él verte queriendo a alguien más y si en verdad te quiere tanto como parece te dejará en paz. -pensó unos segundos en silencio- Creo que se quien puede ayudarte.

_ Eso me sorprende de tí, pensé que me dirías que debía aceptar a Onix-kun. -lo miró con algo de sorpresa y pasó su mano por los labios de él- ¿A quién tienes en mente?

_ -él sonríe y cierra los ojos- Una demonio de fuego, se llama Juliett y vive en esta cuidad, estoy segura que podrá ayudarte.

_ -se pone encima de él y lo mira con desconcierto- Pero ¿Es una mujer?

_ Es la mejor en separar parejas, créeme no hay porqué desconfiar de ella, mañana te llevaré a conocerla. -la toma por el rostro y le plasma un beso en los labios- Vamos, quiero dormir...

_ Esta bien. -se recostó sobre su pecho y los tapó a ambos con la sábana-

Aún tenía esa costumbre, pese a tener cuartos aparte, pasaban la noche juntos.

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Era una casa extraña, antigua pero en excelentes condiciones. Aiperus habló con le encargado y les permitió pasar, había varias vampiresas dentro, todas los miraron con deseo pero ninguna se acercó a ellos. Entonces entraron a un gran salón, todo decorado con cortinas rojas y con una silla en el medio, un extraño deja vú recorrió la mente de ambos y en un reflejo se tomaron de las manos. El íncubo se acercó y llamo a la diablesa por su nombre, está apareció en medio de una humo azulado que invadió por completo el lugar.

_ Aiperus, ¿Qué te trae nuevamente a mis aposentos? -sonríe con picardía y me mira detrás de él- Amuria no seas tímida.-me miró con ojos extraños.

_ ¿Cómo sabe mi nombre? -dije por lo bajo mirándola fijo-

_ Aiperus me contó un poco sobre tí la otra noche. -lo mira de reojo y cambia el tema- ¿Qué se les ofrece?

_ "La otra noche" -dije en mis adentros mientras mis ojos mostraban celos-.

_ Quiero que hagas un trabajo con Amuria-chan, hay un chico y tu sabes...- entonces la diablesa le hizo callar con un leve movimiento de sus dedos sobre los labios de él-.

_ Estaré encantada de ayudarlos. -me miró en realidad deseaba ponerla celosa, cosa que logró con facilidad. Sonrió relajada y entonces en un movimiento rápido se encontró frente a frente con la han'gô tomándola por la cintura- Tranquila, no me gustan los hombres...

_ -Amuria se sonroja por completo e intenta sacársela de encima-

_ Te ayudaré con ese chico, solo por lo linda que eres no te cobraré nada. -cerró los ojos siendo el debe aroma a vergüenza que la joven emanaba y en un segundo la soltó- Te diré que debes hacer y te aseguro que en menos de un mes no querrá ni hablarte..

_ -la miró con asombro y volviendo a tomar el control de sus emociones- Veo que tienes experiencia en el tema, yo solo quiero que me deje en paz. ¿Podrás hacerlo? -levanta una ceja ocultando como su mirada la recorría de arriba a abajo-

_ Por supuesto, confía en mi, A-m-u-r-i-a-chan...-le susurró y entonces miró a Aiperus- Creo que ya no eres necesario, quisiera hablar con ella a solas.

_ -el íncubo dudó de que debía hacer, solo le dedicó una mirada de seguridad a su hermano y se dirigió a la salida- Te veré en casa, Amu-chan. -dijo cariñoso para advertir a la diablesa que no jugara con ella-

La joven se quedó sola con aquella misteriosa mujer, pensó que volvería a molestarla, pero se la veía seria. Tronó sus dedos haciendo aparecer dos sillas con un mesita en medio y dos tazas de té. La diablesa le hizo un gesto para que se sentara, como que la chica obedeció. Juliett, así la llamaban, era extraña serena e impulsiva, bella y repulsiva, nadie logró entenderla nunca. Dio un sorbo corto y mirándola unos segundos le preguntó:

_ ¿De verdad deseas alejar a ese joven de tí? -cerró los ojos como pensando- Mira que una vez que comience no hay vuelta atrás.

_ Si, si lo quiero, yo he decidido solo depender de mí. -Las personas que me quieren terminan sufriendo pensó- Así que no se preocupe, no me arrepentiré.

_ Bien. -dejó la taza a un lado- Te diré entonces, que lo haremos sufrir. -la miró con sus ojos vacíos, no tenía alma alguna- En estos días debes comportarte bien con él, se su amiga, haz que piense que eres una chica amable. No permitas ningún acercamiento, solo se "buena", una vez que lo veas ilusionado regresa a verme...

_ Pero...¿Eso no haría que se acercara más a mi? -dice algo confundida-

_ Claro, y por eso, mientras más cerca este...mejor. -sonrió y comenzó a jugar con su largo cabello dorado- Si es un buen chico, si de verdad siente por ti, querrá lo mejor para tí....que lo trates como un "amigo" y toda la cursilería junta. Y justo cuando piense que te abres a él, en realidad será porque estarás interesada en otra persona...en mí. -exclamó con soberbia y luego prosiguió- Debes actuar, como si me amaras, él se sentirá mal al no ser el motivo de tu alegría. Entonces, primero dejará de hablarte y si te sigue queriendo decidirá alejarse para dejar de sufrir por su amor no correspondido ¿Comprendes Amuria?

_ Creo que sí, eso querría decir que tendría que fingir que me gustas. -dice mientras concentra su atención en los leves movimientos de su anfitriona-

_ Claro, aunque solo sería temporal, debes tener cuidado conmigo. Suelo enamorar a las chicas con frecuencia, ya habrás visto la prueba de mi encanto. -se inclina un poco hacia ella- Todas las vampiresas, todas, son mis novias.

Se sorprendió al escuchar aquello, solo lo ignoró y se levantó con apuro. Juliett no exclamó palabra alguna, pero al llegar a la puerta la pequeña diablesa le dirigió unas palabras:

_ Yo no deseo atarme a nadie, mucho menos a alguien como tu. -sonrió de forma desafiante y se retiró-

La luz se apagó y en la oscuridad brillaban los ojos sin vida de la seductora, en su mente un recuerdo endeble, este sería un caso particular.

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Amuria siguió las indicaciones de Juliett al pie de la letra, sin perder tiempo alguno comenzó esa misma tarde. Quería terminar con el asunto lo mas rápido posible.
Semanas pasaron, la actuación de la súcubo era impecable, sin sospecha alguna Onix cayó en su trampa. Era solo un joven apasionado e ilusionado por aquellos gestos amables que se mostraban ante él, para ser el más inteligente también demostró ser el más ingenuo.
Llegó el punto, Amuria lo sentía, debía volver a reunirse con Juliett. Solo fue a su casa donde miles de vampiresas la miraban con envidia, como si les molestar su presencia. Llegó a la sala pero una joven, al parecer súcubo como ella le indicó que debía ir a otra habitación. Le llamó la atención la expresión de esa mujer, parecía una exclava, se podía sentir su ser consumido. Algo extrañada obedeció sin decir más, pero en cuanto entró y sintió la puerta cerrarse detrás de ella sintió pánico al ver es escenario.

_ Bienvenida seas, mi pequeña Amuria. -dijo en un tono lascivo- Ven te invito una copa. -alzó una copa de vino, mientras se sentaba en aquel lecho de finas sábanas y delicados aromas-

_ ¿Pero que estás haciendo? -dice sin recelo- ¿Por qué me pediste que viniera aquí? -"tu cuarto" pensó por lo bajo-.

_ Quise que nuestro segundo encuentro fuera en un lugar más cómodo, yo no controlo tu voluntad...tampoco tus pensamientos. -dijo en un susurro, quería ver más allá de los ojos siempre molestos de esa joven- Vamos, no digo que tengamos sexo, solo que no tenía ganas de levantarme. Verás complacer a todas esas damas no es sencillo. Ten toma un poco te relajará, confía en mí.

_-al mirar en esos ojos vacío no pudo resistirse, solo se acercó y tomó la copa entre sus manos.- Solo un poco, vine para que...

_ Shh shh shh refresca tu garganta y luego habla. -no sonaba ansiosa solo insistente, en realidad tenía muchas ganas de que la han'gô se uniera a su juego-.

_ Bien, como quieras. -dio un pequeño sorbo, el vino era exquisito. Tomó otro más y entonces volvió a concentrarse- Ya hice lo que dijiste, ya está bastante ilusionado. -sus ojos se ablandaron, el efecto de la bebida era rápido- Ahora dime...como haremos lo siguiente.

_ -se levanta, llevaba una bata beige de seda que apenas la cubría, la rodeó con sus brazos y la miró a los ojos- Eso te lo puedo mostrar, mi pequeña, es tan simple. Solo mírame con esa mirada frente a él, hasta sentir que tu sonrisa es solo por mi presencia, demuéstrame que sabes fingir...-toma la mano de ella con la copa y la acerca a sus labios- ¿Te gusta? -era algo ambigua la pregunta-

_ Tiene muy buen sabor, pero es algo fuerte. -dijo en respuesta y bebió un poco más, sentía cierto cambio en su interior, se inclinó hacía delante y dejó la copa a un lado- Muéstrame que tan buena eres tú para fingir amor. -su voz era profunda-.

_ Será un placer. -entrelazó sus manos con las de ella y dulcemente la besó sobre los labios- Eso al principio..luego podemos hacerlo más divertido Amuria. -deslizó sus manos hacía la cintura de ella y la volvió a besar, pero esta vez con más profundidad y lentamente. Sintió como el cuerpo de la joven se tambaleó en un momento. La sostuvo fuerte y entonces la sentó en la cama- ¿Nunca te han besado así verdad?

_ Etto....iie...-se sonrojó con intensidad, no sabía porqué lo había dicho en japones, quizás estaba nerviosa.- Es que no se...-miró por lo bajo, se sentía algo aturdida- Dem...pero, no estuvo mal.

_ Te gustó, es que los hombres no saben lo que es ser suave, son muy bruscos para mi gusto. -le dice regocijándose al sentir su vergüenza. La toma del mentón y la mira con intensidad- Te besaría cuantas veces fuera necesario para que me dieras una sonrisa, eres muy seria Amuria, eso no es bueno en alguien tan joven.

La súcubo no tuvo fuerza para decir más nada, se sentía mareada. En un momento entrecerró sus ojos y no resistió, se quedó dormida a los pocos minutos. Juliett la sostuvo en sus brazos, le gustaba esa chica y cuando eso pasaba no había nada que la detuviera. Quería que Amuria fuera suya, como las miles de mujeres de su gran mansión. Ella el tipo de demonio llamado "coleccionador", tenía un encanto y persuasión innatos, su único y ferviente pasión era juntar  cuantas almas y emociones pudiera. Ellos se alimentaban de ellos, los sentimientos ajenos eran su energía vital.
Al despertar, Amuria se vio en medio de la cama de la diablesa, no sabía qué había pasado...igual no sentía la gran cosa, solo un poco de dolor de cabeza. A su lado dormía Juliett, sonriendo por lo bajo. La han'gô la miró unos instantes, tenía una personalidad tan extraña como fascinante cuerpo, y sin darse cuenta estaba creando un deseo en su interior.

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A la noche siguiente, ya estaba todo preparado para el primer golpe. Irían a una discoteca, Aiperus las ayudaría para que Onix se fijara en ellas. Nana por su parte, y por suerte, decidió quedarse.
Amuria se vistió bastante bien y simuló gran entusiasmo por salir, cuando el demonio de ojos verdes le preguntó el motivo, ella respondió son soltura:

_ Es que me encontraré con una amiga, y estoy ansiosa. -sonrió levemente y se dirigió a la puerta-.

_ ¿Amiga? -dijo por lo bajo mientras veía la sombra de Aiperus a su espalda-

_ Si, hace tiempo sale con esa chica, la verdad creo que Amuria está algo "rara" con ella. -uso el tono exacto, para despertar dudas nada mejor que un "rara"-

Salieron sin más, la chica encabezaba el grupo, caminando a un paso apresurado. Llegaron al lugar y en la puerta de veía la figura de una mujer rubia, ojos carmesí y con un vestido conservador. Se acercó a Amuria y le sonrió con dulzura.

_ ¡Amu! Ya estaba empezando a dudar de si vendrías. -la abraza con emoción y entonces la suelta para mirar detrás de ella a sus acompañantes- Hola Aiperus y..

_ Onix, es un AMIGO de nosotros. -le dice tranquila-. Ella es Juliett. -la presentó con con sonrisa-.

_ Onix, un gustó. -le hace una pequeña reverencia-.

El ojiverde la saludó con cortesía, pero en su interior sintió algo, esa chica no era normal. Entonces Aiperus lo tomó del hombro y lo llevó consigo hacia el interior. Se sentaron en la barra y el íncubo menor dijo a su amigo.

_ Es una diablesa, pero no súcubo, quédate tranquilo. -se le acercó casi rozando con su rostro- Te diré un secreto, creo que a Amuria le gusta esa chica.

_-se quedó estático unos segundos- No lo creo. -negó en su interior- Es muy desconfiada con los mujeres, después de lo que le hizo Amon.

_ Eso mismo pensé, pero...- dio un poco de intriga- ella inclusive le ha escrito cartas, algo extraño. Nunca la vi suspirar mientras escribe, creo que de verdad le gusta. Juliett es una buena chica, quizás ha logrado alegrarla un poco.

El íncubo solo lo escuchó mientras las miraba a lo lejos, bailando entre ellas, ¿Podía ser cierto?

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Varias noches fueron las que el íncubo de ojos esmeralda tuvo que pasar para comprender, ver con sus propios ojos a la Amuria que tanto quería estar sonriéndole a otra persona. Los celos no eran nada en comparación a la decepción que sentía por no haberlo logrado, por no poder entrar en el corazón de aquella diablesa tan particular. Sus ilusiones de que algún día ella tuviera los mismos sentimientos que él se desvanecían poco a poco, cada día estaba más desanimado. Nana lo notaba, sabía que Amuria lo hacía apropósito, pero le era fiel a ella y no abrió la boca.
Un día, Onix se levantó y lo sintió, sintió que ya no podía estar cerca de Amuria. No podía seguir sufriendo de esa forma, no, debía seguir adelante y tratar de olvidarla. Sería lo mejor para ambos, ella estaría mejor sin él, estaba seguro. Su comportamiento no cambió, ni siquiera mostró señales de haberse rendido, solo juntó sus cosas, se iría a la noche.

-Mientras en la mansión de Juliette-

_ Amuria, ¿Puedo preguntarte una cosa? -dijo seductora acostada en la cama de finas sábanas doradas-.

_ Claro. -le responde perezosa mientras se recuesta de costado mirando la pared-.

_ Quería saber...-desliza su mano por la espalda desnuda de su acompañante- ¿Quieres ser una de mis novias?

_ -se quedó muda al escuchar aquello, si era cierto que lo pasaba bien, pero algo le decía que no era buena idea.- Lo pensaré, pero...-se volteó y la miró- ¿Por qué querrías a alguien como yo?

_ Porque eres bella, joven y muy buena en la cama. -se sentó sobre el colchón, dejando al descubierto su tentador cuerpo- Tienes algo Amuria, algo que me gusta mucho. -la toma por el mentón con delicadeza, clavando sus ojos blancos en ella, llenos de lujuria y pasión-

_ -la diablesa se levanta, y la toma por el rostro, era tan atractiva cuando la miraba de esa forma y su trato con ella era tan suave siempre. Ningún hombre, al menos de los que conocía podía hacerla estremecer de esa forma. Aún así debía confiar en su instinto, no en la apariencia.- Lo pensaré, en serio.-terminó con el espacio entre ellas y la besó con lujuria-.

Juliette la trató con dulzura, acariciándola con cuidado, haciéndola caer nuevamente en sus juegos. Hacía eso con todas al principio, pero una vez que se ataban a ella no era lo mismo. Si alguien no advertía a Amuria, era posible que terminara como las sombras de vampiresas, humanas y diablesas que se paseaban por la enorme mansión.

-De vuelta en Demon'sHouse-

La pequeña pelirosa había olvidado un cuaderno en el cuarto de Onix el día anterior que anduvo anotando cosas por la casa y en cuanto vio las maletas en la cama comenzó a correr buscando a su amigo. Lo vio en la cocina con lágrimas en los ojos.

_ ¿Nana-chan qué sucede? -preguntó preocupado y fue al lado de ella pero está lo empujó ya empezando a llorar-

_ ¿¡Por qué tu también te vas!? ¡No es justo! -sus sollozos eran los de una niña pequeña- ¿¡Onix-kun ya no quieres estar con nosotros!?

_ Ohh Nana ..yo..-la contiene sobre su pecho, ella al principio se resistió pero luego lo tomó con fuerza- Gomenasai, no fue mi intención hacerte daño, no creí que ...

_ Que me importaras? -lo interrumpe aún llorando mientras lo miraba con sus ojos claros- Tu, Ember, Amon, todos me importan...porque desde que me convertí en súcubo son los únicos amigos que he tenido. -hunde su cabeza en el pecho de él-.

_ Nana..-la sostuvo en sus brazos, no había pensado eso, tendría que hacer algo pero no la dejaría- Yo no me iré de tu lado, lo prometo. -la besó en la frente y le sonrió-.




CONTINUARÁ

sábado, 5 de febrero de 2011

Capítulo ocho: La carta negra

Estábamos viviendo, como anteriormente dije, en Osaka. Con la encrucijada de quedarnos o no en japón, con 66 años se pensarán que ya habríamos madurado un poco para tomar una decisión de ese tipo pero se equivocan. Nuestras mentes se mantiene jóvenes, deben tardar en envejecer, sino moriríamos antes de poder llegar a la etapa de adultos. Los demonios son complejos, los han'gôs aún más.
Ember se había hecho a un lado, Amon estaba confundida porque su demonio padre le había ofrecido un trabajo. No entiendo como podía hablarle, parecía no haberle afectarle en nada lo que había pasado, a diferencia de mi que estuve mucho tiempo fingiendo eso cuando en mi interior me seguía retorciendo de dolor. Era extraño, pero Nana, también parecía estar bien, aún siendo la más pequeña era más fuerte que yo. Aunque nadie notaba mi tristeza, yo la oculté, la negué y finalmente la deje enterrada. No se puede vivir el presente con los temores del pasado.
Onix, quería ir al conocido EE.UU. el problema fue que justo en ese año se desató la Segunda Guerra Mundial. No era para menos ya que era totalmente peligroso que uno grupo de japoneses ingrese a América sin ser vistos con malas intenciones. Postergamos un poco la decisión.
En aquel tiempo, ya todos ejercíamos nuestros principios como tales, pese a lo mucho que me costó intentarlo sin tener miedo. Fue gracias al íncubo de ojos verdes que tomé confianza de nuevo, digamos que Onix y yo teníamos algo. Estaba segura que sentía algo por mí, pero yo en cambio solo lo utilicé para hacerme más fuerte y por fin lograr lo que quería que era convertirme en una súcubo.
En medio de toda la caótica situación, resultó curioso que al cruzarme con un mensajero este tuviera una carta para mi. Al decirle mi nombre, conste que usaba mi nombre anterior para no revelar mi identidad, me miró serio y sacó un sobre muy antiguo de su bolsa de envíos.
Leí la carta con atención, era de..de..mi madre. La escondí en mi yukata y salí corriendo a nuestra pequeña casa y me encerré en mi habitación. Abrí el papel con cuidado, y en silencio con un nudo en la garganta comencé a leerla.
¿Por qué la había dirigido solo a mi? Etsuko Himemiya.
Sus palabras, el trazo, todo denotaba esfuerzo para escribirla. Casi podía escuchar su débil voz relatándome lo que decía, sus disculpas, sus faltas, su culpa...todo expresado en un pedazo de pergamino. Aún después de mi desprecio, fue ella quien me pedía perdón.
En un momento tuvo que detenerse porque una gran tristeza la invadió, el frío de la noche la rodeaba, sentía angustia. Usó sus poderes y se ocultó en ellos, continuó sin importar lo que podría descubrir. Al terminar de leer, no había nada, solo un "sayonara" que la dejaba con dudas. Ryoko jamás les decía así, nunca se despedía, ¿Qué quería decir esa palabra?

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Pasaron un par de días, Amuria seguía pensando en ello, pese a haber quemado la carta su esencia la tenía algo perturbada. Una noche mientras se alimentaba de un joven demasiado ingenuo sintió un escalofrío al ver sus ojos, su parte humana estaba molestándola, sería mejor que lo arreglara antes de que volviera a resurgir.
En cuanto terminó con su víctima, lo tiró por un barranco a una plantación de arroz y en cuanto vio que ya había dejado de respirar bajo el agua decidió irse de allí. La mayoría de los hombres con los que estaba no vivían para contarlo o quedaban muy traumados para recordarlo. Ya no le importaba matarlos, porque en cada uno de ellos podía ver un reflejo que la llenaba de ira, el estar con una mujer por gusto...eso no le gustaba para nada. De allí su apodo del infierno, "hebi-onna", quien llevaba a los varones a su destrucción.

Al llegar a su casa, espió a Aiperus dormir y optó por hacer un pequeño viaje antes de que saliera el sol. Se encaminó a la puerta cuando sintió a alguien detrás de ella. Se volteó con cautela y al ver el reflejo de su oscura cabellera bajó la guardia.

_ Onix-kun, deberías estar durmiendo. -le dijo y le dio la espalda pero al la sostuvo del brazo-.

_ Tu también, Amuria-san, ¿A dónde vas? -le dice con tono serio-

_ Tengo que hacer un trabajo para un oni , nada serio, terminaré antes de que despierten todos. -dijo fría y le quitó el brazo con brusquedad-

_ Ya es tarde, sería mejor por la mañana. -le dijo ya más suave e intentó tocarle el hombro pero ella lo evitó-

_ No necesito que me cuides, se bien lo que hago, solo será esta noche. -sonaba enojada- No te preocupes por mi, me he cansado de decírtelo.

Salió sin más, había cambiado, desde aquella noche ya no cabía en su mente la compasión o empatía humana de antes. Ni siquiera Onix era capaz de atravesar ese muro que ella misma había creado para evitar sentir, él sabía que era así, pero aún en su interior confiaba el hacerla cambiar...él quería que ella lo viera.
La súcubo se escondió detrás de una casa abandonaba y comenzó a concentrarse, el camino que debía hacer no era nada fácil. Respiró profundo y creó la imagen más clara de su antiguo Jozankei, la nieve, las hojas. Su energía era suficiente para teletransportarse y volver solo le bastaba decidirse.
Una sombra detrás de ella, se asustó y terminó por hacerlo sin terminar de pensar.
Nana miró como desaparecía...

_ ¿En qué estará  metida onee-chan ahora? -dijo muy natural pero no le pareció importante y salió a buscar a algún joven para alimentarse-

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Era otoño, las hojas tenían el mismo color que siempre, bellos a la luz de la luna. Sintió que una sonrisa se formaba al volver a ese lugar pero pronto se borró tras sus últimos recuerdos. Usando sus poderes, se cambió un poco los rasgos de la cara para que no le reconocieran y avanzó hacía el pueblo. Una mujer la detuvo y le preguntó si podía ayudarla, ya que le parecía extraño que un viajante anduviera a esas horas de la noche.

_ He viajado todo el día y busco a una persona, ¿Sabe de una tal Ryoko Himemiya? -dice con una voz dulce y amable capaz de engañar a cualquiera-

_ ¿Qué desea con ella? -pregunta algo confundida- Hace años que nadie, ni siquiera los del pueblo le dirigen palabra alguna.

_ Solo soy una mensajera, traigo conmigo una carta. -dijo con tono de ingenua, en su interior sintió angustia al escuchar aquello-.

_ Bien, si es así, le diré. -señaló a la lejanía- Siga el camino hasta el final, allí está su casa, toque muy fuerte porque creo que está sorda.

_ Arigato gosaimasu. -dijo y emprendió camino-

A cada paso que se acercaba más sentía un peso crecer en su interior. Hacía años que no la veía, debía ser una anciana ya, ¿La reconocería?¿Podría perdonarla? Tenía muchos pensamientos en su cabeza, pero todos se esfumaron al ver la casa donde estaba. Pequeña, sucia, casi cayéndose...ese era su destino por haber traicionado al pueblo. Que injusto pensó por un instante y luego tocó la puerta con fuerza, quería terminar lo más pronto posible con ello.
A los pocos minutos, y muchos golpes más, nadie se dignó a responderle. Había sido una locura viajar hasta allí, debería irse y dejar a su madre tranquila, ya demasiados problemas le había causado. Estuvo a punto de irse cuando una voz le susurró:

_ Entra Amuria, y verás la verdad. -no lograba distinguir si alguien lo había dicho o lo había pensado pero era claro que no se quedaría así-.

Pusó su mano en la puerta y ejerciendo presión logró romperla sin hacer mucho ruido. Sacó la traba interior y la abrió, pasó con cautela.

_ ¿Konbawa? ¿Hay alguien aquí? -dijo por lo bajo, nada, ni un suspiro-.

Observó con atención, telas de araña, polvo, todo parecía abandonado. Caminó a la cocina nada, ni siquiera comida había, entonces percibe un olor perturbante. Lo sigue hasta la puerta de una habitación pequeña, sentía algo extraño, un ambiente diferente. Abre la puerta con cuidado y al ver lo que había dentro tuvo que taparse la boca con la mano para no gritar.
Los restos de lo que antes era una mujer yacían muertos sobre la cama, su carne pudriéndose, su ropa demacrada por el tiempo y los miles de insectos que la devoraban de a poco. La joven solo intentó acercarse y se alumbró con una pequeña llama que había emergido de su mano. Miró el rostro de la mujer, era ella sin duda...Una cara de espanto, las manos le temblaban y en su mente todo era confuso. Culpa, tristeza, impotencia, nada parecía ser tan fuerte como para dominarla. Cayó al piso de rodillas y comenzó a golpear el piso con las manos hasta lastimarse ella misma. No podía llorar...¿Qué le ocurría?

_ Ella no se merecía esto, no se lo merecía...-empezó a decir por lo bajo hasta gritarlo y entonces una gran ira la invadió, quería matar a cada uno de los malditos que le hicieron eso...pero...- ¿Por qué lo hiciste? ¿Por qué tuviste que.... -su voz se cortó de repente, la única persona que amo, había muerto por su culpa.-

Sus ojos se tornaron rojos como la sangre, se transformó en súcubo para ocultar esas emociones tan molestas, y comenzó a incendiar la casa por completo. Quería borrar toda prueba de ese amor perdido, ya no quería volver a amar...si  no era capaz de proteger ese sentimiento prefería no tenerlo. Entre las llamas a su alrededor miles de recuerdos, su infancia, su inocencia...todo quedaría hecho cenizas...
Al ver lo que había hecho, al volver a ser una han'gô, se sintió mejor, vacía, pero mejor. Como si nada hubiera existido, como si nunca hubiera vivido allí, así debía ser...debía olvidar a Ryoko...
Una sombra a su espalda, un demonio estaba presenciando todo eso, como ella misma manchaba su alma. El íncubo pensaba que su encuentro la despertaría, pero era evidente que aquello lo había logrado, no él. Entonces se le acercó y la tomó del hombro para verla a los ojos.

_ Veo que ya has despertado. -su voz era fría y seductora al mismo tiempo-.

_ Emm? -se volteó y quedó congelada al ver  a Abalan, pero pronto retornó a su posición y solo lo miró con desconfianza- ¿Qué haces aquí?

_ Sentí que estabas cerca y decidí ver que hacías. -la mira con detenimiento pero su sutil sonrisa se desvaneció- Eres resistente, tu lado humano aún es fuerte, pero....aún me temes, eso es bueno.-se acercó a ella con seriedad-.

_ -intentó estar tranquila, pero su corazón no respondía de la misma forma- Este...debo irme...

Fue más fuerte su miedo y terminó por huir, se teletransportó rápido y ya casi sin energía se encontraba en el mismo callejón que antes. Pero en cuanto volvió a respirar vio al demonio detrás suyo con un mirada asesina. Intentó huir pero ya estaba muy baja de energía y él la tomó del brazo. La obligó a mirarlo y le lamió la mejilla como aquella vez...luego le susurró:

_ Si quieres convertirte en demonio, tienes que enfrentar los problemas, no olvidarlos. -la tiró a un lado y desapareció-

Amuria miró el piso, se sentía una idiota, suspiró unas cuantas veces. Esa fue la forma de expresar la tristeza que tomó desde entonces al no poder llorar. La luz del sol se arrimaba por el horizonte, miró sus manos ya habían empezado a curarse pero tardaría. Se dirigió con paso firme a su casa y al entrar ya todos habían despertado. Saludó por lo bajo y se encerró en su cuarto.
A la tarde Onix abrió la puerta y la vio tirada en la cama mirando el techo, estuvo a punto de pensar que era vagancia pero al ver las marcas en su mano no dudó en preguntarle.

_ ¿Qué te pasó? -su voz era amable como cada vez que trataba con ella-

_ No te importa, déjame sola. -le contesta cortante y sin mirarlo-

_ Estas herida, eso no es nada. -se le acerca y se arrodilla para mirarla de frente- Amuria-san, deberías decirme..

_ Tu no eres quien para decir que debo a no hacer, así que sal del cuarto ahora mismo o sino te echaré a patadas. -tenía furia en su mirada, la advertencia era real.-

_ Como quieras. -miró por lo bajo y caminó lento hasta salir-

El demonio de ojos verdes se sintió un poco sorprendido, algo estaba distinto en ella, quizás no debió haberla dejado ir. No sabía que había pasado, pero tenía el presentimiento que Amuria no sería la misma desde entonces. Inclusive Aiperus intentó hablarle pero no, era inútil y algo peligroso con esa mirada perdida.
Ya anochecía y entonces Nana entró al cuarto y se recostó al lado de ella, no decía nada solo se quedó así a su lado. La diablesa tuvo curiosidad, por un momento volvió de su introspección y le dijo:

_ Nana-chan, ¿Qué haces aquí? -apenas la miró seria-

_ Onne-chan, quiero estar contigo, ¿Está bien? -la miró con inocencia, era increíble que aún la tuviera-

_ Claro, como quieras. -estiró su mano y sintió como la joven se la tomaba sin recelo alguno-

_ ¿Recuerdas cuando era mi turno para ir con el demonio? -dice por lo bajo- Tú me dijiste que debía ser fuerte, pero en realidad, tu me diste fuerza. Estoy en deuda contigo.

Amuria la miraba con desconcierto, había sido hacía tanto tiempo, esa noche en que la ayudaba a vestirse y la pobre cayó de rodillas por el miedo. La súcubo la sostuvo en sus brazos y le entregaba el valor necesario para hacerlo, para entregarse como ella una vez. Jamás pensó que Nana lo hubiera visto de esa forma, pero le hizo entender el porqué de ese trato especial con ella.
Le tomó la mano y siguió mirando el techo.

_ No me debes nada, solo hice lo que debía. -apenas le sonríe- Con solo decirme onee-chan es suficiente gratitud para mí.

_ - ella le sonrió y la besó en la mejilla sin vergüenza- Igual, yo quiero devolverte el favor.

_ No lo hagas, yo no puedo aceptarlo, en serio. -su expresión era vacía-.

La joven solo se quedó a su lado hasta quedarse dormida. Su "hermana" la mira pensando en lo dulce que era, esa forma de vida, la de un demonio...no era para alguien así. Sintió lástima por ella, le acarició el cabello y la abrazó. Luego lo pensó un momento y la soltó. Una idea oscura habitaba su mente, todos aquellos que quería siempre terminaban lastimados por su culpa, no le haría eso a nadie más.
Onix, ese sentimiento por ella debía desaparecer, y Amuria sabía exactamente como hacerlo. Sería difícil y un tanto cruel hacerlo entender que no sentía nada por él y mucho menos lo haría después de ese día. Fue el primer hombre al cual le dio tristeza tener que lastimar, pero no permitiría que se atara a ella y terminara peor...no...nunca.

Me volví alguien distante, logrando separar cada vez más mis sentimientos de mis acciones. Al principio para proteger a quienes me querían, pero después terminé por alejarme de todos ellos. A pesar que todo parecía ser egoísmo, nadie veía el verdadero motivo. Yo no quería causar dolor, por eso lo guardaba en mi interior, dejando que me consumiera en silencio.
El problema fue, que pese a alejar e intentar no sentir nada, solo era cuestión de tiempo hasta que ese estilo de convivencia estallara y terminara por quedarme sola. 


Aún así no me arrepiento, todos encontraron mejores caminos, y eso fue lo que siempre quise...